THE OBJECTIVE
Daniel Capó

La libertad necesaria

«Lectura, deportes, matemáticas, idiomas, exigencia, buenos maestros, libertad: no parece que un sistema educativo necesite mucho más para dar buenos frutos»

Opinión
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La libertad necesaria

Ilustración de Erich Gordon.

Soy bastante escéptico con las ventajas pedagógicas o académicas de las escuelas diferenciadas, pero bastante menos con las virtudes de la libertad. No entiendo qué tiene de bueno imponer nuestras convicciones a los demás, como si hubiera una sola verdad respetable y la pluralidad en sí misma no fuera, la mayoría de veces, una virtud democrática. En Estados Unidos y en muchos otros países, no sólo son habituales los colegios especializados –en matemáticas, por ejemplo, o en arte, música, deportes…– sino también la práctica del homeschooling, que centra todo el peso de la educación en los padres y en la familia (con gran éxito académico, por cierto). Aquí, en cambio, todo lo que no sea uniformización resulta motivo de inquietud.

Si nuestro sistema de enseñanza fuera un modelo de éxito internacional –como el de Singapur o, aunque ya puesto muy en duda, el de Finlandia–, quizás tuviéramos de qué presumir pero tristemente no es el caso. Al contrario, muchas de nuestras comunidades autónomas encabezan las listas europeas de fracaso escolar, sin que ese agravio comparativo suponga –al menos de acuerdo con los informes PISA– que abunden los buenos alumnos.

Gregorio Luri nos recuerda, y con razón, que hay muchas Españas distintas y que hay regiones de éxito (Castilla y León, por ejemplo) y otras en el furgón de cola (la mía, Baleares, sin ir más lejos). El tono general, sin embargo, no es para nada optimista; a no ser que entre en juego la libertad. Quiero decir que, cuando algo no funciona –y la calidad de la enseñanza es más que un algo– sin que nos pongamos de acuerdo en cómo arreglarlo, convendría dejar a la libertad tomar la iniciativa. Probando, probando quizá se diera con la tecla adecuada.

«El impacto en el futuro de un niño de una buena biblioteca familiar o de un plan de lectura escolar es incalculable»

En general, los padres pueden estar engañados, equivocados o confundidos, pero quieren lo mejor para sus hijos. Saben que en un mundo globalizado el inglés es importante y que en un mundo tecnológico las matemáticas también lo son. De ahí que paguen clases y clases de repaso de estas materias. Por otro lado, saben que en un mundo competitivo –y el nuestro cada vez lo es más– para ganar hay que competir, por lo que no es extraño que la socióloga de Harvard, Hilary Levey Friedman haya acuñado el concepto de «capital competitivo» refiriéndose al papel formativo del deporte extraescolar en la formación de los niños. Y saben –o deberían saber– que la lectura cuenta, y mucho, como demuestran los estudios internacionales. El impacto en el futuro de un niño de una buena biblioteca familiar o de un aceptable plan de lectura escolar resulta incalculable.

Lectura, deportes, matemáticas, idiomas, cultura, exigencia, buenos maestros, libertad: no parece que un sistema educativo necesite mucho más para dar buenos frutos. Transmitirlo del mejor modo posible –en un país que no se caracteriza por su éxito precisamente– tiene mucho de prueba y de error, de experiencia testada año tras año. Y esto, a su vez, parece exigir una pluralidad de modelos que permitan comparar y elegir.

Debería haber determinados colegios que siguieran una enseñanza clásica y memorística, y otros que se especializasen en ciencias puras. Debería haber unos colegios para alumnos con altas capacidades y otros orientados a saberes más prácticos. Debería haber –¿por qué no?– colegios públicos cuya lengua vehicular fuera mayoritariamente el inglés, el alemán o cualquier otro idioma si un número suficiente de padres así lo solicitara. Y tendría que permitirse el homeschooling y la escuela diferenciada, como un ejemplo más de pluralidad democrática. Decía Richard Rorty que, si defendemos la libertad, la libertad ya se encargará de defender a la verdad. Y esto supone respetar opciones muy distintas y muy distantes a lo que serían las nuestras en primer lugar.

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