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Puigdemont desespera al Gobierno a 24 horas de entrar en 'riesgo': «Cada día es más difícil»

Moncloa confía en que «el pacto es cuestión de horas»; Junts que «la lógica lleva a pensar al acuerdo». Pero el PSOE contiene el aliento.

Puigdemont desespera al Gobierno a 24 horas de entrar en ‘riesgo’: «Cada día es más difícil»

El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont | Europa Press

A primera hora de la mañana, el Palacio de La Moncloa daba «instrucciones» a los socios del Gobierno de coalición, PSOE y Sumar. Como avanzó THE OBJECTIVE, desde las direcciones de los grupos parlamentarios estaban «preparados para un registro inminente» de la ley de amnistía. Pero, varias horas después, los portavoces parlamentarios de ambas formaciones abandonaban el Congreso, pasadas las 18.00 horas, asegurando: «Hoy parece que ya no tiene que pasar nada más aquí». Las órdenes de Moncloa les obligaron a pasar «todo el día encerrados», a la espera de una señal de Bruselas que les permitiera lograr la firma de Junts a la ley de amnistía, registrarla en el Congreso y anunciar este viernes la fecha de la investidura para la semana que viene, entre el 7 y 9 de noviembre. Pero la señal nunca llegó. 

Tras el acuerdo cerrado y firmado entre PSOE y ERC, la cúpula de Junts desconvocó una rueda de prensa en un hotel de Bruselas tras filtrar sus discrepancias: «No hay nada cerrado. Lo queremos todo claro y por escrito, y hay escollos en la ley de amnistía». Mientras, los neoconvergentes manifestaban su rechazo a «aspectos esenciales de la ley», como que se incluya una mención a la Constitución española en la exposición de motivos de la norma. Pero el recuperado protagonismo de Junts también fue clave en el silencio de Carles Puigdemont, quien pocos minutos después de publicarse el acuerdo escrito PSOE-ERC, ordenaba desmontar la sala de prensa del hotel de Bruselas. 

Un desmontaje que enmudeció primero e inquietó después al Gobierno y al PSOE, donde empiezan a temer que la escalada entre Junts y ERC haga descarrilar la negociación en la recta final. «Yo ya no sé nada. No sé que está pasando pero parece que el problema es entre ellos», relata un negociador socialista al constatar que, si la dilación continúa este viernes, entramos en la llamada ‘zona de riesgo’, los últimos 15 días para la cuenta atrás hacia la disolución de las Cortes el 27 de noviembre. La fecha tope para llegar y anunciar un acuerdo sería el lunes 20 de noviembre, ya que la sesión de investidura ha de convocarse con 48 horas de antelación y se prolonga por espacio de cuatro días: los dos primeros de debate y votación y, a las 48 horas, la segunda votación. 

La ‘zona de riesgo’

Por ello, el último y más pesimista de los escenarios previstos siempre fue los días 13 y 14 de noviembre, y descartando la segunda votación porque «si llegamos a eso, estamos muertos». A 24 horas de que se confirme la convocatoria de la sesión para la semana que viene, muchos empiezan a dejarse llevar por el pesimismo: «Es complicado. Cada día que pasa, es más difícil». La mayoría confía en que sea una ‘treta’ de Puigdemont en la negociación: llevar las cosas al límite para «sacar el máximo en el tiempo de descuento. Son los típicos tirones. Y nos quedan muchos hasta la investidura».

Pero en el tira y afloja, la hoja de ruta prevista por Moncloa vuelve a sufrir un traspiés. La Mesa y la Junta de Portavoces convocada para este viernes por Francina Armengol con la intención de anunciar y convocar la sesión de investidura para la semana que viene está en blanco, a la espera de Puigdemont alce el pulgar y dé el plácet a Pedro Sánchez. Si no lo hace antes del sábado a mediodía, fecha límite para presentar, por vía telemática, la ley de amnistía en el registro, ya no habrá investidura la semana que viene porque no se podría calificar para un pleno el día 7 de noviembre. Como ocurrió con el plan inicial de una investidura rápida, la previsión posterior de hacerla a finales de octubre y después a principios de noviembre, el siguiente horizonte de celebrar la sesión los días 7 y 8 de noviembre también parece haber decaído. 

«Estamos ya trabajando en el 8 y 9», dicen ahora desde el PSOE, recalculando la nueva ruta. «Supongo que el día 9 tendremos Presidente», sostienen los más optimistas. Pero ni siquiera se encuentran en Moncloa, donde se limitan escuetamente a decir que «estamos sin decidir». El núcleo duro de Pedro Sánchez apenas emite señales y las pocas que emite son para negar que la negociación se haya estancado y que «no se ha enfriado». A su juicio, son sólo «detalles menores» que les obligan a guardar silencio y a cambiar sus previsiones temporales a la espera de lo que decida Puigdemont. Y confiando en que lo haga pronto, se empieza a debatir qué decisiones tomar sobre la investidura si no lo hace.  

El «ataque de cuernos de Junts»

Los nervios afloran en el partido y sospechan que el «ataque de cuernos de Junts con ERC» pueda ser el final de la negociación. «Estamos donde estábamos al principio, en la pugna entre ambos y la escalada nos ha arrastrado». El problema, añaden, es que «hemos llegado demasiado lejos y si vamos a elecciones ya no hay tiempo para un contrarrelato, para hacer la transición de que no hemos cedido, porque tenemos hasta foto». Y a «la sumisión de Cerdán» se le suma ahora «el papelón de Francina. A ver qué va a decir mañana a la Junta de Portavoces a la que teníamos que haber llegado con una fecha». 

Quedan 24 horas y el Gobierno contiene el aliento. Moncloa confía en que habrá acuerdo y se aferra a las palabras que les transmiten desde Junts: «Toda la lógica lleva a pensar que va a haber un acuerdo». Pero en toda negociación hay sensaciones que transcienden a la lógica y a la técnica. Moncloa acusa desgaste y desesperación ante las verdaderas intenciones de Carles Puigdemont y se bunkeriza para no trasladar sus temores confiando en que el pacto «es cuestión de horas».

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