THE OBJECTIVE
Antonio Elorza

El arca de Noé

«No basta con distanciarse de Unidas Podemos. Yolanda Díaz tiene que hablar y proponer claro. La sonrisa puede ser una máscara»

Opinión
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El arca de Noé

La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz.

La entrada en escena de Sumar ha servido de agua de mayo para aliviar el desánimo y las malas expectativas de la izquierda tras el golpe que acaban de sufrir. Los datos están ahí, dando lugar a comentarios convergentes en su mayoría. El electorado español ha respondido con el no al plebiscito planteado por Pedro Sánchez en unas elecciones que respondían a otra problemática; provocó un retroceso del PSOE, mucho más grave en pérdida de poder que en votos; la hábil política de ERC, empujando al Gobierno a una concesión tras otra por medio del «diálogo», fue rechazada por muchos independentistas catalanes, debilitando así una de las piezas claves de la táctica de Sánchez, y, finalmente, su extrema izquierda en el Gobierno sufrió un descalabro irreparable.

En tales circunstancias, las expectativas de voto a Sumar, confirmadas por las diferentes encuestas, abren el único resquicio para que Pedro Sánchez siga en el poder después del 23-J. El frente amplio de Yolanda Díaz se presenta así ante todo como un movimiento salvavidas para la fórmula de gobierno sostenida a escala nacional por la alianza PSOE-izquierdismo ahora desautorizada por los ciudadanos.

Lo peor es que tal como se nos ha contado su composición, Sumar aparece también, y en primera instancia, como un frente electoral destinado a servir de salvavidas para formaciones menores en retroceso o en riesgo de desaparición, e incluso para micropartidos que así podrán alcanzar una representación. Sumar cobra así el aspecto de un arca de Noé, con la política gallega en el puesto de mando del personaje bíblico. También podría hablarse del cuento de Blancanieves y los siete enanitos, aquí multiplicados.

En cualquier caso, el balance inicial es que nos encontramos ante lo contrario de lo que parecía sugerir el empeño declarado de Yolanda Díaz: un necesario remaking, la reconstrucción de la izquierda, atrayendo energías sociales hasta ahora marginadas o encubiertas, y elaborando un proyecto de conjunto gracias a una ininterrumpida dedicación suya a «escuchar». Por el contrario, lo que tenemos delante es la subida a su autobús electoral de formaciones heterogéneas, sin que previamente hayan tenido lugar otra cosa que encuentros bilaterales donde, como era lógico, todo acababa girando en torno a cuotas de poder. De cara al electorado, la apuesta es que el atractivo de Yolanda -de ahí su imagen en las papeletas de voto- se imponga al popurrí de componentes, de alguno de los cuales nada se sabe, mientras de otros casi es mejor no saber nada.

«Guste o no, la presencia de Podemos era inevitable, al ser el único que poseía una implantación general»

Si repasamos esa composición del menú, encontramos en primer lugar necesariamente a UP, llamémosle Podemos. Guste o no, su presencia era inevitable, al ser el único que poseía una implantación general, aunque fuese en declive, y una marca que conserva alguna clientela. Menos conflictiva, resulta natural la presencia, y muy activa, de IU. Otro tanto cabe decir, aunque en conflicto con las anteriores, de la participación de Más Madrid o Más País. No en vano es un firme apoyo de Yolanda, incluso en el plano simbólico, por ser dentro de sus límites el único movimiento que desde su aparición, escindido de Podemos, parece dotado de un impulso renovador.

Las dos incorporaciones cuasi-nacionalistas, Catalunya en Comú y Compromís, eran también lógicas, así como las de esas hijuelas compartidas que son Més Mallorca y Més Menorca. Del resto, la Chunta puede exhibir su ejecutoria, avalada en el pasado por aquel tipo estupendo que fue Labordeta, y lo demás nada: siglas que tapan grupúsculos, unos nacionalistas (¡en Asturias!), otros izquierdistas o las dos cosas a la vez. Muertos vivientes.

Una vez que tengan lugar las elecciones, será difícil ir a ningún sitio con tal confederación de fragmentos. Hasta ahora Yolanda Díaz ha podido jugar con dos bazas. Una, su buena imagen de política reformadora y pactista en tiempos difíciles. El capital a conservar. Otra, que en las circunstancias actuales de nuestro país, en medio de una decepción política muy extendida, las opciones políticas se determinan, no por preferencias a favor de una oferta política dada, sino como mal menor frente a aquello que se quiere evitar.

Muchos votarán a Feijóo porque no soportan más a Pedro Sánchez, otros muchos seguirán votando socialista ante la llegada del monstruo bicéfalo PP-Vox, y en este escenario de vacíos la oferta de Yolanda Díaz tiene en su favor que no tiene tras de sí un currículum de errores y que supone en apariencia el entierro definitivo de la política antisistema -y descerebrada a veces- de UP.

Sucede, sin embargo, que el cadáver de UP dista de estar enterrado del todo, ya que Sumar necesita el trasvase de sus votos, y por otra parte jugará a ser -con  Pablo Iglesias en la trastienda- una rémora para toda elaboración programática, y en esa labor de obstáculo contará con los grupúsculos que tenemos ya como partes integrantes suyas. Pensemos en los posibles factores desviantes en este cóctel: la mezcla de la Liga trotskista y del Movimiento Comunista que informa Batzarre, los nacionalismos de Izquierda Asturiana o del Drago con rastas, el parentesco con ERC de las izquierdas baleáricas o, en fin, las gotas de marxismo-leninismo que puede destilar la presencia del PCE de Enrique Santiago. Si todo va viento en popa para todos, la nave con su arca irá, pero en otro caso será difícil evitar que embarranque o siga un rumbo equivocado, o se limite a dar tumbos en su acompañamiento de Sánchez.

«Yolanda Díaz necesita precisar qué tipo de organización estatal promueve»

Una nueva izquierda necesita precisar qué tipo de organización estatal promueve, más allá de oponerse a la centralización y al «españolismo» de la derecha. Si Yolanda Díaz aspira realmente a renovar el país, a racionalizar la organización democrática de España, tiene que abordar la cuestión del federalismo, y ahí todos sus confederados de Cataluña, Valencia, Baleares, etc. se le van a oponer. Solo falta que desde su proclamado galleguismo impulse las tendencias a la disgregación. Con la experiencia de Podemos tuvimos ya suficiente.

En el orden socio-económico tiene que acotar las reformas a lo que su praxis ha puesto de relieve, y ahí tropezará con los ingredientes izquierdistas de Sumar. Y tiene que precisar el tipo de relación que aspira a mantener con la izquierda realmente existente, con el PSOE: si la política de Pedro Sánchez fue excelente, ¿qué papel es el suyo?

La composición de su lista electoral por Madrid apunta ya a la presencia de los problemas enunciados. La saludable iniciativa de Más País, con el número tres de la ingeniera saharaui Tess Sidi, marca una apertura, y también un salto a lo desconocido. Asumir la causa saharaui es rechazar de plano la política de sumisión, humillante e inútil, de Pedro Sánchez respecto de Marruecos. ¿La pondrá en cuestión entonces Yolanda Díaz o nos quedaremos en el esquema de «ponga un saharaui en su mesa» del viejo filme de Berlanga?

Y estamos ante la sorpresa del número dos, un alto cargo diplomático, fichaje espléndido por su prestigio personal, pero con una doble sombra: la primera, la de su proximidad en el pasado a Moratinos, un ministro que osciló entre el progresismo fácil y miope (Alianza de Civilizaciones, aún hoy su sinecura) y el militante a favor de las dictaduras tipo Cuba. El siniestro Zapatero del día en América Latina. Con el PCE también a su lado, el desarrollo de su anunciado «multilateralismo» por Yolanda Díaz puede significar un regreso agravado a las posiciones que ya mantuvo Podemos. O en el mejor de los casos, en el alineamiento estricto de Sumar con Sánchez, que le habría proporcionado este refuerzo.

En suma, no basta con distanciarse de UP. Yolanda Díaz tiene que hablar y proponer claro. La sonrisa puede ser una máscara.

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