THE OBJECTIVE
Alejandro Molina

Manejar la frustración de Irene Montero

«Quien ha hecho del Código Penal su campo de juego político no puede, so pena convertirse en déspota, confundir el ‘espíritu de la ley’ con sus fines ideológicos»

Opinión
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Manejar la frustración de Irene Montero

Ilustración de Erich Gordon.

Ya es oficial. Tras cuatro meses de vigencia de la ley del solo sí es sí y trescientas revisiones de condena después, el diario gubernamental par excellence nos daba cuenta este sábado de que «no se sabe aún cómo lo hará, y no parece sencillo, pero lo que hay es una decisión política del presidente, Pedro Sánchez, de hacer algo para frenar la sangría de imagen para el Gobierno».

Como aclara el remitido, se trata solo de política-imagen; porque jurídicamente no puede aplicarse retroactivamente una nueva reforma legal que perjudique a ningún reo por hechos anteriores a su entrada en vigor. Técnicamente no hay solución: las revisiones favorables –que nunca se producirían- seguirán llegando en un continuo goteo hasta la última celda donde haya un condenado beneficiado por la ley del solo sí es sí.

Asumido que la avería legislativa ya no tiene remedio y descontadas las medidas de marketing, vamos a lo mollar para ti, Pedro: cómo manejar la frustración de la ministra que encarna (probablemente como candidata) la otra muleta sobre la que -junto con la del secesionismo convicto- habrías de sostenerte en una nueva investidura.

Al igual que Irene Montero, que es licenciada en Psicología, no sabe una palabra de Derecho, yo no sé una palabra de Psicología. Pero así como ella se aventura a despachar leyes orgánicas de reforma del Código Penal, yo no me atrevo sugerir el manejo de su frustración sin echar mano de los expertos. Así, tengo leído que entre los jóvenes es muy frecuente -nos dicen los psicólogos- que aparezcan problemas para tolerar la frustración cuando no consiguen algo que desean o la atención de los demás. En el caso de Irene, en la elección de su deseo tiró por elevación, y siguiendo al utópico Petrashevski, ella, «incapaz de encontrar nada en los hombres o en las mujeres que mereciera [su] adhesión, decidió dedicar[se] al servicio de la humanidad»; al de la mitad de la humanidad para ser exactos, la integrada por las mujeres, o eso dice ella. A ver quién es el guapo que tasa esa frustración.

«La ministra está aún en la fase de rabia y ella no tiene culpa de nada»

Visto el servicio prestado a la mitad de la humanidad por Irene y su ley, veamos, Pedro, el abordaje de la frustración de su anhelo. Lo primero, nos alertan los expertos, es la importancia de distinguir entre la rabia y la frustración. Son, explican, conceptos diferentes, aunque frecuentemente desencadenen reacciones muy parecidas. Cuando sentimos frustración nos culpamos a nosotros mismos por no materializar un deseo determinado. Sin embargo, al experimentar rabia sentimos que la culpa es de otros. Vaya por dios. Tengo para mí que la ministra está aún en la fase de rabia, porque hasta hoy mismo tiene declarado que es el machismo de los jueces lo que impide la aplicación de la ley según su recto entendimiento y espíritu, y que ella no tiene culpa de nada. Por contra, si Irene estuviera ya en la fase de tolerar su frustración, le serviría para superar retos futuros (por allá asoma ya su ley trans) con inteligencia y determinación; la legitimaría a perseguir sus sueños, le daría energía para no temer al fracaso o las equivocaciones, la haría sentirse fuerte y segura. Esto nos dice la Psicología.

Mas ¿qué puedes hacer tú, Pedro, como presidente? Habla con tu ministra adolescente sobre sus sentimientos, esto le ayudará a procesar sus emociones. Compartir lo que es frustrante o abrumador para ella puede proporcionarle una sensación de alivio. Estar cerca y conocer qué pasa con las emociones de tus socios de gobierno te ayudará a entenderlos, pero sobre todo a sentir que pueden contar contigo, y, sobre todo, que tú puedes contar con ellos para seguir siendo presidente.

Pero mientras abordas psicológicamente la frustración de Irene, Pedro, recuerda que quien ha hecho del Código Penal su campo de juego político no puede, so pena convertirse en un déspota, confundir el «espíritu de la ley» con sus objetivos ideológicos. El espíritu, la interpretación teleológica o finalística de la norma penal no es libre, está acotada y ha de ser restrictiva, y es el legislador que malogró su redacción quién ha de asumir su responsabilidad, y no trasladarla a los jueces para que la apliquen según aquellos fines ideológicos.

Esto pasa cuando todo problema se quiere arreglar, y construir al hombre nuevo, por la vía punitiva. En el 15-M, cuya inspiración ideológica reivindican, les faltó una pancarta: «SOMOS JÓVENES, CAMBIAREMOS EL MUNDO: DADNOS EL CÓDIGO PENAL». Díselo, Pedro.

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