THE OBJECTIVE
Cultura

7 poemas que tienen a Madrid como su musa

Por cientos se cuentan los creadores que se inspiraron en Madrid, sus calles y parques, sus bares y gentes, sus fiestas y costumbres, para plasmar su obra. De entre esos cientos, muchos fueron poetas, que con sus versos dibujaron su percepción de la capital española, a veces amada y apenas odiada.

7 poemas que tienen a Madrid como su musa

Por cientos se cuentan los creadores que se inspiraron en Madrid, sus calles y parques, sus bares y gentes, sus fiestas y costumbres, para plasmar su obra. De entre esos cientos, muchos fueron poetas, que con sus versos dibujaron su percepción de la capital española, a veces amada y apenas odiada.

Con ocasión de la celebración de San Isidro presentamos siete poemas que describen esta ciudad de forma única e irrepetible.

 

1. Poemas de Madrid (Gloria Fuertes)

El año del centenario del nacimiento de Gloria Fuertes no podía abrir la lista otra que no fuera ella. Esta madrileña, que ahora ve su obra glorificada por vecinos y admiradores, logró que los niños aprendieran lo que era la poesía, y que los adultos afianzaran su amor por ella. Fue una de las voces femeninas de la posguerra, y en Madrid, su ciudad natal, encontró un camino a medias entre el infierno y el cielo.

 

Yo puedo decir muchas cosas,

y algunas no.

No puedo decir: Madrid es mi tierra,

tengo que decir mi cemento,

-y lo siento-.

 

¡Ojalá sea mentira ese rumor que corre sobre el rio

donde peces de plata mueren sin ser pescados!

¡Ojalá sea mentira esa bola

de anhídrido carbónico

que pende bajo el cielo de Madrid!

¡Ojalá sea verdad esa mentira del vidente

que anuncia una tormenta de amor

que acabará con la mala uva…!

 

2. Madrid (Miguel Hernández)

Fueron numerosas las huellas que dejó el poeta oriolano en la capital española. Hernández pasó hasta 16 estancias en Madrid, una de las ciudades que más influyeron en su vida tanto personal como literaria. En este poema, Miguel Hernández define la ciudad como «mi casa, Madrid, mi existencia».

 

De entre las piedras, la encina y el haya,

 de entre un follaje de hueso ligero

 surte un acero que no se desmaya:

 surte un acero.

 Una ciudad dedicada a la brisa,

 ante las malas pasiones despiertas

 abre sus puertas como una sonrisa:

 cierra sus puertas.

 Un ansia verde y un odio dorado

 arde en el seno de aquellas paredes.

 Contra la sombra, la luz ha cerrado

 todas sus redes.

 Esta ciudad no se aplaca con fuego,

 este laurel con rencor no se tala.

 Este rosal sin ventura, este espliego

 júbilo exhala.

Puerta cerrada, taberna encendida:

nadie encarcela sus libres licores.

Atravesada del hambre y la vida, 

sigue en sus flores.

Niños igual que agujeros resecos,

hacen vibrar un calor de ira pura

junto a mujeres que son filos y ecos

hacia una hondura.

Lóbregos hombres, radiantes barrancos

con la amenaza de ser más profundos.

Entre sus dientes serenos y blancos

luchan dos mundos.

Una sonrisa que va esperanzada

desde el principio del alma a la boca,

pinta de rojo feliz tu fachada,

gran ciudad loca.

Esa sonrisa jamás anochece:

y es matutina con tanto heroísmo,

que en las tinieblas azulmente crece

como un abismo.

No han de saltarle lo triste y lo blando:

de labio a labio imponente y seguro

salta una loca guitarra clamando

por su futuro.

Desfallecer… Pero el toro es bastante.

Su corazón, sufrimiento, no agotas.

Y retrocede la luna menguante

de las derrotas.

Sólo te nutre tu vívida esencia.

Duermes al borde del hoyo y la espada.

Eres mi casa, Madrid: mi existencia,

 ¡qué atravesada!

 

3. Madrid, corazón de España (Rafael Alberti)

En la Guerra Civil española la poesía se utilizó con frecuencia y facilidad como un arma de combate directa. Su función podía ser meramente lúdica o, como en el caso de este poema de Alberti, didáctica. Lo que el poeta pretende a través de sus versos es alabar la defensa de Madrid frente al Ejército sublevado. El gaditano tuvo una importante participación en el movimiento intelectual producido por la Guerra Civil, llegando a constituirse en Secretario de la Alianza de Intelectuales Antifascistas. Muchos fueron los poemas que escribió en una época de guerra, sangre y dolor, pero ninguno que hablara de Madrid como éste.

 

Madrid, corazón de España,

late con pulsos de fiebre.

Si ayer la sangre le hervía,

hoy con más calor le hierve.

Ya nunca podrá dormirse,

porque si Madrid se duerme,

querrá despertarse un día

y el alba no vendrá a verle.

No olvides, Madrid, la guerra;

jamás olvides que enfrente

los ojos del enemigo

te echan miradas de muerte.

Rondan por tu cielo halcones

que precipitarse quieren

sobre tus rojos tejados,

tus calles, tu brava gente.

Madrid: que nunca se diga,

nunca se publique o piense

que en el corazón de España

la sangre se volvió nieve.

Fuentes de valor y hombría

las guardas tú donde siempre.

Atroces ríos de asombro

han de correr de esas fuentes.

Que cada barrio, a su hora,

si esa mal hora viniere

-hora que no vendrá- sea

más que la plaza más fuerte.

Los hombres, como castillos;

igual que almenas, sus frentes,

grandes murallas sus brazos,

puertas que nadie penetre.

Quien al corazón de España

quiera asomarse, que llegue,

¡Pronto! Madrid está lejos.

Madrid sabe defenderse

con uñas, con pies, con codos,

con empujones, con dientes,

panza arriba, arisco, recto,

duro, al pie del agua verde

del Tajo, en Navalperal,

en Sigüenza, en donde suenen

balas y balas que busquen

helar su sangre caliente.

Madrid, corazón de España,

que es de tierra, dentro tiene,

si se le escarbara, un gran hoyo,

profundo, grande, imponente,

como un barranco que aguarda…

Sólo en él cabe la muerte.

 

4. Madrid (Pablo Neruda)

El poeta chileno tuvo una estrecha relación con Madrid, donde pasó grandes temporadas y donde ejerció como cónsul. Fueron varios los poemas que dedicó a Madrid, y de entre todos hemos elegido el siguiente.

 

Madrid sola y solemne, julio te sorprendió con tu alegría
de panal pobre: clara era tu calle,
claro era tu sueno.
Un hipo negro
de generales, una ola
de sotanas rabiosas
rompió entre tus rodillas
sus cenagales aguas, sus ríos de gargajo.

Con los ojos heridos todavía de sueño,
con escopeta y piedras, Madrid, recién herida,
te defendiste. Corrías
por las calles
dejando estelas de tu santa sangre,
reuniendo y llamando con una voz de océano,
con un rostro cambiado para siempre
por la luz de la sangre, como una vengadora
montaña, como una silbante
estrella de cuchillos.

Cuando en los tenebrosos cuarteles, cuando en las sacristías
de la traición entró tu espada ardiendo,
no hubo sino silencio de amanecer, no hubo
sino tu paso de banderas,
y una honorable gota de sangre en tu sonrisa.

 

5. Anocheció Madrid (José Bergamín)

Este poema de José Bergamín, autor madrileño destacado en el siglo XX, rinde homenaje a la capital en su vertiente más nocturna en Anocheció Madrid.

 

Anocheció Madrid que parecía

cubierto del cristal más transparente

que estaba amaneciendo de repente

con tanta claridad como de día

Luces vivas sus calles repartía

poblando la ciudad, más que de gente,

de destellos de luz resplandeciente

que el aire embelesaban de alegría.

El cielo miró arder desde su abismo,

como un diamante en negro terciopelo

Madrid, alma encendida a su espejismo:

ciudad nocturna en urna de su hielo,

Narciso enmascarado de sí mismo,

y Eco, muda de asombro, el mismo cielo.

 

6. Pausa de agosto (Mario Benedetti)

El autor uruguayo también rindió homenaje a Madrid, una ciudad que lo acogió cuando tuvo que marchar al exilio tras el Golpe de Estado de 1973. En este poema describe esa calma típica del Madrid más veraniego.

 

Madrid quedó vacía

sólo estamos los otros

y por eso

se siente la presencia de las plazas

los jardines y fuentes

los parques y glorietas

como siempre en verano

Madrid se ha convertido

en una calma unánime

pero agradece nuestra permanencia

a contrapelo de los más

es un agosto de eclosión privada

sin mercaderes ni paraguas

sin comitivas ni mitines

en ningún otro mes del larguísimo año

existe enlace tan sutil

entre la poderosa

metrópoli

y nosotros pecadores afortunadamente

los árboles han vuelto a ser

protagonistas del aire gratuito

como antes

cuando los ecologistas

no eran todavía imprescindibles

también los pájaros disfrutan

ala batiente de una urbe

que inesperadamente se transforma

en vivible y volable

los madrileños han huido

a la montaña y a Marbella

a Ciudadela y Benidorm

a Formentor y Tenerife

y nos entregan sin malicia

a los otros que ahora

por fin somos nosotros

un Madrid sorprendente

casi vacante despejado

limpio de hollín y disponible

en él andamos como dueños

tercermundistas del arrobo

en solidarias pulcras avenidas

sudando con unción la gota gorda

el verano no es tiempo de fragor

sino de verde tregua

empalagados del rencor insomne

estamos como nunca

dispuestos a la paz

en el rato estival

la historia se detiene

y todos descubrimos una vida postiza

pero cuando el asueto se termine

volverán a sonar

las bocinas los gritos las sirenas los mueras y los vivas

bombas y zambombazos

y las dulces metódicas campanas

durante tres fecundas estaciones

nadie se acordará

de pájaros y árboles

 

7. El otoño de Madrid (Luis López Anglada)

El ceutí Luis López Anglada, que de 1969 a 1972 ocupó el cargo de secretario del Ateneo de Madrid, dibujó en estos versos su percepción del otoño madrileño, tan peculiar y único.
Madrid, si tanto tienes tanto vales

y aunque falto de encinas, te respiro

bebiéndole los vientos al Retiro

y al oro del crepúsculo en Rosales.

Con otoños románticos prevales

para permanecer en el suspiro.

¿Dónde vamos, Madrid? A octubre miro

y con sabor de soledad me sales.

Mientras el corazón amarillea

la tarde, que no el cuerpo, me pasea

por las tranquilidades del palacio.

Todo se finge rápido y urgente,

pero yo te recorro lentamente

que las cosas del alma van despacio.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D