THE OBJECTIVE
José Carlos Llop

El otro Marías, el mismo

«Pero después de aquello y su escala, más ligera y abierta a otros lectores, en Los enamoramientos, han llegado tres novelas –Así empieza lo malo, Berta Isla y Tomás Nevinson– de una calidad literaria excepcional y es difícil hablar de excepción en la calidad, refiriéndose a Marías»

Opinión
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El otro Marías, el mismo

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A principios de siglo –llevamos ya más de un quinto gastado y eso nos permite emplear la expresión– me pidieron una lista de cinco libros europeos, los mejores del XXI, para el suplemento cultural de ABC. Recuerdo que cité Estambul, de Pamuk y El puerto de los aromas, de Lanchester. De los otros tres, ahora sólo recuerdo uno cuya inclusión me alegró especialmente. Digamos que había cierto orgullo de lector detrás de esa alegría. Era Tu rostro mañana, de Javier Marías, novela de novelas que comenzaron a finales del siglo XX, pero éste sólo era un detalle formal. Lo maravilloso de aquel libro lo hacía intemporal y tanto podía estar en el XX como en el XXI: aquí lo puse.

Me pregunté, supongo que como otros lectores suyos, qué pasaría después de aquel monumental tour de force. Marías había dicho en alguna entrevista que en ese momento no creía que pudiera escribir una nueva novela, que Tu rostro mañana quizá había agotado –decía en aquella entrevista– esa posibilidad. Algo así decía y agradecí que no añadiera que la novela estaba muerta o que iba a desaparecer de nuestras vidas, o que todo estaba dicho y ya no había nada que decir en el mundo después de lo dicho por uno. Una práctica irritante y extendida que algunos autores ejercen con el cinismo de Après moi le déluge, y encima creyendo que afirman algo nuevo y visionario (a la siguiente novela –que sí escriben– repiten sus premoniciones).

Tampoco creí, sin embargo, aquella frase que parecía fruto del natural cansancio que ha de producir haber escrito un novelón de casi mil cuatrocientas páginas. Lo que debe de quedar en una situación así son las ganas de salir de casa y no parar hasta llegar a Shangri-La y conocer a Kublai Khan y sus paraísos artificiales, sin pasar por Coleridge. Pero después de aquello y su escala, más ligera y abierta a otros lectores, en Los enamoramientos, han llegado tres novelas –Así empieza lo malo, Berta Isla y Tomás Nevinson– de una calidad literaria excepcional y es difícil hablar de excepción en la calidad, refiriéndose a Marías. Son tres novelas cuyo enclave en el tiempo –el último cuarto de siglo del XX– nos avisa no de un ‘adiós a todo eso’ o de un ‘adiós al siglo XX’, sino de un ‘recuerda todo eso’, porque todo eso pasó y fue y nos hizo también como somos ahora. De la Transición al terrorismo que no acaba o la actuación de los servicios secretos, latente y sutil homenaje a John Le Carré. Y lo que nos dio Así empieza lo malo y Berta Isla, se perfecciona –y el verbo no es del todo preciso porque ambas eran excelentes– en Tomás Nevinson.

La otra tarde volví a ver por enésima vez El Padrino. En su primera parte Clemenza le justifica a Michael Corleone el hipotético asesinato de Hitler en el Münich de antes de la guerra como un mal necesario que habría evitado otros peores. Pensé en Marías padre y su amor por el cine y en cómo ese argumento de Clemenza también se desarrolla en Tomás Nevinson a través de otras dos frases, una de un dietario alemán de la época y otra de una película de Fritz Lang. A partir de aquí, de esa posibilidad –matar a una mujer para impedir un mal espantoso y desconocido que aletea en un horizonte muy cercano–, Nevinson ha de elegir entre tres fotografías, tres vidas, tres pasados que nada tienen que ver con el presente y asesinar a la elegida, una posible ‘durmiente’. No contaré más.

Pero la trama que se desarrolla alrededor de ese eje es fascinante y es imposible abandonarla. Hay en ella intriga, misterio, humor, acción, meditación marca de la casa y algo que se celebra página tras página: el placer de narrar, el placer de contar y en él la huella de Dickens le da a la novela un aire distinto que dejan la de Shakespeare y Conrad no a un lado, pero sí más camuflada. Digo Dickens y hay varios personajes que son divertidamente dickensianos como hay un equilibrio entre el pensamiento circular e insistente del novelista Marías y el desarrollo de la acción. El papel –escaso pero de una cálida intensidad– de Berta, la mujer de Nevinson, como el retrato de María Viana –una de esas tres mujeres de la que quieres más–, o la ansiedad extrema que causa la escena del cuarto de baño, o las risas que provocan algunos personajes menores –maridos, cronista, camello…–, más la complejidad de Tom Nevinson, son absolutamente magistrales. Si tras cerrar Tu rostro mañana enmudecimos, al acabar Tomás Nevinson, la pregunta es: ¿y ahora?

De momento a mí me gustaría estar en la piel de alguien que todavía no haya leído la última novela de Javier Marías y le esté esperando en una librería. Menudo festín le aguarda.    

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