THE OBJECTIVE
Anna Grau

No es derechona todo lo que protesta

«A Pedro Sánchez lo único que le permite aguantar, por ahora, el tipo, es gritar todo el rato que viene el lobo de la ultraderecha»

Opinión
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No es derechona todo lo que protesta

Ilustración de Alejandra Svriz.

No es fácil ponerse de acuerdo sobre casi nada últimamente en este país. Pero yo diría que nos podemos arriesgar a establecer un par de conclusiones bastante unánimes de lo votado el 23-J y lo acaecido desde entonces:

a) Cada vez hay más personas y votantes de izquierdas que no están nada conformes ni con amnistiar a Puigdemont, ni con hacerse fotos con Bildu, ni con tener ministras groseramente judeófobas en el Gobierno de la nación.

b) Cada vez hay más personas y votantes de izquierdas que no saben cómo expresar lo anterior sin votar a formaciones groseramente de derechas o incluso de extrema derecha, que es todo lo que hay, según les cuentan.

Por eso es tan importante para Pedro Sánchez pintar de derecha o extrema derecha a todo aquel y todo aquello que le lleve la contraria, incluso dentro de su propio partido. ¿Ustedes habían notado que Nicolás Redondo Terreros fuese un facha? Yo tampoco. Sánchez se está haciendo una especie de Suresnes al revés: si Felipe González encabezó el abandono de un marxismo-leninismo trasnochado para llevar al PSOE de la época a desembocar triunfalmente en Europa y la modernidad, Pedro Sánchez recorre con desparpajo el camino inverso. De su mano el PSOE es cada día más cateto, menos progresista y sobre todo menos fiable. Y lo único que le permite aguantar, por ahora, el tipo, es gritar todo el rato que viene el lobo de la ultraderecha.

«En sus ya casi 18 años de historia, Ciutadans nunca ha tenido ningún pacto con el PP en Cataluña»

Si yo fuera una persona de derechas, que no lo soy, me pegaría un tiro ante el hecho de que mi ideología cada vez diera más miedo a más gente en este país. Como soy de Ciutadans y de centro me lo podría pegar, el tiro, porque me intenten presentar como una opción de derechas sin haberlo sido nunca, en Cataluña por lo menos. Es verdad que en el conjunto de España la centralidad y la transversalidad original de Ciudadanos —con cuyo apoyo gobernó Andalucía una tal Susana Díaz, se acuerdan…— se fue desdibujando a medida que sucesivos liderazgos iban cayendo subyugados por los cantos de sirena de pactar con el PP y sólo con el PP. Pero esos liderazgos ya no están. Tampoco están ya en el partido aquellos o aquellas que veían su carnet de Ciudadanos como una tarjeta de embarque hacia destinos mejor remunerados por el mejor postor.

En sus ya casi 18 años de historia, Ciutadans nunca ha tenido ningún pacto con el PP en Cataluña. Que lo podría tener, eh. No sería ninguna vergüenza entenderse por ejemplo con Alejandro Fernández. Pero digamos que hasta ahora no ha habido móvil ni oportunidad. Hasta ahora el PP de Cataluña ha seguido su camino y nosotros el nuestro, por mucho que interesadamente se quiera hacer ver que somos todos lo mismo y meternos en el mismo saco. ¿A lo mejor para restarle matices y visión periférica al constitucionalismo? ¿Para fingir que no es posible un constitucionalismo catalán de centroizquierda —¡que el actual PSOE no lo represente no supone que no exista!— y para que los constitucionalistas catalanes de centro y de derecha se neutralicen mutuamente? ¿Es eso lo que se busca? ¿Suma cero, cero libertad?

Subrayaba que Ciutadans nunca ha tenido ningún pacto con las derechas en Cataluña. Mientras que ahora mismo, en el momento en que yo escribo estas líneas, Ciutadans cogobierna con el PSC el Ayuntamiento de Santa Coloma de Gramenet. El exdiputado naranja en el Parlamento catalán Dimas Gragera es teniente de alcalde en el equipo de gobierno municipal encabezado por la socialista Núria Parlón. Salva Tovar, antiguo portavoz de CS en la Diputación de Barcelona, es el concejal responsable de un área tan sensible como la seguridad.

No es cuestión baladí ni menor que la alcaldesa socialista de Santa Coloma (tierra de Gabriel Rufián, en la que últimamente no es demasiado profeta…), teniendo una mayoría absoluta como una casa, haya visto interesante llegar a un acuerdo de gobierno con dos veteranos de CS con tanto pedigrí como Dimas Gragera y Salva Tovar. El socialismo catalán sabe por experiencia (¡2017!) que ninguna baraka es para siempre, que tarde o temprano el miedo a la ultraderecha se gasta, que siempre llega el día en que la gente se harta de que la decepcionen, no digamos que la engañen. Y si buscas gente seria e insobornable, que con una mano te para golpes separatistas y con la otra te defiende de verdad a las clases medias y trabajadoras, a los que sudan para llegar a fin de mes, pagar la hipoteca o el alquiler y los impuestos y sacar adelante a los hijos, bueno, pues eso lo vas a encontrar en el Ciutadans de toda la vida.

«Cada vez son más los que empiezan a preguntarse si de verdad hay que callar siempre»

En el que nació en Cataluña en 2006 para descargar un buen zurdazo que luego crece y crece, y se abre y se abre, hasta dar cabida y esperanza a gentes de amplio, muy amplio espectro ideológico. Pues esa es la gracia y la generosidad del verdadero progresismo liberal y del centro. Pero en su núcleo duro y esencial, en su ADN, Ciutadans pedía paso y pide pista para una izquierda catalana menos divina y más humana, menos empotrada en el establishment y más en la vida real. Para que no gobiernen y manden siempre los mismos, desde antes incluso de morirse Franco.

La vida y la política dan muchas vueltas, las siglas suben y bajan, al final de larguísimos túneles prenden luces cegadoras, conciencias aletargadas se despiertan, cada vez son más los que empiezan a preguntarse si de verdad hay que callar siempre, por ejemplo, ante las sádicas matanzas de israelíes a las sucias manos de Hamás, o ante la aventura transgresora que es hoy en día dar el premio de la Asociación por la Tolerancia a los guardias civiles y los policías nacionales del 1-O, vejados por sus superiores políticos y en cambio honrados por una valiente, conmovedora elegía de Cayetana Álvarez de Toledo.

La vida y la política dan muchas vueltas, pero el ideal de derecho y de justicia, de valer todos lo mismo, es difícil de olvidar cuando el alma lo ha catado, cuando el corazón se ha hecho ilusiones. El mundo no se acaba en Pedro Sánchez ni en Puigdemont ni en Otegi. Ni en Alberto Núñez Feijóo ni en Vox. España (y Cataluña dentro de ella, y las dos dentro de Europa) serán lo que queramos y votemos que sea. A nada hay que renunciar, porque lo más noble y lo mejor es posible. Y además vale la pena.

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