THE OBJECTIVE
Marcela Sarmiento

Disparate

Con nueve años de edad yo cambiaba de ropa a mis muñecas. También me gustaba el deporte y tres veces por semana mi madre me llevaba a entrenar con el equipo de natación. Luego cambié de actividad y me dediqué al baile mientras algunas de mis amigas prefirieron el karate.

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Disparate

Con nueve años de edad yo cambiaba de ropa a mis muñecas. También me gustaba el deporte y tres veces por semana mi madre me llevaba a entrenar con el equipo de natación. Luego cambié de actividad y me dediqué al baile mientras algunas de mis amigas prefirieron el karate.

Con nueve años de edad yo cambiaba de ropa a mis muñecas. También me gustaba el deporte y tres veces por semana mi madre me llevaba a entrenar con el equipo de natación. Luego cambié de actividad y me dediqué al baile mientras algunas de mis amigas prefirieron el karate e incluso el fútbol que para aquellos años no era tan popular entre las chicas. Crecimos jugando a ladrones y policías empuñando armas imaginarias que cobraban vida con los gritos que dábamos para asustar a los del otro bando. Terminábamos discutiendo porque alguien hacía trampa. Todo se olvidaba y empezaba el juego otra vez. Fuimos niños privilegiados. Sin duda. Hay otros sin embargo, que protagonizan noticias sin sentido.

Una niña norteamericana sin haber cumplido 10 años ya tiene un cargo de conciencia, si es que sabe que significa, que la acompañará por el resto de su vida. Durante su clase de tiro perdió el control de su arma e hirió mortalmente a su instructor. Me pregunto que hace una pequeña manipulando un subfusil? Es un disparate sin proporción alguna.

No quisiera estar en el lugar de los padres quienes con el peso de la culpa intentarán darle alivio a su hija que también es otra víctima más de una historia que no parece tener fin. Continúa abierto el debate del uso de armas en Estados Unidos. Como siempre nadie calculó lo que iba a suceder. Un accidente como éste sería un hecho remoto para los entendidos en la materia. Pero en mi opinión, ante circunstancias tan absurdas cualquiera puede encontrar la muerte un día de sol con el mejor de los instructores y la alumna más obediente.

El entrenamiento a niños con armas de fuego es aterrador. En el primero de los casos es inadmisible que los padres de familia simpatizantes con ésta práctica, consideran que es mejor que desde pequeños sus hijos aprendan como utilizarlas y de esa manera sientan respeto y prudencia hacia el manejo de las mismas. Existen otras formas de aprendizaje. Otros considerarán que es más útil saber manejar un rifle que dominar el violín. Hay quienes se aventuran a decir que es mejor prepararlos por si se presenta una emergencia alguna vez en la vida. No hay argumentos que valgan. Todo es disparate. También lo son los niños de la guerra. Los que nacen en medio del conflicto armado y quienes no tienen otra opción de vida. No hay padres firmando la autorización para disparar. Deben empuñan un fusil para sobrevivir. Esa es la vida que están condenados a padecer. No es una práctica de fin de semana. En ambos casos los pequeños son víctimas de quienes se supone estamos aquí para protegerlos. Los adultos.

Esta fotografía y el video de la niña disparando junto a su entusiasta profesor ha dado la vuelta al mundo. Pasarán a la historia como otro episodio en la lucha contra el uso y acceso a las armas por parte de los menores de edad en Estados Unidos.

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