En el mundo real, cuando uno detecta una opinión estúpida, absurda o simplemente vulgar lo más fácil es desviar la atención hacia otro sitio en vez de revolvernos la bilis: seguimos nuestro camino. En el mundo digital, en cambio, solemos cruzar con facilidad esa línea de prudencia —casi sin darnos cuenta.
Hoy es casi imposible encontrar Caperucitas Rojas, pero abundan las Caperucitas Violetas ecologistas y empáticas, los lobos veganos y los leñadores insensibles al sufrimiento de la naturaleza.
Dos maletas de mano, una madre, dos niños -uno de ellos asmático- y una abuela de 81 años. El reto consiste en meter dos meses de ropa, medicinas y cremas, jarabes y ventolines, gabardinas -que vamos a un país de lluvia-, comida para el viaje, bolsos y documentos, dos ordenadores, tres tablets y alguna cosa más, en dos maletas de mano. No es un reto difícil, porque llevo más de veinte años aligerando equipaje.
Me gustó ver a Shimon Peres tan sonriente en el Trono de Hierro, porque no todos los políticos tienen una relación tan sana como él con la ficción. Unos, porque la prefieren a una realidad que nunca está a la altura de sus aspiraciones. Otros, porque no pueden soportar que no se ajuste a los estrechos márgenes de sus prejuicios ideológicos. Como suele pasar, no hay nada que una más a estos políticos que su afán censor, aunque los primeros prefieran prohibir la verdad y los segundos la ficción.