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Capital sin reservas

Los ‘halcones’ del BCE y la Unicaja de pandora 

La junta del banco malagueño, el 5 de abril, servirá de precedente en la gobernanza de todo el sistema bancario

Los ‘halcones’ del BCE y la Unicaja de pandora 

El vicepresidente del Banco Central Europeo, Luis de Guindos. | Europa Press

Tras un largo año de azaroso escrutinio los supervisores del Banco Central Europeo (BCE) han terminado por desalojar de manera consecutiva a los dos timoneles no muy bien avenidos que se codeaban al mando de Unicaja. La salida inicial del CEO, Manuel Menéndez, se interpretó como un triunfo del presidente hasta hace poco ejecutivo, Manuel Azuaga, pero los acontecimientos recientes con la designación de un nuevo ‘chairman’ en la figura de José Sevilla, antiguo consejero delegado de Bankia, supone un punto de inflexión en la batalla de influencias que las autoridades de Fráncfort vienen desplegando sobre el sistema financiero español desde el célebre rescate bancario de 2012. El folletín de Unicaja sirve también de corolario para demostrar el heterogéneo y alambicado reparto de poderes dentro de un sector que actúa como faro y guía de gobierno corporativo para todas las grandes marcas del Ibex.

Los principales avances en materia de gobernanza empresarial se han emprendido a partir de modelos adoptados por las entidades de crédito como garantes de la actividad productiva y socios también de referencia en la propiedad de las mayores corporaciones no financieras del país. Inducidos unas veces por la acción de los tribunales en procesos judiciales de elevada resonancia pública y como propósito voluntario de adaptación a las más estrictas exigencias que imponen los modernos mercados de capitales, los bancos españoles hace tiempo que abandonaron el bombín del antiguo régimen para descubrir su pelaje en la plaza pública. El ejercicio de transparencia representa todavía una cuesta de alta montaña cuya meta no será coronada hasta que no se garantice a los accionistas minoritarios el acceso a los mismos niveles de información que obtienen, por ser quienes son, los grandes inversores institucionales. La crisis de las cajas de ahorros que se llevó por delante un tercio del sistema financiero, exacerbada primero con la intervención estatal de Bankia y la posterior resolución del Banco Popular han inflamado el celo patriarcal del BCE. Los vigilantes de la playa financiera dentro de la zona euro son conscientes de los mejores niveles de solvencia acreditados estos últimos años por las entidades de crédito en nuestro país. Pero el peligro de tropezar en la misma piedra persiste mientras no se pongan al día con todas las consecuencias los añejos modelos de gestión interna orientados esencialmente al blindaje de las élites bancarias. El principal caballo de batalla no es tanto el saneamiento del balance, que ya ha sido metabolizado por el sector, sino más bien la urgencia de promover tratamientos más pulcros e higiénicos en la configuración y funcionamiento de los consejos de administración y sus diferentes órganos subsidiarios de dirección.

Azuaga, nuevo logo y plan de pensiones

Con este último objetivo los supervisores europeos han puesto toda la carne en el asador de Unicaja, doblegando la resistencia de las fuerzas vivas malagueñas para mantener en la presidencia a Manuel Azuaga o, en su defecto, ceder el cargo a una de sus colaboradoras más afines como era Ana Bolado, antigua consejera independiente que dimitió hace dos años antes de someterse a una nueva evaluación de idoneidad. La elección de José Sevilla reafirma el papel de su valedor Luis de Guindos en la vicepresidencia del BCE, si bien el relevo no será santificado hasta la celebración de la próxima junta general. La fecha del evento está marcada en rojo para el próximo 5 de abril y antes de eso el consejo de administración encabezado aún por Azuaga tiene que resolver otros nombramientos que son claves para entender el futuro de una entidad que acaba de eliminar su condición de banco en su nueva identidad corporativa.

«Los reguladores de Fráncfort esperan que el Banco Santander y el BBVA tomen nota y garanticen la separación de poderes en sus cúpulas de dirección»

El cambio de logo, Unicaja sin más, se interpreta como la ‘perra chica’ que se ha llevado el presidente saliente a modo de propina para complementar el premio gordo y mucho más sabroso del plan de pensiones que acumulaba 3,8 millones de euros al cierre de 2022. Azuaga dejará la entidad con la cabeza bien alta y el riñón no menos forrado después de haber colocado a su delfín, Isidro Rubiales, como primer ejecutivo. Es posible incluso que consiga también la renovación como consejera de María Luisa Arjonilla, la presidenta de la comisión de nombramientos que ha sido su fiel escudera en todo el trajín de estos meses atrás con el BCE. Por si fuera poco ha espantado uno por uno a todos los administradores que se incorporaron al consejo procedentes de la antigua Liberbank. El último mohicano, Felipe Fernández, ya ha comunicado a la Fundación Cajastur que no aguanta ni un minuto más en la nueva Unicaja.

Este es el panorama tras la batalla que se va a encontrar José Sevilla, un profesional de primer nivel con un historial envidiable tanto en su etapa de Bankia como anteriormente en el BBVA cuando era la mano derecha del entonces consejero delegado, José Ignacio Goirigolzarri. Precisamente el patrón que encarna el aclamado banquero vasco es la referencia válida que plantea Unicaja a los reguladores europeos para establecer una clara división de funciones entre lo que en términos anglosajones se conoce como el ‘chairman’ y el CEO de cualquier entidad financiera. Es cierto que la ilustre aureola que rodea la figura de ‘Goiri’ está adornada por una tarjeta de visita que alude a su condición de presidente ejecutivo aunque todo el mundo sabe que la manija de CaixaBank la lleva Gonzalo Gortázar. Al bueno de Sevilla, por el contrario, se le asigna desde el primer momento un papel marginal, sin interferencia en la gestión directa de Unicaja, del que ojalá no tengan que arrepentirse los sabuesos de Fráncfort.

Ana Botín y la ‘operación lampedusa’

El BCE se ha salido en todo caso con la suya que no era otro que fijar una muralla china de separación en la cúpula de una entidad financiera cotizada en el Ibex. Los reguladores han aprovechado los sucesivos rifirrafes con Liberbank para meter en cintura a Unicaja y establecer un precedente de indudable significación en el sistema financiero español que se refuerza además con el movimiento anunciado por Bankinter para este mes de marzo. El otro banco de los Botín, como es conocido por los más viejos del lugar, renovará en su próxima junta general sus ejemplares votos en el seno de su cúpula de dirección, donde Pedro Guerrero abandonará la presidencia no ejecutiva que ha desempeñado durante 17 años. El cargo será asumido por María Dolores Dancausa, la CEO que ha dirigido la entidad desde 2010, quien cederá a su vez los plenos operativos en favor de Gloria Ortiz Portero como nueva consejera delegada.

Estos dos expedientes, uno de carácter histórico y el otro forzado por los sinuosos acontecimientos de una malhadada fusión, tienen también un reflejo más o menos directo en el Banco Sabadell, donde Josep Oliu, con la singular etiqueta de consejero externo, va asimilando poco a poco la condición de presidente no ejecutivo. Los ‘halcones’ de Fráncfort han enseñado las garras y se sienten ahora más fuertes que nunca para imponer un prototipo equivalente de actuación en los dos grandes bancos sistémicos del país. En el BBVA los reguladores consideran que Carlos Torres y su CEO turco, Onur Genç, mantienen un equilibrio inestable que es preciso aclarar cuanto antes. En el Santander el planteamiento consiste en forzar una división de funciones que abocaría a Ana Botín a ceder la presidencia si lo que pretende es mantener impoluta su plenipotenciaria condición de primera ejecutiva. Una operación al estilo ‘lampedusa’ en la que el BCE entiende que algo tiene que cambiar para que todo siga igual.

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