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El Congreso aprueba la ley de protección de víctimas de maltrato en la pandemia

El Congreso aprueba la ley de protección de víctimas de maltrato en la pandemia

zipi | EFE

El Congreso de los Diputados ha aprobado este jueves la ley para asegurar la protección y la asistencia a las mujeres y los menores víctimas de violencia de género y a las víctimas de trata con fines de explotación sexual en el contexto de la emergencia sanitaria por el coronavirus[contexto id=»460724″].

En contexto: esta iniciativa legislativa procede del decreto del Gobierno aprobado en marzo de 2020 para proteger a las víctimas de violencia de género durante el confinamiento domiciliario, articulado para asegurar el funcionamiento de los servicios de asistencia y protección integral de estas mujeres durante el estado de alarma.

La ley de medidas urgentes en materia de protección y asistencia a las víctimas de violencia de género es una realidad después de que la Cámara Baja haya aprobado algunas enmiendas que fueron introducidas en el Senado, con los votos a favor de todos los grupos, a excepción de Vox que ha votado en contra.

El texto aprobado, modificado en Congreso y Senado, asegura y refuerza la atención a las víctimas mientras dure la emergencia sanitaria, más allá del estado de alarma, incluye la protección y el seguimiento de los menores víctimas y presta una especial atención a la vulnerabilidad de las mujeres víctimas que padezcan una doble o triple discriminación por cuestión de origen, discapacidad, edad, entorno rural u otras causas.

También promueve la recuperación sociolaboral de las víctimas y garantiza las condiciones laborales de aquellas que hayan sido incluidas en un ERTE y el cumplimiento de las medidas cautelares adoptadas contra los agresores.

Asimismo, gracias a las enmiendas del Senado, se ha ampliado la protección de las mujeres con discapacidad y en el ámbito rural, se ha garantizado la accesibilidad a los recursos asistenciales y contempla alternativas a la atención telefónica a través de medidos como la mensajería instantánea para la asistencia psicológica o la alerta con geolocalización para la comunicación de emergencia de las fuerzas y cuerpos de seguridad.

La diputada socialista Lidia Guinart, que ha recordado a las 1.083 mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas desde 2003, ha atacado a quienes niegan «la evidencia y cierran los ojos ante la terrible realidad que viven miles de mujeres» y ha advertido de que el feminismo no se borra con insultos, negacionismo, pin parental ni con brocha gorda.

Beatriz Álvarez, del PP, ha celebrado que se haya mejorado el texto de la ley con las enmiendas y ha hecho un llamamiento al Gobierno para que desarrolle todas las medidas del Pacto de Estado contra la Violencia de Género, «la mejor herramienta para acabar» con este problema: «Me produce tristeza ver cómo funcionan a la hora de gobernar, les importa más la pancarta y hacerse una foto que trabajar», ha denunciado.

Con respecto a la ley aprobada, la diputada de Cs, Sara Giménez, ha indicado que el encierro de las víctimas con sus agresores durante la pandemia ha sido «un verdadero calvario» y ha asegurado que su partido siempre estará al lado de las víctimas de violencia de género y «enfrente» de todos los que la niegan.

Desde Unidas Podemos, Mar García Puig ha incidido en la necesidad de la unidad política ante la lucha contra la violencia machista, un asunto en el que «no caben ambigüedades ni fisuras». Ha defendido que el feminismo «es la casa de todas las mujeres».

El discurso de la diputada de ERC María Carvalho ha girado en torno a la ley trans, y ha acusado al PSOE y al PP de no querer abrir debates pendientes y de darse la mano para bloquear los derechos fundamentales de este colectivo: «Traigan ya al Congreso de los Diputados la ley trans», ha exigido al Gobierno.

Carla Toscano (Vox) ha insistido en que la violencia no tiene sexo, que el resto de partidos tienen un «odio patológico hacia el hombre» y que pervierten y falsifican banderas con hermosas palabras como igualdad y mujer, cuando son «harapos ideológicos entre cuyos jirones se vislumbran ansia de poder, totalitarismo y desprecio absoluto por la vida de los españoles: «Menos Irenes Montero y más Juanas de Arco», ha concluido.

 

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