THE OBJECTIVE
Ricardo Dudda

Nueva era terapéutica

«Todos somos escritores de nuestra propia historia y estamos construyendo constantemente nuestras marcas personales: ser vulnerable es ser invencible»

Opinión
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Nueva era terapéutica

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En una columna reciente, Alberto Olmos escribe: «Hoy, la queja, la desgracia y la penalidad dan […] bastante lustre, y hay como un negocio en ser víctima y como una nueva naturalidad en manifestar que uno lo está pasando mal, incluso muy mal, al punto de que esa exhibición se entiende como canjeable socialmente. Se exige de los demás compensación por sufrir». Me ha recordado a La cultura de la queja, de Robert Hughes. Lo publicó Anagrama en 1992 y está lleno de reflexiones provocadoras sobre la cultura estadounidense, y por ende la cultura occidental; es un libro que Anagrama no se atrevería a reeditar hoy, a pesar de que sus reflexiones siguen siendo muy vigentes. Hughes narra unas guerras culturales victimistas, sentimentales, quejicas: todo el mundo busca su niño interior «y se convierte en su propio Buen Salvaje». 

Hughes critica la idea de que «ser vulnerable es ser invencible». No defiende que embotellemos nuestras emociones; lo que critica es que esa vulnerabilidad se publicite y use como soborno o chantaje emocional colectivo. Es la vulnerabilidad también como blindaje. Algunos autores usan esa estrategia para evitar las críticas: sus obras son lamentos melodramáticos sobre un drama personal, gracias al cual se salvan del juicio de los demás. ¿Cómo criticar un libro en el que, por ejemplo, una escritora habla de la muerte trágica de su hijo, o de su marido? La tendencia autobiográfica en la literatura es una subtrama de la cultura de la terapia: hay que abrirse, y cuando uno se abre los demás no tienen derecho a criticarle. Pero también ocurre en redes sociales, donde todos somos escritores de nuestra propia historia y estamos construyendo constantemente nuestras marcas personales: ser vulnerable es ser invencible, y también viral.

«El narcisista y el psicópata hablan hoy de ‘responsabilidad afectiva’».

Hughes murió en 2012; no pudo vivir esta nueva era terapéutica, en la que la therapy speak, o el lenguaje terapéutico, abunda en redes sociales. Como escribe Sarah Manavis en The New Statesman, «la terminología que antes era exclusiva de psicólogos y terapeutas se ha convertido en habitual en cierta forma de hablar a la gente en Internet: las personas son ‘tóxicas’, no ‘respetan tus límites’ o sobrepasan tu ‘capacidad emocional’». Igual que hay machistas hoy que se escudan tras el concepto «aliado», el narcisista y el psicópata hablan hoy de «responsabilidad afectiva».

¿Y todo esto qué tiene que ver con la política? Más de lo que parece. Hughes hablaba en 1992 de «una sociedad obsesionada con todo tipo de terapias que desconfía de la política formal; que se muestra escéptica ante la autoridad y cede fácilmente a la superstición; cuyo lenguaje político está corroído por la falsa piedad y el eufemismo». En cierto modo seguimos en ese escenario, pero radicalizado, viralizado, hiperbolizado. Como dice la periodista Meagan Day, «muchas de nuestras patologías provienen del hecho de que vivimos en una era de politización sin política». ¿Esto que significa? Que todo es política, todo está politizado, pero la política ha perdido su capacidad de cambio, y las herramientas que antes servían hoy están caducadas. Es un drama sin un escenario donde representarlo. 

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