THE OBJECTIVE
Ricardo Dudda

Una pelea navideña

Hubo pelea familiar en Navidad. Un miembro de la familia, que ha vivido varios años en Barcelona, se quejó de la poca sensibilidad y empatía de los demás respecto al problema catalán. Su tesis era que nuestra actitud demostraba nuestra poca sensibilidad con las injusticias y las personas. Secuestró emocionalmente la discusión y la convirtió en una cuestión moral: si lo moral, lo bueno, era su postura, la discrepancia era inmoral. Nuestras respuestas solo eran válidas si eran para justificar su tesis, es decir, nuestra maldad. “Me entristece mucho que penséis así”. (Es alguien católico, que estuvo a punto de ser cura, y que siempre ha buscado evangelizar la familia en contra de nuestros deseos). Él se sentía obligado a hacernos despertar, a hacernos ver la verdad: cualquier oposición a esto era una prueba más de la necesidad de educarnos. Yo tenía argumentos en su contra, y he escrito y leído mucho sobre el independentismo catalán, pero era incapaz de contestarle. Buscaba un arrepentimiento.

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Una pelea navideña

Hubo pelea familiar en Navidad. Un miembro de la familia, que ha vivido varios años en Barcelona, se quejó de la poca sensibilidad y empatía de los demás respecto al problema catalán. Su tesis era que nuestra actitud demostraba nuestra poca sensibilidad con las injusticias y las personas. Secuestró emocionalmente la discusión y la convirtió en una cuestión moral: si lo moral, lo bueno, era su postura, la discrepancia era inmoral. Nuestras respuestas solo eran válidas si eran para justificar su tesis, es decir, nuestra maldad. “Me entristece mucho que penséis así”. (Es alguien católico, que estuvo a punto de ser cura, y que siempre ha buscado evangelizar la familia en contra de nuestros deseos). Él se sentía obligado a hacernos despertar, a hacernos ver la verdad: cualquier oposición a esto era una prueba más de la necesidad de educarnos. Yo tenía argumentos en su contra, y he escrito y leído mucho sobre el independentismo catalán, pero era incapaz de contestarle. Buscaba un arrepentimiento.

Aprovechando el calentón, también hizo una crítica moralizante contra la sociedad de consumo, desde una recién descubierta identidad de precario (se gastó una herencia en dos casas hace unos años). Al final su actitud se reduce a la típica arrogante y condescendiente de quien piensa que “a mi no me engañan”: todo el mundo se equivoca y yo tengo la responsabilidad moral de decírselo. Pero a mí me recuerda a una escena de Muchachada Nui. Un hombre entra en un bar con varios discos comprados en el Fnac. Le preguntan si los ha comprado con la oferta de 2×1. Él responde con cierto orgullo: “No no, yo de eso no me fío”.

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