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Chris Cornell, vida y muerte del príncipe del 'grunge'

Todo es nostalgia ahora que Chris Cornell ha muerto. Cornell fue uno de los músicos más importantes de los últimos 30 años. Encarnaba la esencia de esa música enérgica y emocional que fue el grunge, una revolución cultural que sacudió Seattle (Estados Unidos) y el mundo entero en unos tiempos que marchaban sin rumbo ni paradero.

Chris Cornell, vida y muerte del príncipe del ‘grunge’

Reuters

Todo es nostalgia ahora que Chris Cornell ha muerto. Cornell fue uno de los músicos más importantes de los últimos 30 años. Encarnaba la esencia de esa música enérgica y emocional que fue el grunge, una revolución cultural que sacudió Seattle (Estados Unidos) y el mundo entero en unos tiempos que marchaban sin rumbo ni paradero.

Cuentan que Chris Cornell tuvo una infancia complicada, que salía rara vez a la calle, que convivió con momentos de tristeza y depresión que lo acompañaron siempre. Que comenzó con la delicadeza del piano y terminó golpeando duro los platillos y los bombos, que sentándose frente a la batería logró encontrarse a sí mismo.

Cornell fue descubriendo con el paso de los años que no solo era un gran baterista, sino un gran cantante, y la fama, el éxito, el dinero y las mujeres llegaron al ritmo que Soundgarden, el grupo que él mismo fundó, subía como la espuma. Aquella banda marcó una época; no era extraño que los seguidores del grunge genuino, al ser preguntados por su grupo favorito, forzados a elegir entre Pearl Jam y Nirvana, terminaran decantándose por Soundgarden.

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Chris Cornell y Kim Thayil, en un concierto de Soundgarden en 2013. | Foto: Chris Pizzello/AP Photo

 

Ahora que Cornell ha muerto, que Scott Weitland (Stone Temple Pilots) se fue, que Kurt Cobain (Nirvana) y Layne Staley (Alice in Chains) nos dejaron –solo nos queda Eddie Vedder (Pearl Jam)–, llega la conciencia del tiempo irreversible. El último gran proyecto de Cornell en la música llegó con Audioslave, esa banda total que unía su voz con los riffs salvajes de los Rage Against the Machine, y que grabó un primer álbum asombroso y un segundo algo más flojo. Entre los logros más sonados del supergrupo se encuentra la celebración de un concierto en Cuba en 2005 que se convirtió en el primer directo que hacía un conjunto estadounidense en la isla.

“Generalmente miro hacia delante”, dijo Cornell en una entrevista concedida en 2012 a El País. “Cuando miro hacia atrás me siento afortunado de haber superado lo que pasé y de que Soundgarden sea lo que es hoy en día. Fuimos pioneros de la escena musical del tiempo en que empezamos, en los noventa, y hay cierto orgullo en ello, pero en realidad creo que estoy haciendo más ahora y que voy a hacer mucho más en el futuro”. En este siglo Cornell hizo carrera en solitario, persiguió una música más melódica, más calmada, un esfuerzo –logrado o no– de crear canciones intimistas. Con todo, siempre llevó sobre sus hombros el peso de un pasado memorable.

Ayer mismo estaba Chris Cornell sobre el escenario en Detroit con sus viejos amigos de Soundgarden y nada parecía anticipar que aquella sería su última noche. La noticia ha caído como un rayo. Para el recuerdo quedan los años dorados, su espíritu rebelde e inspirador, los tiempos en que la música significaba algo más que música. Cornell no fue uno de tantos.

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