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Cultura

Paulina Flores ya sólo habla de amor

Tras su excitante presentación en sociedad en el terreno del relato corto con ‘Qué vergüenza’ (Seix Barral, 2016), libro de cuentos que gozó de una amplia aceptación entre la crítica, que la saludó con entregado entusiasmo, la escritora chilena afincada (por el momento) en Barcelona, ciudad a la que vino el pasado mes de enero para cursar un Máster de Creación Literaria, debuta en la novela con ‘Isla Decepción’ (Seix Barral)

Paulina Flores ya sólo habla de amor

Diego Urbina | Seix Barral

Isla Decepción no se refiere a la isla en forma de herradura, una isla volcánica solitaria que hay entre el archipiélago de las Shetland del Sur y la península Antártica, en el centro del estrecho de Bransfield, uno de los destinos turísticos más importantes de la Antártida, con más de 15.000 visitantes al año. El título de la novela con la que debuta Paulina Flores (Santiago de Chile, 1988) es más bien lo contrario, pero es también, a la vez chiste y metáfora. Y es que, de un lado, nos cuenta la autora chilena en las oficinas de su editorial, en Barcelona, un rato antes de marchar a México para participar en el Festival Hay de Querétaro, que sencillamente le hacía gracia el título. Y, además, la palabra decepción, le parece muy poética. Le gustan estos títulos raros, chocantes, llamativos, afirma. Y señala como ejemplo la exclamación de su anterior libro de relatos: Qué vergüenza. 

De otra parte, sin embargo, juega el rótulo con el que se anuncia su novela en la cubierta del libro con la idea de que, aunque no nos lo parezca, el mundo es una gran isla. «Nos creemos terrícolas -señala Flores-, pero somos, en verdad, isleños». Siendo cierto todo lo que expresa la autora, no podemos pasar por alto la gran metáfora que sostiene la novela y que son los dos espacios medulares en tensión entre los que badea la historia: de un lado, Chile, y del otro Corea. Marcela, una de las tres protagonistas de la historia y la que mueve la acción, lo explica así: «Estuve investigando sobre Corea […] en un foro que encontré, alguien decía que se sentía como estar en una isla. Porque de un lado solo tienen mar y del otro Corea del Norte, que nadie puede cruzar y que es peor que el agua. De Chile dicen lo mismo […] este es un país largo y flaco: por el norte está el desierto, por el este la cordillera, por el sur la Antártica y en el oeste el Pacífico. O sea que es mucha distancia, muchas fronteras naturales y siempre he pensado que si uno toma los dos extremos y los une formaría una isla».

Es entre estos dos puntos, y la distancia que los separa (casi 20 mil kms), donde se produce el drama de Isla Decepción. Concretamente en Punta Arenas, una pequeña ciudad próxima al punto más meridional de la Patagonia chilena, en el estrecho de Magallanes, donde confluyen los océanos Atlántico y Pacífico.

La escritora chilena Paulina Flores ya sólo habla de amor
Imagen vía Seix Barral.

La incomunicación (imaginativa)

La historia va así: una noche, un grupo de pescadores de centollas se adentra en alta mar y, en un momento determinado, descubren en el agua un cuerpo menudo, inconsciente, el de un muchacho que «se mantenía a flote gracias a un chaleco roñoso». Enseguida interpretan que se ha caído (o lo han tirado, o se ha lanzado por propia voluntad) de un chimao (un buque-factoría chino que se dedica a la pesca ilegal de calamares en el Estrecho de Magallanes, sin respetar cuotas y saltándose las delimitaciones de las aguas internacionales, y cuyos integrantes son generalmente convictos, a quienes se les obliga a permanecer en los barcos por un periodo de dos años). El capitán del barco delega en Miguel, uno de los pescadores, la misión de acercar al chico chino al hospital de Punta Arenas. Y le deja claro que «tiene que parecer como si hubiese llegado solo». Pero entonces todo se complica. Miguel le coge cariño al chico (que finalmente descubrirá que es coreano) y se lo lleva para cuidarlo personalmente a su pequeña casa cuando, inopinadamente, la hija de Miguel, Marcela, a la que lleva años sin ver y que vive en la capital (Santiago), tras una ruptura amorosa con su novio de cuatro años, Diego, y después de haber renunciado a su trabajo para dedicarse a su sueño de ser cineasta, se presenta en su casa. Sola, sin trabajo, desorientada y sin un duro.

A partir de aquí la novela se despliega en dos espacios y en dos tiempos: Punta Arenas, donde tanto Miguel como su hija, Marcela, comienzan a tener una curiosa relación con el chino/coreano (quien creen que se llama Lee, pero no -y este es uno de los misterios que queda flotando en la novela, el de la suplantación de la personalidad de quien dice llamarse Lee, pero que en realidad es otra persona-). Al no ser capaz de proferir el náufrago coreano más que algunas simples palabras en inglés y no hablarlo y tampoco entender más que alguna palabra suelta de castellano, la relación entre ellos tres se basa en los sonidos, los gestos, las inflexiones de la voz y el humor, pero, por sobre todas las cosas, en la imaginación, en un cierto adivinar las razones posibles o probables del otro. Y aquí reside uno de los grandes hallazgos de Isla Decepción, la construcción del personaje de Lee, un personaje hueco, silencioso: un conjunto vacío que se rellena a través de los anhelos, deseos y frustraciones de los otros dos. Y es que, parece como si las dificultades para comunicarse entre padre e hija se solucionaran (momentáneamente) con las conversaciones que ambos tienen (cada uno por su parte) con el circunspecto náufrago Lee.  

El otro espacio de la novela es el barco del que viene Lee, el Melilla 201, y se refiere justo al momento anterior en el que Lee cae del barco. Sirve esta parte para contrapuntear la historia que sucede en tierras chilenas y se trata, fundamentalmente, de una narración atmosférica, ambientada toda en alta mar, con un fuerte contenido irreal, en el que sueño y vigilia, delirio y pasado se confunden en una nebulosa logradísima, llena de violencia y (un poco de) ternura en la que los personajes se desdibujan, desvanecen y confunden. Por ello, Isla Decepción, dice la escritora chilena, «es una novela que habla de diferentes realidades, de cómo se entiende la cultura según desde donde venga cada quien. Porque hay muchas formas de entender la realidad». Para escribir la parte marítima, nos cuenta Flores, «me inspiré alejándome de la eficiencia narrativa norteamericana y quise, además, huir de las novelas clásicas de barcos. Melville, Conrad y todo eso». Respecto de las influencias que sí reconoce, cita Paulina Flores a los realizadores Lucrecia Martel, Raúl Ruiz y Carlos Sama y a las escritoras Hiromi Kawakami y Han Kang.

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Foto: Diego Urbina

Ya sólo habla de amor

Un tema central en Isla Decepción es el amor, «pero no el amor romántico», matiza la escritora chilena. Se trata del amor perdido de Marcela, el amor propio de su padre, Miguel, que tras largos años se da cuenta de que no volverá con su mujer, de la que lleva diez años separado y de la que, en la actualidad se va a divorciar. Pero también es el amor/afecto amistoso, de complicidad masculina entre dos seres solitarios y silenciosos que se instaura entre Miguel y Lee y el amor sensual que explota entre Marcela y Lee. Asimismo hay un amor explícito por la naturaleza y, en particular, por el mar; éste de parte de la propia autora, muy vinculado a su preocupación por la catástrofe medioambiental que sufrimos y del que, en última instancia, la novela es denuncia.

Confiesa Paulina Flores que «el cambio climático me impactó mucho. El mundo es bello y nos lo estamos cargando. Quería que con mi novela la gente se dé cuenta de que no podemos escapar de la responsabilidad que tenemos». Todos los personajes, de una u otra forma, están huyendo de su pasado, se sitúan «en lugares que quizá no sean sus lugares», comenta Flores, y, podría decirse que esos fugaces instantes amorosos que se producen en la novela, de alguna manera, les salvan y/o les vinculan al austero, desguarnecido e inhóspito territorio chileno de Punta Arenas. Una suerte de refugio para los desheredados. Una isla que, al mismo tiempo, salva y decepciona.

Paulina Flores, elegida recientemente por la revista Granta como uno de los 25 mejores narradores en español menores de 35 años, y que con su primer libro obtuvo el Premio Roberto Bolaño, el Premio del Círculo de Críticos de Arte a la Mejor Escritora Novel y el Premio Municipal de Literatura de Santiago, continúa con la idea del amor en su literatura, pues en la actualidad prepara un libro de cartas amorosas. Al mismo tiempo escribe su tercera novela, aun sin título, cuyo protagonista es «un niño no-binario, un pequeño delincuente hermoso». Una novela episódica, no cronológica, a medio camino entre la novela policiaca y el relato picaresco, cuyo primer capítulo se corresponde con el cuento que la escritora publicó recientemente en Granta 23 (Candaya, 2021), «Buda flaite». Habrá que estar atentos.

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