Kant

Comienza un nuevo curso, ¡sapere aude!

Comienza un nuevo curso, ¡sapere aude!

Permítame el lector rogarle que, por unos instantes, se figure la siguiente escena. Un caminante, de no muchas luces, se topa, mientras atraviesa un frondoso bosque, con un río que debe por fuerza franquear si de llegar a su destino se trata. El hombre empero vacila, pues siente miedo de la corriente y no divisa ni aguas arriba ni aguas abajo vado alguno que le facilite el tránsito.

La belleza y nosotros

La belleza y nosotros

Siempre me he hecho un lío con la distinción de Kant entre lo bello y lo sublime. O mejor: nunca he sabido separar lo bello de lo sublime, ni lo sublime de lo bello. Eso está bien porque crea defensas ante las modas. La belleza es un sentimiento que nos une desde Altamira y Lascaux hasta aquí.

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