THE OBJECTIVE
Pepa Gea

Tiempos de copulaciones

«Será este calor de hoguera, la luna de agosto o la cercanía de una piel excitante, pero tengo la sensación de estar desde el 24-J ante la pantalla de un cine X»

Opinión
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Tiempos de copulaciones

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz.

Disculpe la grosería del titular pero este tiempo político que estamos viviendo me tiene tan confundida, que a veces pienso que andamos metidos en una especie de película pornográfica con todo tipo de tomas y dacas. Como cualquier cinta subida de tono, la cosa empezó con diálogos delirantes de acercamientos de primero de tonteo -tan obvios- que saltaba a la vista que iban a acabar en la cama con el tu me haces yo te hago, por mas vueltas que dieran con esa resistencia ridícula del que quiere hacerse el virgen, aunque se le conozca por su proxenetismo.

Que si yo contigo no, que si tú conmigo tampoco, palabrería barata de una performance llena de tensión sexual de parejas mas probables que imposibles. Amantes facilongos de la fornicación ocasional a los que, como a todo infiel que se precie, les da igual el daño colateral que hacen al resto con sus cuernos. Desde las elecciones, vivimos un tiempo de copulaciones, enredos, líos de armario y ligues pasajeros. Escenas de amores de prostíbulo y barra libre por cortesía de los ciudadanos cuyo papel en esta película es tan testimonial como el del camarero que sirve y calla.

En unas horas se acaba el plazo para formar los grupos parlamentarios del Congreso que la Mesa deberá ratificar para constituir la Junta de Portavoces- la que se encarga de ordenar las sesiones plenarias y distribuir los escaños del hemiciclo. Y eso, con la investidura, está dando pie a muchas horas de orgías en salas rojas con distintas prácticas sexuales en función del órgano y el orificio a estimular. Intercambios, tríos y juegos BDSM que en nuestra política significan lo mismo que en el catre. Por si el acrónimo no le es familiar-como a la mayoría- que sepa que las siglas responden a los siguientes entretenimientos lascivos: el Bondage y la Disciplina, donde se obliga a inmovilizar al amante adiestrando al sumiso; la Dominación y Sumisión-poca explicación necesitan pero le recordaré que uno ejerce el control de la parte sumisa; y el Sadismo y el Masoquismo, que como también sabe, consiste en infligir dolor físico y psíquico a propios y extraños.

La practica, después, tiene distintas intensidades, y como en las negociaciones políticas, los límites se han ido comunicando entre fluidos y tocamientos. Límites traspasables, por supuesto, en cualquier momento, si el placer lo compensa y el fin justifica la humillación. En este juego todo vale: cadenas, látigos, máscaras, vendas, esposas… lo que sea necesario para explorar terrenos desconocidos a nivel inconsciente. Muy inconsciente. Sin prever las lesiones, heridas o la asfixia que llegarán después, porque lo que importa es el clímax del ahora.

En fin, que será este calor de hoguera, la luna de agosto, o la cercanía de una piel excitante, el caso es que tengo la sensación de estar desde el 24-J ante la pantalla de un cine X con los del barrio mirándonos de reojo. Rozándonos los codos, comiendo palomitas para disimular, y preguntándonos si al contiguo le estará gustando esa sumisión. Y esto se lo digo, porque desde que el Ministerio del interior decidiera hacer publico lo que habían votado nuestros vecinos de calle, se hace imposible mantener una conversación en el ascensor como las de antes -del tiempo y esas cosas-. Ahora flota la duda, el recelo y uno se pregunta si será él, ella o elle, uno de los que votaron para que pasara lo que estamos viendo que está pasando en esta sala de cine porno que la modernidad ha convertido en un sala hetero, una gay y un bar. Y, por favor, esto último que no falte, porque no hay alcohol suficiente para digerir tantas formas de amancebarse. 

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