El Parlamento Europeo ha sellado finalmente el acuerdo para formalizar la salida del Reino Unido de la Unión Europea. El referéndum de junio de 2016 tuvo un impacto emocional enorme en todo el mundo: quizá fue el primer acto serio de desglobalización al que asistíamos más allá del bilateralismo anunciado por Trump tras su victoria electoral. La historia es así. Los frenos existenciales de las sociedades han sido habituales cuando aquella se acelera, cuando el tránsito desde los horizontes de experiencia a los horizontes de expectativa se produce de manera muy rápida y la política es incapaz de ordenar fenómenos tan complejos como la inmigración, la liberalización de la economía o el cambio climático.
Podemos tiene que realizar al menos dos movimientos claves para cambiar las reglas y evitar que las elecciones supongan un cambio de gobierno
El referéndum ilegal del 1 de octubre es el verdadero mito fundacional del independentismo. 1714 está demasiado lejos. El 1 de octubre es una herida abierta que ha de mantenerse así. A partir de ese otoño, y de sus consecuencias políticas y jurídicas, el independentismo extrae toda su legitimidad hoy.
La única forma de corregir en el Congreso la pasividad de los españoles es que Ciudadanos asuma el reto por el cual se fundó, decida entrar en un Gobierno con Pedro Sánchez, y se traslade de una vez por todas la imagen de que el Estado está unido ante los grandes retos, como es el auge del nacionalismo catalán y vasco.
Pero a partir del 6 y 7 de septiembre quedó demostrado que tampoco creen en el principio de respeto a las minorías que define a cualquier democracia
Pedro Sánchez es un alcohólico del poder, y los secesionistas catalanes tienen la llave del cuarto de la bebida. Solo la situación que condensa esta rudimentaria metáfora explica el esperpento que el gobierno socialista ha montado estos días en Barcelona.
Uno de los tópicos más insidiosos de cuantos ha generado el procés es la afirmación de que los políticos han engañado a la gente, como si lo reprochable, antes que el intento de golpe de Estado, fuera la ineficacia de los golpistas. “Habéis jugado con nuestras ilusiones”, claman los dolientes, limitando la responsabilidad de los Mas, Puigdemont o Junqueras al hecho (¡im-per-do-na-pla!) de no haber obrado con la solvencia que la empresa requería.
Casi a la vez que Pedro Sánchez llegaba en helicóptero a la finca toledana de Quintos de Mora, como para un safari de queseros con sus ministros, Quim Torra se reunía con Puigdemont en Bélgica, tras su Línea Maginot.
A veces nuestro temor al populismo es tan profundo que se nos olvida que es, como cualquier emprendimiento político, un negocio difícil, incierto, que requiere esfuerzo, consistencia, liderazgo y disciplina; que intenta cumplir, como todo, su destino en una senda tan equidistante del triunfo como del fracaso. No es cosa fácil ganar decenas de millones […]