THE OBJECTIVE
José García Domínguez

Otra izquierda es urgente

«Desde cualquier perspectiva que se quiera de izquierdas, esta constituye la mayor amenaza sistémica no sólo contra su proyecto político, sino también contra el ideológico y cultural»

Opinión
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Otra izquierda es urgente

Yolanda Díaz y Pedro Sánchez. | Alejandra Svriz

Los adversarios del paradigma socialdemócrata clásico, el que postula corregir el sesgo hacia la desigualdad creciente propio del capitalismo por medio de un Estado del bienestar fuerte que lo contrarreste con eficacia, resulta sabido, son los liberales en sus diferentes escuelas y corrientes. Ellos -decía- constituyen los adversarios. Pero los genuinos enemigos – al menos en España- de la cosmovisión socialdemócrata, y ya desde hace cuatro lustros, militan en el PSOE y en lo que se agrupa bajo la marca Sumar, las dos referencias de la izquierda oficial en nuestro país. De hecho, el peligro que representa el Gobierno de la izquierda oficial para la viabilidad a medio plazo – tanto financiera como política- de ese ideal de orden socio-económico, el único históricamente capaz de conciliar libertad con equidad y crecimiento, resulta superior al que encarna la derecha. 

Porque los efectos de un programa antagónico al socialdemócrata clásico, uno orientado al predominio de las relaciones de mercado en todos los ámbitos de la vida (pongamos por caso el de un eventual Milei a la española), se podrían corregir y anular en el futuro; revertirlo sólo supondría una cuestión de tiempo, el necesario hasta que una mayoría alternativa recuperara el poder. Sin embargo, la praxis que está llevando al Boletín Oficial del Estado la coalición de PSOE y Sumar en materia de inmigración, en la práctica una política de barra libre y fronteras abiertas que se torna inconfundible con lo que postulan en ese mismo ámbito libertarios y minarquistas de todo tipo, amenaza convertir en definitivos e irreversibles sus estragos contra el modelo. Su complaciente asentimiento a esa iniciativa legislativa destinada a facilitar la residencia oficial en España de más de medio millón de personas que se introdujeron de modo ilegal en el país, lo que supondría la décima regularización masiva de tales características, constituye la última evidencia de esa ceguera compartida por los socios de gobierno.

«Cuantos más inmigrantes se instalan en España, más pobre deviene nuestro país en términos relativos al compararlo con los estados que integran el núcleo original y más dinámico de la Unión Europea»

¿Cómo es posible que la izquierda oficial se siga mostrando ciega, sorda y muda ante la correlación causal obvia entre que sea España el país que ha experimentado un crecimiento poblacional equivalente al doble del resto de las naciones de su área y que, al mismo tiempo, su PIB per cápita ande ahora mismo, en 2024, más alejado del de la Europa de los 15 que hace un cuarto de siglo, cuando el cambio de centuria? Cuantos más inmigrantes se instalan en España, más pobre deviene nuestro país en términos relativos al compararlo con los Estados que integran el núcleo original y más dinámico de la Unión Europea. Algo, esa evidencia estadística que PSOE y Sumar resultan incapaces de mirar de frente, que, por lo demás, es lo que esconde la trastienda oculta de la mayoría de los indicadores de malestar social que reflejan los datos oficiales. 

Indicadores como los referidos al riesgo de pobreza (situación de precariedad vital en la que hoy se encuentra el 53% de los extranjeros residentes de origen no comunitario), niveles de desempleo (un 15% entre los extranjeros regularizados frente al 10% de la población autóctona), déficits formativos (un tercio de los alumnos de origen extranjero deja las aulas al concluir la ESO, contra el 15% de los españoles) o, en fin, los ingresos laborales ( un 37% más bajos en el caso de los trabajadores sudamericanos, un 34% si se trata de africanos y un 17% en el grupo de los de procedencia europea). Entre la población potencialmente activa, la que excluye a menores y jubilados, los no nacidos en España representan ahora mismo muy cerca del 40% del total. Y subiendo. Repárese a esos efectos en que, una vez superado el parón de la pandemia, el promedio anual de nuevos inmigrantes legales es de en torno a 600.000 por ejercicio, un volumen superior al previo a la irrupción del covid. Desde cualquier perspectiva que se quiera de izquierdas, ese cóctel explosivo – flujos crecientes de mano de obra poco cualificada y baja productividad asociada a salarios igual de bajos- constituye la mayor amenaza sistémica no sólo contra su proyecto político y económico, sino también contra el ideológico y cultural. Otra izquierda es urgente.

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