THE OBJECTIVE
El buzón secreto

Desaparece del CNI información secreta del 23-F

Un alto mando nos impedirá conocer el verdadero papel de políticos, espías y militares

Desaparece del CNI información secreta del 23-F

El teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, accede al Congreso de los Diputados. | Europa Press

El archivo del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) es el espacio más secreto dentro del complejo de edificios más protegido en España. Almacenan la historia de España, pero no una cualquiera: la de las alcantarillas del poder de estos últimos cincuenta años. Es una zona de acceso complicado y con enormes medidas de seguridad. Situado en el sótano, los papeles —también las grabaciones de voz e imagen— llegan cada día a centenares. Allí se guardan en disquetes y microfichas que los agentes acuden a consultar con frecuencia. Todo lo archivado sigue unos parámetros para la búsqueda, excepto al menos tres temas que permanecen al margen desde la etapa de Alonso Manglano y requieren una autorización específica del director para poder ser consultados: la del golpe de Estado del 23-F, la de los masones y la del archivo Jano —el creado en la época de Franco, y actualizado posteriormente, sobre la vida pública y privada de las personalidades más importantes del país—.

Mucho cuidado, mucha protección, pero la realidad es que del golpe iniciado por el teniente coronel Antonio Tejero asaltando el Congreso de los Diputados, han desaparecido muchos papeles y muy importantes, según me confirman importantes altos mandos de La Casa. Hubo un proceso de eliminación de información y la documentación está «muy empobrecida». Dicho menos finamente, nunca sabremos la realidad de lo que pasó ni el papel jugado por muchos de los protagonistas. Así que si algún día, bastante improbable, hay una ley que desclasifique documentos clasificados, dará exactamente lo mismo, solo podremos conocer la información basurilla. Pero, ¿quién hizo la limpieza y con qué objeto?

Para descifrar el tema hay que remontarse a 1977, cuando se crea el CESID, el antecesor del CNI. Un grupo de militares espías apoyados por el teniente general Manuel Gutiérrez Mellado se hicieron con el control de La Casa, que mantuvieron hasta unos meses después del 23-F. Ese grupo de agentes estaba comandado por Javier Calderón. Los nombres de algunos de sus fieles y el suyo aparecieron vinculados al golpe de Estado fallido. Calderón tardó unos meses en abandonar el servicio y volver a su carrera militar.

Muchos años después, José María Aznar llegó a presidente del Gobierno con el PP, recuperó a Calderón y le impuso la corona de jefe del servicio de inteligencia. Al poco de ocupar su despacho, contravino el primer consejo que tiempo más tarde le daría el director de la CIA, Leon Panetta, a Félix Sanz: «No bajes al archivo». Se refería a que no quisiera conocer los grandes secretos históricos del país, que se esconden en el archivo del servicio de inteligencia. Calderón no bajó, sino que ordenó que le subieran a su despacho toda la información guardada sobre el frustrado golpe de Estado del 23-F. Conocía la absoluta discreción del personal de archivo y confiaba en que nadie se enteraría de sus pesquisas. El tema ya estaba olvidado en España, pero él llevaba clavada una espina en el corazón porque por esos tristes acontecimientos tuvo que abandonar silenciosamente el espionaje, y su gran amigo, José Luis Cortina, estuvo un año en prisión hasta que fue absuelto en el juicio de todas las acusaciones. Los responsables de su desgracia y del sufrimiento de su amigo se habían quedado en La Casa continuando su carrera. 

Aprovechó una reforma del personal que valoraba la idoneidad de todos los agentes para profesionalizarlos y elaboró una lista de expulsados en la que metió a dos de los agentes que habían investigado su implicación en los sucesos del 23-F. También aprovechó para expulsar a B. P., la jefa del archivo, que hasta entonces había realizado un trabajo impecable. Se desconoce la razón, pero se sospecha que tuvo que ver con ese informe del 23-F que Calderón pidió que le subieran nada más llegar al cargo. Así borró su rastro.

De los siguientes directores más de uno mostró también interés por el tema, pero en ningún caso tuvieron una implicación directa en aquellos sucesos. Ni Jorge Dezcallar, ni Alberto Saiz, ni Félix Sanz, ni Paz Vega, ni la actual Esperanza Casteleiro. Me temo que tras leer los papeles que queden en el archivo, no existirán pruebas de eso que afirmó con rotundidad muchos años después el ministro de Defensa y responsable político del servicio, José Bono: «El CESID estuvo presente en el 23-F y hubo complicidades con los golpistas».

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