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Viento nuevo

Nadia Calviño en el andén

«Fue una guerra de damas: la vicepresidenta primera (Calviño) contra la vicepresidenta segunda (Díaz)»

Nadia Calviño en el andén

La ministra de Economía, Nadia Calviño. | Europa Press

La ministra Nadia Calviño espera en el andén, con su mochila de piel marrón, sus zapatitos de tacón y su vestido de domingo. Queda poco para que llegue el tren a los despachos del lujo y los altos bancos europeos, al éxito internacional sin la boina española ni el olor a berza en los portales, a las alfombras rojas y los licores como gominolas de colores (el champán rojo, el vino verde, el vodka azul, el whisky como madera vieja). Se sienta la ministra en un banco del andén, y espera que llegue el primer tren, meneando el abanico. La maleta, llena de gritos. 

Evita manosear el morral, abrir cremalleras, rebuscar en los fondos profundos. Las últimas voces negras y nuevas son todas de Montero e Iglesias. Al romper el pacto, al irse y pegar la vuelta, al producirse la ventolera, queda Pedro Sánchez sin la mayoría en el Congreso de los Diputados, pero Podemos sigue ahí, imprescindible a la hora de negociar y sacar adelante cualquier ley. Por debajo de todos los gritos, donde el champú convive con la lencería fina, hay una promesa o profecía de Nostradamus: puede, Pablo Iglesias, poner en marcha una moción de censura que desaloje a Sánchez de la silla curul monclovita. Y no será pactar con la derecha, sino que la cabeza del enemigo vuele y sea decapitada. 

Sigue Nadia Calviño en el andén, con su mochila de piel marrón y sus zapatitos de domingo: adiós, España mía, volveré antes de que los sauces pierdan sus hojas, piensa en mí, volveré a por ti, se paró mi reloj infantil, una tarde plomiza de abril, cuando se fue mi amante. La maleta mira con ojos fríos. Sigue llena de voces y gritos. Las exclamaciones y arreboles de una gallega temible. Yolanda Díaz la ignoró, presentó a la patronal y sindicatos su propuesta, la protección por desempleo, y eso que Nadia se lo dijo en el lenguaje de las fuentes, los sindicatos se te pondrán en contra, Yoly, hazme caso, los sindicatos irán contra Trabajo y Economía, hazme caso, cantará la rana y debemos estar unidas como siamesas, hazme caso, Yoly, por Juan Pardo y Anduriña. 

La rana cantó, sin pelo y con fular de seda al cuello de barítono: «Entendemos que las cuantías, tanto del nivel de prestación como el asistencial, no son las adecuadas. El nivel de prestación máximo no llega al salario mínimo interprofesional, así que defendemos desde UGT que al menos deba llegar a ese nivel. No solo nos parece insuficiente los 480 euros que hay ahora sino incluso los 660 euros si se elevan las cuantías en la proporción que ha propuesto el Ministerio de Trabajo. Nos comprometemos a hacer una propuesta pero pedimos tiempo, ya que no vemos adecuado, después de tanta espera, cerrar una reforma de forma chapucera». La espera, la esperanza, el andén de Nadia Calviño, una lágrima que cae en la arena, en la arena cayó una lágrima, Peret y Serrat, los aceros mojados de la estación de ferrocarril, camino al éxito solemne en Bruselas.

«Los relojes detenidos se ponen en marcha, queda menos para el tren del futuro, el mejor cerebro del socialismo español, Nadia Calviño, emigra»

El sapo, marido de la rana, hizo de su croar otro romance ciego: «Para CCOO la reforma es también parcial e insuficiente, y señalamos que habrá que ver si el Gobierno quiere negociar o sólo conocen la opinión de los agentes sociales antes de aprobar el texto. La propuesta llega con más de un año de retraso. Es una negociación muy importante para nosotros y que llevamos pidiendo abordar desde la primavera de 2022. Ahora la reforma viene de forma precipitada y con escaso tiempo.  Lo que hay que despejar es si realmente es un proceso de negociación». Terrible, todo terrible, llueve en la charca, mean en la charca y dicen que llueve: UGT por un lado, CCOO por el otro, frente al par de ministerios a palos, Trabajo enfurruñado, Economía tirándose de los pelos. Yoly, lista como una ardilla, sabía que el decreto-ley lo cura todo, ladillol para todos, hemoal para todos, decreto-ley con tal de no faltar a la promesa con Bruselas en el componente 23 del Plan de Recuperación. Pero, escucha, Yoly, coño, no me dejes sola, suspira Nadia, herida por el recuerdo.

Fue una guerra de damas: la vicepresidenta primera y ministra de Economía (Calviño) contra la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo (Díaz). La gallega, recordemos, produjo el apagón definitivo con sus versos sueltos y blancos, sin hemistiquios ni estrambotes: «El Servicio Estatal Público de Empleo (SEPE) terminará el año con un superávit de más de 5.700 millones de euros, por lo que consideramos que no hay ningún argumento que justifique recorte alguno en el sistema de protección por desempleo. Nuestro sistema por desempleo está más saneado que nunca, y obtendrá más de 27.300 millones de euros derivados de la recaudación, debido, principalmente, al récord de afiliación a la Seguridad Social y a los mejores salarios, gracias a la subida del 47 % del salario mínimo interprofesional y a la evolución de los salarios en la negociación colectiva». ¡Somos la bomba!

Ni Diaz ni su secretario, Pérez Rey, mencionaron lo que Calviño sabía: las transferencias recibidas del Estado para cuadrar el SEPE. Llueve, llueve, llueve en la memoria ácida. Los relojes detenidos se ponen en marcha, queda menos para el tren del futuro, el mejor cerebro del socialismo español, Nadia Calviño, emigra. Es un andén de pena negra y raíles torcidos. Era la sensatez sin populismo y el rigor de la hormiguita hacendosa en contra de la cigarra. La maleta, llena de ruido y furia, parece moverse sola. No es bueno viajar escoltado por tu pasado. El progreso es irse.

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