THE OBJECTIVE
José Antonio Montano

La barba

«Me parece que la dirección que Pablo Casado marca es la correcta: a falta de ideas nuevas, nuestros políticos tienen pilosidades nuevas que explorar»

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La barba

Pablo Casado ha dado el gran golpe de efecto de este verano, con su barba o barbita. Con ella les ha robado el protagonismo a la falta de Gobierno, al ‘Open Arms’, a los incendios de Canarias, a la listeriosis e incluso a la lampiña Díaz Ayuso, en cuya toma de posesión la lució. No asistió la semana pasada a su sesión de investidura como presidenta de la Comunidad de Madrid y se dijo que estaba de vacaciones, pero no: estaba cultivando su barba. De haberla enseñado entonces hubiera sido catastrófico, como cuando Milikito apareció con barba de tres días para dar imagen de malote.

Y Casado no quiere parecer malote (ni siquiera malote buenote como Milikito), sino aportar ‘gravitas’, como ha señalado Jorge Bustos. Albert Rivera debió de intuir por dónde iban los tiros cuando a comienzos del verano salió en el ‘Hola’, junto a Malú, con una incipiente perilla. Pero no le terminaba de funcionar y la abortó. La de Casado, que funciona algo mejor, puede que se quede en barba de borrajas (ya veremos si llega a la ‘rentrée’), aunque como mínimo seguro que la ha lanzado a modo de barba sonda. A mí me parece que la dirección que marca es la correcta: a falta de ideas nuevas, nuestros políticos tienen pilosidades nuevas que explorar. Aunque el vanguardismo absoluto en este sector ya está ocupado por la ensaimada de Iñaki Anasagasti, el Ferran Adrià de su propia cabellera.

En los tres partidos de la derecha había un inasumible desequilibrio facial: por un lado estaban los afeitaditos Casado y Rivera, iguales como burbujas de Freixenet, y por el otro los barbados Abascal y Espinosa de los Monteros, inclinando la balanza pilosa en favor de Vox. Abascal con una barba entre tercio de Flandes y Abderramán III, y Espinosa de los Monteros con ese barbón babilónico sobre el que Losantos ha soltado chanzas inolvidables. Ahora Casado ha tratado de ocupar con sus pelitos la inmensa estepa que había en medio. Dejando de paso a Rivera en la estacada lampiña: un destino de ‘baby face’ que deberá compartir con Errejón.

El asunto con Casado es que, más que ‘gravitas’, lo que ha logrado de momento ha sido, por un lado, resucitar el rajoyismo en su cara (¡después de tanto esfuerzo por liquidarlo!), y por el otro, como ha clamado Twitter, ser un doble de Alberto Garzón. Problema recíproco en este caso, porque ahora Garzoncito es también un doble del líder del PP. ¡El crepúsculo de las ideologías! ¡Y justo después de que Gillette haya aprendido que, en este campo, los experimentos hay que hacerlos con gaseosa!

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