THE OBJECTIVE
Joaquín Leguina

¿Unas segundas elecciones? No es lo peor

«La primera incógnita a despejar es si para el PP es mejor ir a unas nuevas elecciones que ver cómo España se mete en una dinámica sanchista-separatista»

Opinión
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¿Unas segundas elecciones? No es lo peor

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo.

Yo no soy Feijóo, pero si lo fuera tendría que pensar un buen rato para decidir qué hacer, y la primera incógnita a despejar es si para el PP es mejor ir a unas nuevas elecciones, cosa preferible –a mi juicio- que ver cómo España se mete en una dinámica sanchista-separatista con riesgos para nuestra democracia.

En cualquier caso, Feijóo -que ha ganado las elecciones del 23 de julio- tiene derecho a intentar su investidura y lo debe ejercer. Mas si no sale elegido llegará el momento de decidir si conviene ir a unas nuevas elecciones, y si la respuesta fuera positiva debería intentar alcanzar ese objetivo.

Durante las campañas de mayo y julio el sanchismo ha predicado con éxito que la entrada de Vox en cualquier gobierno es como entregar España de nuevo al franquismo. Sin ir más lejos, el domingo 6 de agosto El País titulaba a toda página en su primera: «Feijóo se encadena a Vox».

De la mano de lo escrito por Luis Ventoso en El Debate el pasado sábado repasaré algunos ejemplos de ese «encadenamiento». Para empezar, Castilla y León, donde gobiernan juntos PP y Vox desde hace 15 meses y no ha pasado nada que llame la atención ni se haya desviado un milímetro de la Constitución. Pero vayamos a otro ejemplo más cercano: el acuerdo programático entre PP y Vox para gobernar en Aragón. Si uno lee los puntos de ese acuerdo no encuentra absolutamente nada que no sea razonable. Por ejemplo, en cuanto a la sanidad apuestan por «acabar con la precariedad laboral» y se propone acabar con las listas de espera. Como se ve, dos medidas de extrema derecha.

«El PP haría muy bien en quitarse de encima complejos y afirmar que pactar con Vox no es ningún pecado»

En educación se propone dar libertad de elección a los padres. Y si no, ¿quién debe elegir, el Estado? Además, quieren tomarse en serio el fomento de la natalidad y es que en Aragón, como en el resto de España, nacen muy pocos niños y eso -se ponga como se ponga el sanchismo- es un problema que a largo plazo puede destruir nuestro país.

Vistas así las cosas el PP haría muy bien en quitarse de encima complejos y afirmar que pactar con Vox no es ningún pecado y que lo importante es saber lo que se pacta. Pero volvamos a la posibilidad de unas nuevas elecciones.

Para provocar unas nuevas elecciones sería preciso conseguir que el Frankenstein necesario para Sánchez se quedara sin una de sus patas. ¿Puede ocurrir algo así?

Pensemos en el talante político y moral de, por ejemplo, el aprovechategui PNV que a cambio de cualquier prebenda política o económica puede muy bien jugarle una mala pasada a Sánchez absteniéndose en la votación. Tampoco el partido del fugado Puigdemont es sanchista. Es más, mis amigos catalanes dicen que estos malos herederos de CiU odian a Sánchez y no le van a perdonar que apoyara en su día la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña. Por otro lado, las rencillas entre ellos y ERC no harán sino ahondarse después del desastroso resultado electoral de estos últimos en las generales.

Queda mucha tela que cortar y no poca diplomacia y mano izquierda que manejar. Hoy el PP dispone de un poder autonómico y municipal de un tamaño que no ha tenido nunca, y ese poder también puede jugar su papel en ese laberinto con vistas al infierno en el cual nos quiere meter Sánchez. Un laberinto que pasa por Waterloo, lugar donde hasta Napoleón perdió definitivamente su bicornio.

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