THE OBJECTIVE
Ricardo Dudda

Seamos chantajistas, pidamos lo imposible

«El nacionalismo realmente no negocia. Su lógica se sustenta en un chantaje. En una negociación ambas partes ceden. Aquí, en la práctica, siempre cede el Estado»

Opinión
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Seamos chantajistas, pidamos lo imposible

Ilustración de Alejandra Svriz.

Las negociaciones entre los nacionalistas periféricos y el Estado español han sido siempre así. El nacionalismo (aquí quienes mejor lo han hecho han sido vascos y catalanes) pide un unicornio. Dice que es lo que merece, que no puede pedir menos, que es lo único que está a la altura de su historia y de su pueblo. El Estado le dice que no puede darle un unicornio, que los unicornios no existen. El nacionalismo insiste. Si no nos das el unicornio, nos rebelamos, o boicoteamos la gobernabilidad del Estado. El Estado sigue respondiendo que los unicornios no existen y le ofrece otra cosa, ¿quizá le gustaría un caballo? Los caballos sí existen.

El nacionalismo entonces comienza una negociación. En público, sigue pidiendo un unicornio; en privado, negocia la obtención de un caballo. No se conforma con uno cualquiera. Quiere un purasangre. No solo quiere el mejor caballo que hay, también desea que nadie más tenga uno remotamente parecido. Ni una vieja yegua. No quiere un reparto igualitario. Cataluña y País Vasco merecen más, no son Andalucía o Extremadura, regiones que no son «históricas» (la Alhambra es menos «territorio histórico» que un descampado de Reus). Lo explica bien José María Maravall en una tribuna reciente en El País: «Cabe sospechar que parte del descontento catalán no deriva solo de sus niveles absolutos de autogobierno, sino de sus niveles ‘relativos’: es decir, de exigir más autogobierno que las ‘regiones’. No solo se reivindican derechos, sino también que los demás no los tengan».

El Estado entonces le regala un caballo, el mejor caballo. El nacionalismo vuelve a casa con su victoria. No ha sido tan difícil. Vale que no ha recibido un unicornio. Pero un caballo sacia temporalmente las ganas de unicornio. Temporalmente. El nacionalismo ve que la estrategia funciona y después de cierto tiempo, cuando sus simpatizantes se vuelven impacientes o cuando los líderes nacionalistas creen que ha pasado un tiempo prudencial, vuelve a pedir un unicornio. El Estado ya sabe lo que hay y vuelve a producirse la misma negociación que acaba con la cesión de un caballo.

«No existen las secesiones democráticas. Las fronteras no se votan, se vota dentro de ellas»

Algunos nacionalistas, los que se autodenominan moderados o pactistas, piensan que quizá es mejor tener muchos caballos que aspirar al unicornio. Al fin y al cabo, no existe. No existen las secesiones democráticas. Lo ha explicado largo y tendido Félix Ovejero en sus diferentes libros sobre el secesionismo. Las fronteras no se votan, se vota dentro de ellas. El secesionismo rompe con la comunidad política.

Los nacionalistas pactistas quizá no piden explícitamente el unicornio, pero saben que tiene que existir esa amenaza para seguir consiguiendo caballos. Su lógica supuestamente moderada se sustenta en un chantaje. Porque cuando el nacionalismo negocia, realmente no negocia. En una negociación ambas partes ceden. Aquí, en la práctica, siempre cede el Estado. El independentismo también dice que cede, porque pedía un unicornio y se ha conformado con un caballo. Es una estrategia inacabable. Seamos chantajistas, pidamos lo imposible. Y así, poco a poco, chantaje a chantaje, los nacionalistas acaban acumulando más caballos que el ejército de Gengis Khan.

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