THE OBJECTIVE
David Mejía

Prohibir los anuncios de guarrerías

«No es lo mismo echar de menos los cines de la Gran Vía que las meriendas de los ochenta»

Opinión
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Prohibir los anuncios de guarrerías

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Leo que el Ministerio de Consumo prohibirá la publicidad, orientada a menores, de chocolate, azúcar, galletas, zumos, bebidas energéticas y helados, y me quedo atónito: había olvidado que existía el Ministerio de Consumo. En todo caso, la medida no es tan descabellada como otras. Y si estuviera demostrada la relación de causalidad entre la publicidad de ciertos productos y el sobrepeso infantil admitiría poca discusión; la obesidad infantil, a diferencia del fascismo, es un problema real.

Por el momento, la única relación de causalidad que ha quedado probada es la que existe entre las ocurrencias del Gobierno y las gansadas de la oposición. Ismael Sirio, Responsable de Comunicación Online del PP, subió una foto a sus redes mordiendo una tableta de chocolate y rodeado de dulces industriales bajo el epígrafe: «Que dice Alberto Garzón que va a prohibir nosequé».

Una cosa es temer las tentaciones prohibicionistas del Gobierno y otra hacer apología del consumo indiscriminado de Tigretones (me pregunto con qué nos sorprenderá Sirio cuando se regule la prostitución). En su crítica vibra el nervio liberal que considera que el Estado no debe prescribir estilos de vida y, por tanto, debe abstenerse de desincentivar el consumo de ciertos productos. Más educación y menos prohibición es un lema con el que es difícil discrepar, en parte porque presenta una falsa dicotomía. Pero fotografiarse enterrado en bollería industrial no parece la mejor manera de educar en una alimentación sana.

Hay quien se ha mostrado sorprendido de que el mismo gobierno que barrunta legalizar la marihuana apueste por prohibir la publicidad de galletas, como si ambas cuestiones tuvieran algo que ver; a esta hora, la venta de bollería industrial no es ilegal, aunque no descarten que en unos meses aparezca el ministro Garzón fotografiado junto a un alijo de conchas Codan. Sería la respuesta lógica a Sirio.

Además del temor liberal, detecto un cariz nostálgico en la reacción del PP. Como si impugnando el Bollycao se impugnara una parte de la infancia. Y quizá sea así. Eran otros tiempos. Hace cuarenta años lo industrial era cool y ser buen padre consistía en poco más que mantener a los niños con vida. Ahora son otros tiempos. Sabemos más sobre la relación entre alimentación y salud, y es justo poner ese conocimiento al servicio de los ciudadanos.

Últimamente no pasa un día sin que alguien nos recuerde que la nostalgia es un fantasma reaccionario, pero no es lo mismo añorar los cines de Gran Vía que la irrevocabilidad del divorcio. En este particular, considero que extrañar las meriendas de los ochenta se parece a extrañar los viajes en coches ahumados de tabaco, sin cinturón de seguridad.

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