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La denunciante que destapó la trama Gürtel: «Hay cosas que no han salido ni saldrán»

Ana Garrido se sincera después de que el Supremo confirme la condena a ‘El Albondiguilla’, el alcalde que la degradó

La denunciante que destapó la trama Gürtel: «Hay cosas que no han salido ni saldrán»

Ilustración de Alejandra Svriz.

Iba a recibir el premio anticorrupción más prestigioso del mundo, pero Ana Garrido solo pensaba en los canapés que vendrían después. «Llevaba dos días sin comer», reconoce la empleada del Ayuntamiento de Boadilla del Monte que destapó la trama Gürtel. Desde entonces comenzó a sufrir una campaña de acoso que la llevó a dejar el trabajo, vender sus muebles, alquilar su casa y abandonar temporalmente España. «Lo perdí todo por hacer lo correcto», lamenta a THE OBJECTIVE días después de que el Tribunal Supremo haya confirmado la condena al alcalde que la degradó, Arturo González Panero, El Albondiguilla.

El fallo del premio, otorgado en 2018 por Transparency International, resaltó que Garrido descubrió un mecanismo de pagos irregulares a cambio de contratos públicos. Su testimonio hizo caer a El Albondiguilla, condenado a 36 años de cárcel, y supuso el principio del fin del Gobierno de Mariano Rajoy, al que una moción de censura apartó del poder tras la sentencia que condenaba al PP por haberse lucrado con la Gürtel.

La Fiscalía comenzó a investigar la trama en 2007, pero el calvario de Garrido había comenzado mucho antes. Pese a todo lo que ha sufrido, asegura que ha merecido la pena. «Lo volvería a hacer, pero he aprendido mucho de mis errores. Habría actuado para que no tuviese tanto coste en mi vida», insiste la denunciante de Gürtel en el municipio madrileño de Boadilla. Aquel soplo originó un tsunami que se llevaría por delante a varios alcaldes de la Comunidad de Madrid, entre ellos el de su localidad.

Inicios de Gürtel

El Albondiguilla la degradó porque «no entraba en el juego» de amañar contratos públicos. Tuvo que abandonar el Ayuntamiento, primero con una baja por depresión, luego con un acuerdo extrajudicial que ponía fin a tres lustros de dedicación en el área de Juventud. «González Panero solo es una cabeza de turco. Lo que le ha pasado ha sido porque fue demasiado avaricioso y poco inteligente», explica a THE OBJECTIVE por teléfono.

La mujer, que ahora tiene 57 años, asegura que también le ofrecieron prebendas, pero que nunca las aceptó. Otros compañeros entraron en la rueda porque lo que pasaba en la concejalía a la que estaba adscrita «sucedía en todas las áreas». Pronto se dio cuenta de que era una práctica generalizada. «Había concejales que no eran corruptos y estaban muy cansados del clan de El Albondiguilla. Me decían que estaban hartos de acudir al PP, pero que no les hacían caso».

Garrido envió una carta anónima a Génova en 2007 con datos, cifras y membrete del Ayuntamiento de Boadilla a través de dirigentes populares, pero nunca obtuvo respuesta. Entonces decidió acudir a un sindicato del que le habían hablado porque luchaba contra la corrupción: Manos Limpias. «No sabía quién era Miguel Bernad, pero fue el primero que me traicionó. Se lo contó a Esperanza Aguirre (que entonces lideraba el PP madrileño) y a Juan José Güemes».

Aguirre, a la que acaba de exonerar la Audiencia Nacional por la presunta financiación irregular del PP de Madrid, dio un toque de corneta y comenzaron a caer alcaldes de distintos municipios de la región. Ella siempre se desmarcó de los casos de corrupción. Hace años afirmó que había nombrado a más de 500 altos cargos y «dos me han salido rana». Lo cierto es que fueron más de una decena.

Protección de los denunciantes

«Hay cosas que no han salido ni saldrán. Muchas personas han salido impunes de Gürtel, Púnica y Lezo y estaban dentro», reconoce Garrido. Asegura que no ha denunciado «ni la mitad de las cosas que podría haber denunciado». Explica a este diario la complejidad que entraña seguir pagando abogados cuando alguien se queda sin trabajo: «Ellos juegan con la pólvora que otorga el dinero público».

La antigua técnica de Juventud en Boadilla ha tenido que hacer frente a numerosos litigios. Sigue inmersa en uno por la campaña de difamación que orquestaron diversos medios. Hubo sentencia favorable del Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM), pero los implicados elevaron el caso al Tribunal Supremo. «Llegaron a decir que era la amante de El Albondiguilla, que militaba en el PP o que lo hacía en otro partido y había inventado la trama Gürtel para perjudicarle».

«Soy el anticristo del PP, pero también lo sería de cualquier otro partido», se sincera Garrido. Para ella, el honor y la honestidad son lo más importante. Es una cuestión de valores. Su férrea defensa de ellos le obligó a hacer las maletas, primero para marcharse de Boadilla, donde conserva «unos pocos amigos», y luego de España. Lo perdió todo y tuvo que reinventarse. Se deshizo de muebles y joyas, alquiló su vivienda y, durante un tiempo, vendió pulseras que ella misma hacía para sobrevivir.

Le molesta que la comparen con José Luis Peñas, el concejal del PP en Majadahonda que también denunció la trama Gürtel. «Valoro mucho lo que hizo porque aportó pruebas definitivas, pero no tengo nada que ver con un corrupto arrepentido», se queja Garrido. Hay quien la denomina heroína, pero ella se considera más una superviviente que ha tenido que reinventarse. Ahora asesora contra la corrupción, ofrece conferencias y ha montado su propia empresa, Proética & Compliance.

Cobertura jurídica

En su nuevo rol persigue infracciones como las que hicieron saltar su vida por los aires cuando todavía no existía una red. El Gobierno aprobó en febrero una ley para proteger a los informantes. Garrido considera que se trata de «un gran avance», pero echa en falta que no incluya fórmulas para reparar el daño. Solicita que se incorpore una bolsa de empleo porque la primera represalia que sufren las personas que denuncian corrupción es «el desgaste económico».

La denunciante de Gürtel considera que debería contemplarse la cobertura jurídica de los denunciantes porque, con un abogado de oficio, «no es posible hacer frente a tiburones». A ella le habría gustado que alguien le hubiese ofrecido asistencia. Nadie lo hizo y en la batalla legal se dejó los ahorros de toda una vida. Durante estos años ha sentido el apoyo de mucha gente, pero nadie se ha excusado: «Todavía lo estoy esperando. Hasta ETA ha pedido perdón a sus víctimas».

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