THE OBJECTIVE
Esperanza Aguirre

Cuba, 64 años de dictadura

«Quizás lo peor, además del sufrimiento del pueblo cubano, sea ver cómo en España hay políticos que no disimulan su simpatía por la dictadura comunista»

Opinión
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Cuba, 64 años de dictadura

Ilustración. | The Objective.

El 1 de enero de 1984 yo llevaba apenas seis meses de concejal en el Ayuntamiento de Madrid, concejal de la oposición en aquella corporación municipal que gobernaba con una mayoría absoluta sobrada Tierno Galván. Ese día participé como ciudadana de a pie en una manifestación que, en los alrededores de Cuatro Caminos, reunió a algunos centenares de personas que queríamos protestar contra el régimen de Fidel Castro, que ese día celebraba los primeros 25 años de dictadura en la isla hermana de Cuba.

Nunca pude imaginar que 39 años después las razones que me movieron a ir a aquella manifestación iban a seguir vigentes porque la brutalidad y la opresión del régimen castrista siguen siendo las mismas, si no mayores, después de 64 años.

El próximo día 1 los comunistas cubanos celebrarán que ya llevan 64 años en el poder, en un poder absoluto y dictatorial que tiene sojuzgados y sometidos a los más de 11 millones de cubanos y que ha obligado a exiliarse a cerca de dos millones, lo que supone que un 20% de los cubanos han sido obligados a vivir fuera de su país por esa dictadura que no tiene parangón en el mundo. Una cifra que por sí sola ya valdría para descalificar rotundamente al comunismo que allí implantó Fidel Castro.

Y sin embargo ahí sigue la dictadura castrista cuyos balances son, en todos aspectos, los de una catástrofe política, moral y humana sin paliativos.

«Aparte del fracaso absoluto en lo económico, la peor consecuencia de la dictadura castrista es la represión absoluta de las libertades»

Cuando el 1 de enero de 1959 Fidel Castro y su gente se hacen con el poder, el PIB per cápita cubano era similar al español. Hoy el español es más de tres veces mayor que el cubano, y eso que, como hemos visto, el 20% de los cubanos están fuera de la isla. Demostración indiscutible del fracaso del socialismo real.

La diferencia de resultados económicos es tan abismal que no merece la pena perder el tiempo en glosar esos datos tan fríos como elocuentes.

Pero, a pesar de la contundencia de las cifras, los irredentos partidarios del comunismo como vía para alcanzar el paraíso en la tierra, todavía arguyen, para salvar su devoción comunista, que en Cuba la enseñanza y la medicina son modélicas.

Es verdad que en la Cuba de hoy está prácticamente erradicado el analfabetismo, pero hay que saber que en 1958 Cuba era, con un 18% de analfabetos, uno de los países mejor alfabetizados de Hispanoamérica. Para comparar, España tenía entonces un 11% de analfabetos.

En cuanto a la tan cacareada sanidad castrista también hay que saber dos cosas. La primera, que en 1958 era muy similar a la española (Cuba: una cama hospitalaria por cada 190 habitantes y un médico por cada 980 habitantes, y España: una cama por cada 200 habitantes y un médico por cada 870 habitantes). Y la segunda es que no debe ser tan magnífica cuando en 2006 tuvieron que recurrir al jefe de cirugía de nuestro Gregorio Marañón para que volara urgentemente a Cuba e intentara arreglar la situación médica del dictador después de haber sido intervenido en la isla. Algo que consiguió, como después comprobamos.

Pero aparte del fracaso absoluto en lo económico y lo social, que sufren en sus carnes los cubanos, la peor consecuencia de estos 64 años de terrible dictadura castrista es la represión absoluta de las libertades civiles más elementales, como las de asociación, reunión, manifestación, prensa y opinión. Una represión que ha fusilado a miles de compatriotas, que, durante décadas, ha perseguido a los homosexuales con una saña especial, y que ha llenado cárceles y psiquiátricos de cualquier ciudadano que se atreva a levantar la voz contra esa tiranía.

Otra siniestra consecuencia del régimen castrista la tenemos en su afán proselitista y en su decidida voluntad de exportar el comunismo a otras partes del mundo. No olvidemos que llegó a enviar a 300.000 soldados a Angola para instaurar allí un régimen comunista. O que el siniestro, e incomprensiblemente valorado por los occidentales más estúpidos, Che Guevara murió en Bolivia, donde estaba con la guerrilla para intentar hacerse con el poder.

«Las dictaduras de países como Venezuela o Nicaragua no se entienden sin la obra del comunismo cubano»

Exportar a todo el mundo, empezando por los países hispanoamericanos, ese siniestro modelo comunista, que, allá donde se aplica, lleva siempre miseria económica y moral, además de represión y desaparición de la libertad, los castristas no lo han llevado a cabo sólo con expediciones militares.

Las dictaduras de países como Venezuela o Nicaragua, disfrazadas de farsas democráticas, y la deriva de otros, como Chile, Argentina, Perú, Bolivia o Colombia, que llaman populista por no llamarla por su auténtico nombre, que sería el de comunista, no se entienden sin la obra del comunismo cubano. Que les ofrece un modelo basado en el odio, en la persecución política del disidente, en la tortura y, si llega el caso, en el asesinato. Un modelo que les ofrece a través de la propaganda, pero también a través de los asesores en represión que actúan en esos países. Cuba es, desde hace 64 años, un país exportador del mal.

Pero ante el caso cubano, que, con 64 años de dictadura, se acerca ya al récord soviético, que estuvo 72 (desde 1917 a 1989), hay que llamar la atención sobre el también siniestro papel que representaron muchos de los llamados intelectuales occidentales, que miraron a Castro y los suyos con enorme simpatía y, así, hicieron que fueran aceptados por los países libres. Es verdad que muchos de estos intelectuales, empezando por mi admirado Vargas Llosa y siguiendo por otros como Jorge Edwards o Guillermo Cabrera Infante, han sido luego los mayores críticos del castrismo, pero que hicieron daño a la causa de la libertad es un hecho.

Al recordar con rabia estos 64 años de tiranía quizás lo peor, además del sufrimiento del pueblo cubano, sea ver cómo, en la España de hoy, hay políticos y formaciones políticas que no disimulan su simpatía por la dictadura comunista cubana. Y que algunas de esas formaciones están en la coalición que nos gobierna, y que algunos de esos políticos ocupan puestos de alta responsabilidad en la estructura de nuestro Estado.

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