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Capital sin reservas

El ministro 'protomártir' de Economía que busca Sánchez

Calviño ha dejado su herencia en un cofre brillante pero más que un tesoro, lo que contiene es una bomba de relojería

El ministro ‘protomártir’ de Economía que busca Sánchez

Nadia Calviño. | Europa Press

Probablemente si la Inteligencia Artificial Generativa diera para crear un Ministerio de Economía capaz de someterse a los dictados populistas sin quebrantar la ortodoxia de Bruselas, Pedro Sánchez no estaría deshojando todavía la margarita sobre el sustituto de Nadia Calviño. Cierto es que el jefe del Ejecutivo y su vicepresidenta cesante se han apuntado un tanto, quizá más aparente que real, pero en todo caso válido para ensalzar el reconocimiento de las instituciones europeas acerca de la política económica de estos años en España. Desde el burladero bien acolchado y mejor retribuido de la Comisión Europea, los acontecimientos nacionales se ven de otra manera, pero en el territorio patrio los más escépticos no dejan de preguntarse qué ha empujado ahora a Calviño, si todo marcha tan bien, a buscarse de nuevo una salida profesional fuera del Gobierno.

La presidenta virtual del Banco Europeo de Inversiones (BEI) retiró su candidatura a la gerencia del Fondo Monetario Internacional (FMI) en 2019 cuando comprobó que tenía todas las de perder y en 2020 cayó frente al irlandés Paschal Donohoe en su carrera a la presidencia del Eurogrupo pese a contar con el respaldo de Alemania y Francia. Calviño tomó buena nota del alambicado sistema de pesos y contrapesos con que se reparte el poder en Europa hasta convertir el fracaso en el camino indispensable que han de recorrer los ganadores para llegar al éxito. Eso sí, en el bulevar de los sueños rotos se ha quedado colgada la subgobernadora del Banco de España, Margarita Delgado, que lo tenía todo a favor para presidir el Mecanismo Único de Supervisión del BCE y se da por seguro que Madrid tendrá que ceder a París la sede de la futura Autoridad Europea contra el Blanqueo de Capitales (AMLA por sus siglas en inglés).

A la tercera fue la vencida y a fe que de tanto intentarlo es justo reconocer que la ministra ha demostrado un exquisito don de la oportunidad. Calviño se va en el momento más oportuno, para ella, y poniendo a salvo también la economía, la suya. No en balde su nómina salarial se va a multiplicar por cuatro, hasta superar los 350.000 euros anuales, y su lustroso historial como leal servidora pública lucirá a mayor gloria personal cuando se desvanezca del todo el hechizo económico que aún tiene a Pedro Sánchez encantado de conocerse. El motor de crecimiento que nuestro país representa en Europa es una calabaza transformada en carroza gracias principalmente a una intensa labor de maquillaje estadístico a la que no ha sido ajena, todo hay que decirlo, la hasta ahora responsable de la política económica.

«España Avanza» hacia un abismo de déficit y deuda

El truchimán socialista ha descrito el relato de la crisis como un cuento de hadas aprovechando el embate de acontecimientos globales que paradójicamente han terminado por favorecer la foto fija comparativa dentro del balance general de daños de los países desarrollados. España ha sido una de las grandes beneficiarias de la estrategia acomodaticia adoptada en toda Europa en materia fiscal y monetaria para hacer frente a los estragos del coronavirus, incluyendo la gran dotación de fondos Next Generation. La fuerte contracción de 2020 demostró la impericia económica del Gobierno pero propició, malo sería, una reactivación más lenta y más prolongada que la registrada por otras naciones que salieron antes del pozo. Las tensiones geopolíticas padecidas acto seguido han afectado bastante menos a España debido a la escasa relación comercial con China mientras que la invasión de Ucrania no ha tenido la misma repercusión que en otros países más dependientes en materia energética de Rusia.

«El futuro portador de la cartera de Economía será un ministro raso o de complemento sin categoría de vicepresidente y a las órdenes de Moncloa»

La cenicienta de la pandemia se ha presentado para la posteridad como la tuerta en el reino de los ciegos, pero la voluntarista cortedad de miras no puede ocultar los enormes desafíos de una política autocomplaciente destinada a perseverar en sus errores. De otro modo no se entiende el incorregible pacto de la nueva coalición entre el PSOE y Sumar que, bajo el vanidoso enunciado de «España Avanza», supone un incremento de gasto público en torno a los 100.000 millones de euros durante la legislatura. Una ruta empedrada que se dice de progreso; eso sí hacia un precipicio de déficit y deuda galopante que habrá que atender sin las muletas del BCE y en un escenario de evidente desaceleración económica. La ética sanchista que traduce la necesidad en virtud no concibe que la virtud también puede transformarse en defecto, entendiendo por tal la obligación de un plan de consolidación presupuestaria cuando se apaguen las últimas luces de la fiesta fiscal en Europa.

Las 12 campanadas de Año Nuevo pondrán fin al encantamiento para anunciar lisa y llanamente que se acabó lo que se daba. Ese mismo día, Nadia Calviño se habrá instalado en su atalaya de Luxemburgo dispuesta a mirar pasar los acontecimientos como una espectadora de excepción. Su herencia quedará depositada en un brillante cofre envuelto en lazo de seda, pero más que un tesoro, contendrá en su interior una bomba de relojería con efectos retardados que pasará a manos de un ministro raso o, si se apura, de complemento. El futuro portador de la cartera de Economía no dispondrá esta vez de los galones de vicepresidente, por lo que deberá comportarse como un mero convidado de piedra en los banquetes de gasto público que se celebren a instancias de María Jesús Montero, la encargada de Hacienda para cumplimentar a todos y cada uno de los socios de investidura durante todos y cada uno de los días de la legislatura.

Moncloa no se fía de José Luis Escrivá

Aunque siempre existirá un roto para un descosido, la búsqueda del protomártir de Economía se ha complicado, ya que los dos candidatos recomendados por Calviño no parecen dispuestos a inmolarse por la causa. El primero, David Vegara, vive confortablemente en el Banco Sabadell con un salario cercano al millón de euros entre fijo, variable y demás retribuciones al uso y disfrute en el sector financiero. El que fuera antiguo secretario de Estado con Pedro Solbes cuenta con el respaldo de Salvador Illa, por lo que su designación reforzaría la precaria representación del Partido Socialista de Cataluña (PSC) en el Gobierno de la nación, limitada a Jordi Hereu como ministro de Industria. Vegara ha declinado hábilmente la propuesta con la esperanza de recibir otra mucho más atractiva, eso ya sería otro cantar, para relevar a Pablo Hernández de Cos en junio como gobernador del Banco de España.

El segundo en la carrera hacia el abismo es José Manuel Campa, número dos de Elena Salgado durante el trago más duro de Zapatero y que tampoco está dispuesto a tropezar en la misma piedra. Menos ahora que su presidencia en la Autoridad Bancaria Europea (EBA) tiene trazas de ser renovada hasta 2029. Sólo queda la opción natural de José Luis Escrivá, metido de hoz y coz en la zarza socialista y al que han dejado un ministerio esmirriado de Transformación Digital que no pasaba de ser una secretaría de Estado en la anterior etapa de Calviño. El problema en este caso se plantea ante el temor que el propio interesado suscita en el seno del propio Gobierno donde creen que el colega es un verso demasiado suelto. La solución puede estar dentro de Moncloa con la promoción de alguno de los muchos asesores de cabecera que se dan cita en palacio. Lo que se busca es un «bien mandao» que asuma el papel de artificiero y que hable inglés como decía la chica yeyé. De lo demás ya se encarga Sánchez.

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