THE OBJECTIVE
Dante Augusto Palma

El milagro peronista

«Este domingo se desarrolló la elección general en Argentina y el resultado fue sorprendente: Massa alcanzó el 37% de los votos y superó por un 7% a Milei»

Opinión
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El milagro peronista

El candidato peronista a la Presidencia de Argentina, Sergio Massa. | Ilustración de Alejandra Svriz

Apenas algunos días atrás, en una rueda informal de prensa, un periodista le consulta al expresidente uruguayo José ‘Pepe’ Mujica sobre las elecciones que se iban a celebrar en Argentina el domingo. A la luz de los hechos, su respuesta fue premonitoria: 

«Argentina es una cosa indescifrable porque es un país que tiene una mitología. Cómo se explica usted que el ministro de economía, con una inflación como tiene la Argentina, va a pelear la presidencia… ¿Sabe por qué? Porque tiene el respaldo de una cosa enorme que no está conforme con él pero que lo va a apoyar (…) Se llama peronismo. Ese animal existe y es una mitología que tiene el pueblo argentino».

Efectivamente, este domingo se desarrolló la elección general en Argentina y el resultado fue sorprendente: el candidato del oficialismo peronista, Sergio Massa, que había quedado tercero en las elecciones internas abiertas y obligatorias de agosto, alcanzó casi 37% de los votos y superó por aproximadamente 7% a Javier Milei, el candidato que asomaba como favorito después de su triunfo en agosto. Sin embargo, dado que el ganador no obtuvo 45% ni tampoco un 40% con diferencia de 10% respecto del segundo, en un mes habrá un balotaje entre el candidato peronista y el paleolibertario.

«Tras haber perdido en agosto, Massa lanzó toda una serie de medidas poco apegadas al equilibrio fiscal que fueron bien recibidas por la gente»

Ahora bien, más allá de la mitología peronista que señalaba Mujica, entre agosto y esta elección pasaron cosas. Por lo pronto, el candidato del oficialismo logró insólitamente despegarse de su propio gobierno a ojos de buena parte del electorado aun siendo el ministro de economía que en los últimos dos meses tuvo una inflación de 12% cada mes y que lleva acumulada en el año más de 130%, con más de la mitad de los menores de 18 años en condición de pobreza. Sin dudas, buena parte del problema es estructural y heredado pero hay responsabilidad del ministro, evidentemente. Sin embargo, tras haber perdido en agosto, Massa lanzó toda una serie de medidas poco apegadas al equilibrio fiscal que fueron bien recibidas por la gente: aumentos de salarios, beneficios impositivos,  subsidios, etc., para distintos sectores de la sociedad que lo necesitaban tras años de deterioro del poder adquisitivo. Referentes de la oposición lo apodaron «plan platita» y lo acusaron de ser un gesto demagógico y electoralista. Aun cuando, insistimos, algunas de esas medidas eran necesarias, razón no les faltaba. 

Pero al mismo tiempo, el Gobierno avanzó con una clásica campaña del miedo, si bien, también hay que decirlo, esta campaña se basó, aun con exageraciones, en focalizar en algunas de las consecuencias reales del plan libertario de Milei. En particular, se hizo énfasis en todo lo que implicaría el desmantelamiento del Estado de bienestar, esto es, fin de la educación gratuita, aumentos de hasta el 1000% en transporte, pauperización (aun mayor) del sistema de pensiones de alcance universal para una mayoría de aportantes, etc. 

«El sector opositor, que un año atrás era ampliamente favorito para alzarse con el triunfo, apenas ha obtenido un 23% de los votos»

Ahora bien, aun cuando todo esto ha jugado un rol importante, no veríamos la escena completa sin posarnos en la campaña de los opositores. Principalmente el sector opositor, que un año atrás era ampliamente favorito para alzarse con el triunfo, el domingo apenas obtuvo un 23% de los votos. Se trata del espacio conservador liderado por el expresidente Mauricio Macri quien decidió no participar de la elección dada su baja intención de voto pero, a cambio, intervino abiertamente para crear una interna apoyando a Patricia Bullrich, una candidata, como mínimo,  bastante poco preparada, en detrimento de quien era el candidato «natural», el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta. 

La interna fue ganada por Bullrich, pero fue tan feroz que acabó esmerilando al espacio, al punto de permitir la aparición sorpresiva de Javier Milei, un candidato paleolibertario sin estructura y conocido por sus intervenciones televisivas y sus viralizaciones en las redes.

Milei, de profesión economista, no tenía empacho en presentarse como un «fundamentalista del mercado», algo a lo que no se había animado ningún liberal en la historia argentina, al menos de una manera tan abierta. Para Milei, había que incendiar (SIC) el Banco Central, dolarizar la economía y dejar librado a la lógica del mercado todo, desde las transacciones económicas más básicas, hasta las prestaciones de salud, las pensiones, la educación, etc. Si bien algunas de esas ideas prendieron en un sector de la población, especialmente aquellas que hacían foco en la responsabilidad del Estado y los políticos al momento de dar cuenta de la inflación, lo cierto es que Milei conectó con el electorado más por su actitud de indignación que por su ideario. En otras palabras, era el enojo con la crisis y no la pasión por Friedman y Hayek.

«Para comprender el resultado, a las acciones del oficialismo, hay que sumar una serie de errores no forzados, tanto de Milei como de algunas figuras que lo secundaban»

A su vez, en los últimos tiempos, Milei se encolumnó detrás de la alt-right con claros elementos populistas en la línea Bolsonaro, Trump y Vox, lo cual también le acercó numerosos adeptos, especialmente, entre la juventud, hartos de las consecuencias sociales del progresismo hegemónico. 

Pero lo que tras las elecciones de agosto parecía ser un piso de votos, se transformó en techo este domingo y el candidato paleolibertario se estancó alrededor de los 30 puntos. Para comprender por qué sucedió eso cabe agregar, a las acciones del oficialismo, una serie de errores no forzados, tanto de Milei como de algunas figuras que lo secundaban. En este sentido, en las últimas semanas, a la promesa de privatizar los trenes, la aerolínea de bandera y la empresa nacional de energía, Milei equiparó la acción del terrorismo estatal durante la dictadura con el accionar de la guerrilla reabriendo un debate muy sensible. A esto habría que agregar sus incomprensibles declaraciones sobre venta de órganos y de bebés realizadas hace tiempo, y las recientes intervenciones de candidatos del espacio proponiendo la posibilidad de que los varones renuncien a la paternidad y a la manutención correspondiente de sus hijos, cortar relaciones con el Vaticano, porque allí habría, como alguna vez dijo Milei, un «enviado de Satanás», y la privatización de los mares como alternativa para salvar a las especies. A estos delirios sumemos una campaña sucia insólita en la que se ha instalado que Milei es un desequilibrado mental que habla con el espíritu de su perro muerto o que incluso tiene relaciones incestuosas con su hermana, y tendremos un panorama del nivel de debate público que atravesó la campaña. 

El balotaje será el domingo 19 de noviembre y promete un final cerrado. Es que si se suman los votos de Bullrich a los de Milei se superarían abiertamente los 50 puntos necesarios para ganar. Tomando en cuenta que dentro de ese 23% de Bullrich hay votos profundamente antiperonistas, esa opción no es una quimera ni mucho menos. Sin embargo, el favorito ahora parece ser Massa por escaso margen. 

La campaña para esa instancia ya empezó el mismo domingo por la noche tal como se sigue de los discursos de los candidatos. En el caso de Milei, su intervención pareció escrita por la propia Bullrich a quien hasta hace una semana acusaba, falsamente, de ser una exguerrillera que ponía bombas en jardines de infantes. El discurso anticasta política y populista giró y ahora Milei llama a defender las instituciones republicanas y convoca a la casta política no peronista a vencer al «verdadero enemigo». En el caso del candidato peronista, por cierto, la versión más de centro derecha que podía ofrecer el espacio, su discurso se basó en convocar al voto de centro y de izquierda para un gobierno de unidad nacional contra la derecha. Si hace 4 años su espacio discutía si había que decir «Todos, todas y todes», Massa ahora se presenta como «el presidente del trabajo y la seguridad» y pide a su familia que suba al escenario de la victoria para demostrar la importancia que ella tiene. 

En un mes sabremos finalmente el desenlace de este largo proceso. Dicho esto, si el expresidente Mujica tiene razón, lo más justo sería terminar con una cita de Perón que probablemente sea la más precisa para comprender cómo un muy mal gobierno tiene las puertas abiertas a una reelección: «No es que nosotros [los peronistas] seamos buenos. Es que los demás son peores».

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