THE OBJECTIVE
Fernando Fernández

Preocupante optimismo

«Una vez más, porque se lo exige el guion electoral, empieza un Gobierno socialista a ver brotes verdes en la economía antes de tiempo»

Opinión
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Preocupante optimismo

Ilustración de Erich Gordon.

La publicación del dato preliminar del crecimiento de la economía española en 2022 y la contención de la inflación en enero han servido para echar a volar el optimismo económico y la imaginación electoral. Optimismo injustificado que, siendo justos, no es solo pecado español, sino que ha impregnado gran parte de la reacción de los mercados financieros tras la publicación de las Perspectivas Económicas del FMI, hasta contaminar el debate político en Europa. Quizás la reacción más ponderada ha sido la de Barclays Research que en un nota publicada el 31 de enero titulaba: Europa escapa de la recesión técnica por unastechnicalities‘, unas precisiones para iniciados. En el caso de la actividad económica en Europa, el fortísimo crecimiento irlandés vinculado a la metodología estadística de medición en el PIB de la contribución de la inversión en propiedad intelectual de las multinacionales, y el movimiento de los inventarios en el sur mediterráneo. Pese a la moderación de la inflación, pronostican tipos más altos durante más tiempo porque la inflación subyacente se resiste a bajar.

Pero vayamos a España. El PIB creció en 2002 el 5,5%, por encima de todas las previsiones. Y la inflación se mantuvo prácticamente estable en enero, en el 5,8%. Con estos datos le ha faltado tiempo al presidente Sánchez para sacar pecho y fustigar a la oposición por agorera. No podíamos esperar otra cosa de quien ha hecho de martillo de herejes y líder de la oposición a la oposición toda la legislatura. Pero deberíamos exigir un poco más de análisis a sus ministros del ramo, y añorar un poco de rigor en el tratamiento de la información económica a los medios, al menos los especializados que no sean meras correas de transmisión de consignas. Porque ambos datos, crecimiento e inflación, son malos, peores de lo esperado, y aventuran un año muy difícil a nuestro país. Tan difícil que los analistas internacionales coinciden en señalar que España está al borde de la recesión y hay quien culpa a nuestro país de que el BCE tenga que volver a subir 50 pb los tipos de interés. Permítanme que intente explicárselos.

Empecemos por el crecimiento. El peor error que puede cometer un responsable de la economía es hacer política con el retrovisor. Y eso es precisamente lo que está haciendo este gobierno. Sin aburrirles con excesivas elucubraciones técnicas, bastan unos pocos datos para contarlo. Primero, desde la llegada de la nueva presidenta, el INE revisa con frecuencia y cuantía inusual sus cifras preliminares, lo que debería llevarnos a la cautela al interpretar sus primeras estimaciones, aunque solo sea por vergüenza torera. Pero claro eso exigiría un país en el que la coherencia y la verdad fuesen un valor político. Segundo, el crecimiento del año pasado se debe fundamentalmente a la fuerte revisión al alza del dato del primer y segundo trimestre, con anterioridad a que se notasen los efectos de la invasión rusa de Ucrania. Lo que vino después es un estancamiento con inflación. Y allí seguimos. Tercero, el magro crecimiento del último trimestre, 0,2%, se debe (i) al colapso de las importaciones, con lo que el sector exterior tiene una aportación temporal positiva al crecimiento del PIB, (ii) al fuerte dato de acumulación de inventarios, producción que no se ha podido vender por el derrumbe del consumo privado, y que no augura nada bueno, y (iii) al exuberante consumo público a medida que las administraciones han hecho esfuerzos denodados para gastarse la recaudación impositiva extraordinaria que les ha proporcionado la inflación. Y de paso si caen algunos votos mejor, que bien necesitados estamos de alegrías electorales. El problema es que ninguno de esos tres factores puede repetirse en los trimestres siguientes. Y que la inversión en capital fijo cae con fuerza, a pesar de toda la propaganda con los fondos europeos. Un político responsable se preguntaría entonces de dónde va a venir el crecimiento este año. Y la respuesta debe estar en el viento, porque solo parecen confiar en que la guerra acabe pronto y que los bancos centrales se preocupen de saber quién les ha nombrado y dejen ya de fastidiarnos con tanta subida de tipos de interés. A ver si vamos a tener que mandarles un Conde-Pumpido.

«La inflación subyacente ha llegado al 7,5% y todos los analistas coinciden en que seguirá haciéndolo al menos hasta el verano»

Si vamos a la inflación, la realidad no es mejor. La inflación subyacente, la que mejor refleja las tensiones de precios y anticipa el futuro, continúa subiendo y ha llegado al 7,5%. Y todos los analistas coinciden en que seguirá haciéndolo al menos hasta el verano. Las negociaciones salariales, salario mínimo y pensiones incluidos, apuntan a establecer un suelo del 5% a la inflación española en el 2023. Lo que sin duda modificará por largo tiempo las expectativas y el comportamiento de los agentes económicos y sociales. Los errores de muchos han sacado el genio de la inflación de la botella y costará tiempo de políticas restrictivas hacérselo olvidar de nuevo a los agentes sociales. Lean despacio los interesados la nota de la reunión el miércoles de la Reserva Federal americana y aplíquense el cuento. El discurso político no ayuda nada, con un presidente justiciero que se felicita de haber doblegado los precios a golpe de intervención en los mercados y brama en sede parlamentaria contra un conocido y exitoso empresario porque gana mucho dinero y aun así sube los precios de la cesta de la compra. Será ruin, aunque sea la misma persona que hace unos meses recibió todo tipo de parabienes gubernamentales, precisamente cuando no debía, por subir sueldos con el IPC a sus no precisamente escasos empleados. Quizás entonces no le preocupaban tanto, ni a él ni al Gobierno, los temidos efectos de segundo orden.

Una vez más, porque se lo exige el guion electoral, empieza un Gobierno socialista a ver brotes verdes antes de tiempo. Un Gobierno que pone el altavoz a todo volumen para hacer ensordecer cualquier atisbo de análisis económico objetivo. Son malos tiempos para pensar con independencia, es la hora de repetir consignas. No es momento de mirar los datos, sino de ponerse firmes y gritar muera el fascismo, la inflación ha sido derrotada, crecemos como leones. La última vez acabó francamente mal. ¿Se acuerdan del sorpasso a Italia, de España jugando la Champions económica con Francia y Alemania y del sistema financiero español enseñando al mundo a hacer banca? Entonces se trataba de ocultar la realidad de una economía construida a base de inmobiliario y crédito fácil y llegar triunfantes a las elecciones. Mientras, en privado, pedían confianza a los inversores y les aseguraban que tenían todo controlado y sabían lo que tenían que hacer cuando ganasen las elecciones. Pedían paciencia y prometían hacerlo bien la segunda vez. No les dio tiempo. Y el país entró en una larga decadencia en renta per cápita de la que aun no se ha recuperado.

Cuando oigo a los responsables describir la realidad económica española, la música me suena demasiado. Cierto, el Gobierno cuenta ahora con una Europa más necesitada de éxitos y más alegre en el gasto público. Pero también con una economía mucho más endeudada, unos mercados financieros bastante más escépticos, porque están todavía lamiéndose las heridas de los excesos de deuda pasados, y con unos bancos centrales que han recuperado la memoria histórica de los males de la inflación enquistada. Un año es demasiado tiempo para confiar en el gasto público y en los tanques ucranianos como únicos motores del crecimiento. Me temo que será un año más largo que los temibles 90 minutos en el Bernabéu.

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