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Girls se despide cerrando el viaje de sus personajes

Girls se despide cerrando el viaje de sus personajes

SPOILER ALERT. El último episodio de Girls concluye la historia de Hannah y la de Marnie. Dos amigas que comenzaron juntas y así terminan.

Los seis años de existencia de Girls han estado llenos de críticas, alabanzas y escándalos. Desde su inicio la historia de Hannah y sus amigas, cuatro chicas blancas con dinero -y mucho amor propio- fue comentada hasta la saciedad. En parte la conversación fue dirigida a su creadora y protagonista, Lena Dunham, su juventud, sus conexiones, su peso, su género… y en parte a la complejidad, a veces insoportable, por lo egoísta y desconectada de sus personajes. El primer factor, Dunham y las opiniones sobre ella, tiene más que ver con la sociedad en que vivimos y los prejuicios que conlleva y poco que ver con la calidad de la serie o su desarrollo. Pero el segundo, la incesante e interesante discusión sobre los personajes y sus vidas egocéntricas, siempre habló del punto central de Girls. Esta serie comenzó como la exploración de un camino a la madurez que tal vez no llegue porque quienes lo buscan no están dispuestos a afrontarlo. Sus personajes, llenos de imperfecciones, estaban comenzando su vida adulta, afrontando por primera vez su vida sin las muletas de la época estudiantil. Y sus herramientas para hacerlo eran escasas.

Cuando conocimos a Hannah en el primer episodio de Girls soltó una frase que se convertiría en la más citada de la serie: “Creo que soy la voz de mi generación, de una generación”. Y puede que Dunham haya escrito esa frase con deje cómico –la veinteañera que se cree la representante de sus pares y que les dará voz cuando ni siquiera sabe vivir por sí misma– pero en la realidad Hannah y sus amigas se convirtieron, de alguna forma, en la voz de una generación. Parodias de las características del millenial y a la vez personas que podrían ser reales, las chicas -y los chicos- representaron un terrible, convulso y complicado viaje a la madurez, el que vive mucha gente sin saber cómo su vida cómoda ha pasado a ser esta suma de responsabilidades que nadie les advirtió que serían tan difíciles -aunque sí lo hicieran, muchas veces- y de las que, sin importar cuánto lo deseen, no pueden huir.

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Marnie y Hannah | Fotografía cortesía HBO

 

Que Hannah haya decidido ser mamá en esta última temporada habla de esto. Quiere crecer, dejar atrás a la chica inmadura y egoísta, ser una adulta por fin. Y al mismo tiempo no parece tener idea de la responsabilidad que está asumiendo. Obviamente, porque conocemos a Hannah, es esperable que la maternidad -con su falta de sueño, su incertidumbre, su eternidad- la hunda en una crisis. Como bien dice en el último episodio “es una persona que no termina las cosas, que abandona”. Pero en este caso no quiere hacerlo, aunque eso no quiere decir que no sienta las ganas.

El último episodio de Girls comienza con una imagen familiar: Marnie y Hannah durmiendo abrazadas (como en el primer episodio). Pero en este caso Hannah vive en el campo, está embarazada y Marnie está pidiéndole que la deje vivir con ella y ayudarla a criar a su bebé. Hannah accede sin muchas ganas.

La convivencia de Hannah y Marnie, tras la llegada de Grover, es espinosa pero familiar. Hannah no logra que su bebé lacte y sus miedos y sus pocas herramientas para manejarlos se acumulan mientras una Marnie que está haciendo un esfuerzo real por no ser la persona más centrada en sí misma en cada habitación, logra justo lo contrario.

Obviamente la metáfora de la leche materna y el apego están ahí. Esto no sólo se trata de Hannah no pudiendo amamantar a su bebé, se trata de que aún no se siente una madre o no sabe cómo, de que la adultez y la madurez no llegan por arte de magia cuando un bebé sale de la vagina.

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Lena Dunham, interpretando a Hannah. | Fotografía cortesía de HBO

 

Tras unos días complicados en que Hannah siente que su bebé no se está amamantando, es una repetición de todos los rechazos masculinos que ha vivido y está cada vez más tensa, Marnie llama a Loreen, la madre de Hannah, para que venga a ayudar. Y es con ella con quien Hannah tiene una conversación que bien podría haber sucedido hace años por lo desconectada e infantil que suena. Hannah se queja a su madre de que nadie le contó que esto sería tan difícil y su madre responde que esto no le pasó, que ella eligió y que de esta decisión no puede retractarse. Suelta que su bebé la odia, y Loreen no puede creer lo mezquino y tonto que suena eso. “Tu bebé no te odia, no odia a nadie, es un bebé”. Hannah se va molesta a caminar sin rumbo y en casa se quedan Marnie y Loreen, que hablan.

Marnie se da cuenta de que no puede seguir viviendo una vida prestada, que tiene que comenzar a tomar decisiones y establecer un rumbo. Por su parte, Hannah se encuentra con una adolescente y le da un largo y adulto discurso sobre su madre y su responsabilidad. Puede que la madre de esta chica quiera hacer cosas con su vida, experimentar… pero no lo hace, se queda en casa diciéndole que tiene que hacer la tarea porque ese es su lugar, aunque lo odie a veces, para siempre. Hannah vuelve a casa más tranquila, sube a amamantar a Grover y el bebé lo acepta. Y los dos viven su momento y la vida no parece tan desesperada, pero tampoco está resuelta. Y Hannah ve, por un momento, la simplicidad de todo. Y aprecia ese momento, y lo disfruta. Es para siempre, ese momento y todos los demás, lo quiera o no.

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