THE OBJECTIVE
Jorge Freire

El encastillado

«Si determinadas inercias nos llevan a la estupidez, bueno es resguardarnos de ellas en nuestra atalaya ebúrnea para resguardarnos de la idiotez del ambiente»

Opinión
1 comentario
El encastillado

'La Torre de Babel' de Pieter Brueghel el Viejo. | Wikimedia Commons

«La torre de marfil tentó mi anhelo / quise encerrarme dentro de mí mismo…» Eso decía Rubén en sus Cantos de vida y esperanza. ¿Y a quién no ha tentado la posibilidad de refugiarse en el pináculo de la torre de marfil, entre pilas de libros, muy lejos del mundanal ruido?

Al atractivo de este repliegue contribuye una falsa creencia: la de que los grandes sabios escribieron sus obras reclusos y casi emparedados. Lo cierto es que Santo Tomás pertenecía a la orden de predicadores y jamás buscó el aislamiento. Quienes insisten en recordarnos que Kant jamás salió de su Königsberg natal rara vez recuerdan que nunca rehusaba el arte de la tertulia ni la buena mesa. En plena guerra franco-prusiana, Nietzsche no se encerró en su despacho de Basilea, sino que, muy al contrario, abandonó Suiza y sirvió en el frente como camillero. 

¿Acaso hacía un favor la dichosa Bloody Mary a la infausta Lady Jane cuando la condenó a pasar sus días en una torre? No hay espíritu de mortal que pueda iluminar la naturaleza lóbrega y granítica de un torreón hasta convertirla en faro de Alejandría. El entendimiento humano nunca brilla más aislado que en comunidad. Nada verdadero ni bueno acompaña al romanticismo solipsista, que solo es inocuo cuando es transitorio, como en el caso de los adolescentes. 

Ahora bien, no toda torre de marfil es mala. Turris Eburnea, ora pro nobis… Al finalizar el rezo del rosario, se inicia una luenga letanía de alabanza a la Virgen María, a la que se refieren los orantes con todo tipo de nombres, tan evocadores como preñados de misticismo: «Arca de la alianza», «Casa de Oro», «Torre de Marfil…». ¿Torre de Marfil? Esa misma expresión la usa el enamorado en el Cantar de los Cantares para elogiar el cuello de su dama, por su níveo color y la nobleza de su finura. Antes de cobrar su significado peyorativo, esta bella expresión recorre nuestra historia. Quizá sea el momento de recuperarla o, como se dice ahora, resignificarla

«El entendimiento humano nunca brilla más aislado que en comunidad»

Como ha escrito recientemente José Manuel Pagán, si la torre representa solidez y permanencia, el marfil añade belleza y brillo. Si determinadas inercias nos llevan a la estupidez, bueno es resguardarnos de ellas en nuestras atalaya ebúrnea, no para aislarnos del mundo sino para resguardarnos de la idiotez del ambiente. El mejor emboscado es hoy el encastillado.

Eso hace César Antonio Molina en su último libro, ¿Qué hacemos con los humanos? (Deusto). El ensayo es, por un lado, una filípica contra una tendencia global que trivializa la política, reduciéndola a mera administración, y que almoneda la cultura, convirtiéndola en quincalla y chamarilería. Y es, por otro, un misilazo contra la línea de agua de un monstruoso bajel que solo algunos vislumbran en lontananza. Lo más interesante de los libros de Molina no es lo que cuenta sobre lo que sucede, sino sobre lo que está a punto de suceder.

Molina es una suerte de sismólogo entregado a la tarea de registrar ruidos subterráneos antes de que los movimientos telúricos se produzcan. Si Las democracias suicidas (2019) describía con precisión las grietas que desconocíamos tener como sociedad, y de cuya existencia tuvimos noticia cuando se produjeron resquebrajaduras en Estados Unidos, Brasil y nuestro propio país, Qué bello será vivir sin cultura (2021) pormenorizaba una serie de hábitos que ahora nos resultan indudables. El enemigo a batir de ¿Qué hacemos con los humanos? es una cultura de la aceleración que torna obsolescente todo aquello que no se aviene a la disrupción constante y que, en consecuencia, convierte al ser humano en lo superfluo, en un «sobrante humano» fácilmente sustituible. Abandónese a la corriente quien quiera flotar en aguas oscuras, pero deje que los demás nos encaramemos a la torre.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D