THE OBJECTIVE
José Carlos Rodríguez

Covid: gobiernos y 'big tech' contra la ciencia

«Uno de los pilares de la conspiración de la Administración estadounidense con las ‘big tech’ consistió en llamar conspiranoicos a quienes denunciaban lo que ellos mismos estaban haciendo»

Opinión
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Covid: gobiernos y ‘big tech’ contra la ciencia

Ilustración. | The Objective.

El mundo es más divertido tras la compra de Twitter por parte de Elon Musk. El empresario se ha gastado 44.000 millones de dólares en el juguete, pero se ve que él se está divirtiendo con ello, y no es para menos. Pero no todo lo que está dejando ver de los entresijos sobre la intervención de la Administración en Twitter tiene la misma gracia. 

Sabemos que, por indicación del FBI, Twitter censuró la información que revelaba el contenido de un laptop que pertenecía a Hunter Biden, hijo del vicepresidente y candidato demócrata Joe Biden. Sabemos que, también por indicación del poderoso Estado americano, creó listas negras. Conocemos cómo llegó a censurar la cuenta de Donald Trump. Lo que empezamos a conocer ahora es el modo en que la Administración utilizó Twitter para censurar los mensajes críticos con el modo en que se había planteado la lucha contra la pandemia. 

Twitter es la única red social que ha caído en manos de un empresario lo suficientemente rico e independiente como para contar la política de censura de las Administraciones Trump y Biden. Eso quiere decir que es la única que ha abierto sus tripas para que veamos todo lo que ocurría en ellas. Pero no es la única que ha colaborado, no sin cierto agrado, en la política censora del Gobierno estadounidense. Facebook, Google o Microsoft también han participado en esta alianza contra la ciencia, y contra la sociedad. 

Twitter censuró unas 11.000 cuentas que se habían mostrado críticas con la vacuna experimental, o con los confinamientos o la imposición de las mascarillas. Algunas de las cuentas que censuró Twitter por las presiones del Gobierno federal eran de verdaderos especialistas, que compartían su opinión mejor fundada. El motivo para acabar con esas opiniones no era la falta de base científica, sino su colisión con la política oficial. 

«Los gobiernos han luchado contra la ciencia con más ahínco que el que han demostrado contra la pandemia»

Los documentos internos de la red social muestran que varios funcionarios de la Administración Biden se reunían habitualmente con empleados de Twitter, y les hacían llegar sus exigencias. La empresa no cedió en todos los casos. Los funcionarios reaccionaron «muy enfadados» ante los escrúpulos de la red social. 

Es más, las políticas anticovid se revistieron con el manto de la ciencia. Y en su nombre se cerró la posibilidad de discutir a quienes, simplemente, tenían un criterio distinto. De este modo, en nombre de la ciencia se ha acabado con un elemento esencial del proceso científico, que es la libertad de alcanzar posiciones distintas de las establecidas, y discutirlas abiertamente. Los gobiernos han luchado contra la ciencia con más ahínco que el que han demostrado contra la pandemia.

Allí donde la censura no fue suficiente, se optó por desacreditar a los críticos. Es relativamente fácil. Uno de los pilares de la conspiración de la Administración estadounidense con las big tech consistió en llamar conspiranoicos a quienes denunciaban lo que ellos mismos estaban haciendo. A muchos les sobra interés o les falta inteligencia para sobreponerse a un ardid tan burdo.

Nada de lo que se ha hecho público es nuevo, en realidad. Cualquiera que participe en la red social sabe que se censuraban las cuentas críticas con la posición oficial. Es imposible acabar con las voces que se pronuncian contra la posición de los gobiernos y que no se sepa. La novedad no está en el conocimiento de los hechos, sino en que es la propia empresa la que reconoce, por un lado, y denuncia, por otro, la censura de la que fue partícipe. 

El Gobierno censura y el agua moja; eso ya lo sabemos. La novedad está en la colaboración, quizás no entusiasta pero sí voluntarista, de las grandes empresas tecnológicas. Un caso claro es PayPal, la plataforma de pagos creada, precisamente, por Elon Musk, entre otros. PayPal desmonetizó la organización del periodista Toby Young Free Speech Union, que precisamente defiende el ejercicio de la libertad de expresión. E hizo lo mismo con The Daily Sceptic, que alberga noticias y análisis críticos con las políticas anticovid. 

Estamos en el tercer día del año, y ya se escuchan las frases que comienzan con «parece mentira que en 2023…». Quienes adoptan estas expresiones pensarán que la historia tiene un sentido. Y se sorprenderán al comprobar que su idea de hacia dónde tenemos que ir no queda refrendada por todas las manifestaciones de la sociedad actual. A mí, que en 2023, e incluso en 2022, la política no se guíe por el amor a la libertad y por un sagrado respeto a la ciencia no me sorprende. Lo sorprendente hubiera sido lo contrario.

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