THE OBJECTIVE
David Mejía

Compañero de naufragio

«Sabemos que no son las creencias las que deciden el voto, sino el voto el que decide las creencias, que nos movemos a ciegas por una meseta incierta»

Opinión
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Compañero de naufragio

Editorial Traficantes de Sueños | Wikimedia Commons

Benito Pérez Galdós recibía cada semana centenares de cartas de sus admiradores, y tenía la costumbre de compartir algunas con quienes acudían a su tertulia en el hotelito de Hilarión Eslava. Entre las más celebradas siempre estaban las de un «republicano de provincias» que, en su afán de hacer constar su comunión con las ideas del maestro, se dirigía a él como «Apreciable semejante».

Entiendo, y me enternece, el entusiasmo de aquel personaje anónimo: descubrir que alguien tiene acceso a tus pensamientos, y el don de convertirlos en ideas y esas ideas en lenguaje, es una sensación magnífica. Y me consta que muchos la sentimos cuando leemos a Félix Ovejero, padrino intelectual de la izquierda ilustrada, es decir, real.

No hemos hablado suficiente de su último libro, Sobrevivir al naufragio (Página Indómita, 2020), porque la pandemia se llevó todo por delante. Pero en este momento de orfandad política, de populismo cronificado, es más necesario que nunca. No es precisamente un tratado de optimismo, pero si lo fuera traicionaría una de sus principales premisas: toda intervención política debe ir precedida de una mirada honesta, un escrutinio científico de la realidad que no rehúya sus propios resultados. El reto de la democracia no es sobrevivir a una tiranía, sino sobrevivir a unas elecciones. De nuevo, el dilema de Juncker: «Sabemos exactamente lo que debemos hacer; lo que no sabemos es cómo salir reelegidos si lo hacemos». He ahí la paradoja: la dinámica electoral parece enemiga de los grandes retos de las sociedades. Y nuestros políticos han preferido ganar las urnas a ganar el futuro.

Ovejero relata en la introducción -en un estilo memorístico y jovial al que pronto debería consagrar a una obra entera- el ascenso de Zapatero a la Secretaría General del PSOE. El entonces joven diputado encabezaba la candidatura «Nueva Vía», que bien podía haber llamado «Vía Pirandello», pues aquellos personajes sin ideas andaban desesperados en busca de autor. Encontraron algunos, ilustres todos ellos, pero los principios habían dejado de importar. Y esa es una de las causas de que hoy nos hallemos en caída libre hacia el oscurantismo.

El problema de la actual deriva oscurantista es que se presenta sonriente: apela a una mutación ética, con la ingenuidad de que todo mejorará si la población es reeducada. Sobrevivir al naufragio señala el peligro de este supremacismo moral que hace de las emociones argumentos y las coloca por encima de los principios. Además, contamina nuestro diseño institucional que, en lugar de desplegarse para corregir nuestros vicios, termina reproduciéndolos.

Viendo la última comparecencia del presidente del Gobierno ratifiqué la importancia del libro de Ovejero. Gobierna un hombre sin ideas, frente a una oposición sin ideas, para una población más ideologizada que nunca. Y sabemos que no son las creencias las que deciden el voto, sino el voto el que decide las creencias, que nos movemos a ciegas por una meseta incierta. Pero hay personas que encienden una cerilla en la oscuridad. Y cuando los leemos sólo nos cabe decir «gracias, apreciable semejante», y celebrar que seamos compañeros de naufragio.

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