THE OBJECTIVE
Félix de Azúa

La infamia

«Nos vamos aproximando a un gobierno totalitario. Por esa misma razón hay que estar en permanente estado de alerta y no cejar en la defensa de la verdad»

Opinión
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La infamia

Ilustración de Alejandra Svriz.

Se habla constantemente de mentiras políticas, especialmente en España donde gobierna una espesa red de mentirosos. El Gobierno, dirigido por un embustero enfermizo, suele acusar de mentirosos a todos los demás, una reacción típica de los culpables, porque lo más terrible de las mentiras es que los mentirosos conocen la verdad. Si no conocieran la verdad, no mentirían, sino que cometerían un error. Así que sólo mienten aquellos que se avergüenzan de lo que saben.

Permitan ustedes que les recuerde (sobre todo a los más jóvenes) dos monstruosas mentiras políticas del siglo XX para que examinen las características de tan extraño fenómeno mediante dos buenos ejemplos.

En 1940 el régimen comunista (la iniciativa partió de Beria con la aprobación de Stalin) decidió eliminar de la Polonia fronteriza todo ciudadano de cierta valía, de modo que se puso en marcha una operación de exterminio para dejar al país sin sus artistas, escritores, intelectuales, políticos, profesores o militares de valía. Un auténtico genocidio que se llevó a cabo mediante un tiro en la nuca, uno por uno, con 22.000 polacos. Tardaron más de dos meses en asesinar a cada víctima sobre su tumba previamente cavada. La salvajada se conoce como la matanza de Katyn, por el bosque próximo a Smolensk donde comenzó la matanza. Los bolcheviques usaron pistolas alemanas con el fin de acusar de la escabechina a los nazis. La falsedad fue asumida por los partidos comunistas y defendida en toda Europa, hasta que se desenterraron miles de cadáveres y fue imposible mantener la mentira comunista.

La segunda mentira es muy similar. También desde 1940 Francia estaba dividida entre la zona ocupada por el ejército alemán y la parte conocida como «la Francia de Vichy» donde gobernaban los fascistas al mando de Pétain y de Laval. Por comunión ideológica con los nazis, el Gobierno francés envió en 1942 a los campos de exterminio alemanes unos 80.000 judíos franceses que fueron asesinados en su casi totalidad. Sucesivos gobiernos franceses, con De Gaulle a la cabeza, mantuvieron la mentira de que aquella asquerosa operación la habían llevado a cabo los alemanes. Sólo en 1995 el presidente Chirac admitió la responsabilidad francesa en la matanza. Cuando el filósofo Alain Finkielkraut lo supo, comprendió que había sido engañado durante sus más de 40 años de izquierdista y declaró la guerra a las mentiras totalitarias. Muchos de los cómplices de las mentiras actuales sufrirán una caída de caballo como la del filósofo francés cuando se enteren de lo que oculta el calificativo de «progresista».

«Las mentiras políticas son propias de gobiernos o políticos totalitarios»

Porque ambos casos, el soviético y el francés, fueron ejecutados por regímenes totalitarios, uno de izquierdas, el otro de derechas, y esa es la cuestión esencial. Las mentiras políticas son propias de gobiernos o políticos totalitarios. El mentiroso conoce la verdad porque, si no, no podría mentir, pero esa verdad le avergüenza. De modo que, obedeciendo a un mecanismo de defensa viejo como el mundo, acusa de su vergüenza a los demás.

Es imprescindible comprender que la mentira es totalitaria y el mentiroso un dictador que desea ocultar sus tendencias criminales, avergonzado por una verdad que conoce demasiado bien. Y el totalitario se protege en una muchedumbre a la que juzga inferior o estúpida. Cuando en España Sánchez miente, lo que suele hacer casi cada día, sabe muy bien qué es lo que quiere ocultar. Y luego sus secuaces le siguen sumisamente, porque conocen la verdad que hay que ocultar. Su única defensa consiste en acusar a todos los demás de mentirosos, ya que los juzgan inferiores. Esa es la célebre superioridad moral de la izquierda.

Nos vamos aproximando a un gobierno totalitario que puede aplastarnos en cualquier momento. Por esa misma razón hay que estar en permanente estado de alerta y no cejar en la defensa de la verdad.

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