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'Nuestros cuerpos, sus batallas': la crónica que da voz a las supervivientes de violaciones de guerra

El libro de la reportera de guerra Christina Lamb se publicará en español el 6 de octubre y conforma un relato necesario donde el cuerpo de las mujeres cobra voz y rostro

‘Nuestros cuerpos, sus batallas’: la crónica que da voz a las supervivientes de violaciones de guerra

«Pusieron los nombres es un cuenco y empezó el sorteo. Diez nombres, diez chicas que temblaban como gatitos atrapados debajo del goteo de un grifo. Para ellas, no se trataba de una mera tómbola. Los hombres que extraían los papeles eran yihadistas del Estado Islámico y cada uno de ellos se llevaría a una chica como esclava».

Así comienza el libro de la reportera de guerra Christina Lamb, Nuestros cuerpos, sus batallas (Principal), que se publicará en español el 6 de octubre, y que conforma un relato necesario donde el cuerpo de las mujeres cobra voz y rostro. Un libro de lectura esencial y urgente que da voz a las supervivientes de la guerra.

«La principal razón por la que he escrito este libro es porque estaba enfadada. Durante el periodo 2014 y 2017, como corresponsal de guerra, me encontré con una situación repetida: mujeres, chicas, jóvenes eran secuestradas, violadas y asesinadas en todo el mundo y nadie hacia nada al respecto», cuenta a THE OBJECTIVE la periodista, que nos recibe en el céntrico Hotel Riu de Madrid tras volver de Kabul.

Nuestros cuerpos, sus batallas proporciona un correctivo que, a su vez, es horrible y profundamente conmovedor. Una obra que abre los ojos a la magnitud y los horrores de las violaciones de guerra. En él conocemos a Munira, una rohinyá que fue violada por cinco soldados birmanos que posteriormente mataron a su hijo de ocho años de un disparo por la espalda cuando corría hacia ella; también nos encontramos con una niña de cinco años que fue violada y repetía que la habían secuestrado porque «mamá no cerró bien la puerta»; con Victoire y Serafina, dos hermanas tutsi de extraordinaria valentía que hablan de sus experiencias durante y después del genocidio de Ruanda, donde 800.000 personas fueron asesinadas en 100 días en 1994; y nos conmovemos con el cruel relato de Naima, vendida a doce yihadistas del Estado Islámico. «Lo peor de todo era que me vendieran de uno a otro, como si fuésemos cabras», cuenta en el libro.

Nuestros cuerpos, sus batallas: la crónica que da voz a las supervivientes de violaciones de guerra 1

La violación es el arma más barata de la que se tenga constancia, un arma de guerra como el machete, el garrote o el AK-47 que, sin embargo, no se ha reconocido como crimen contra la humanidad hasta hace muy poco. En el año 2000, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó su resolución 1325, que insta a la protección de las mujeres y niñas en los conflictos y a la inclusión de una perspectiva de género en los mecanismos de prevención, gestión y resolución de los mismos.«La violación debe condenarse de la misma forma que se condena el asesinato o la tortura. Durante mucho tiempo ha sido vista como una consecuencia o algo que queda apartado o a un lado, pero debe ser equiparada a estos crímenes», reflexiona Lamb, que denuncia como en muchos lugares son los propios criminales los que dirigen el país o forman parte de las Fuerzas Armadas o la Policía.

La historia de la violación como crimen de guerra se remonta y se extiende mucho más de lo que podría imaginarse. La Ilíada de Homero, por ejemplo, se inicia con un debate sobre la violación como herramienta militar y, por su parte, al final de la Segunda Guerra Mundial dos millones de mujeres alemanas fueron violadas por los soldados soviéticos, sin embargo, los estatutos de los Tribunales Militares Internacionales de Nuremberg y Tokio, constituidos con el fin de juzgar las atrocidades cometidas en tiempos de guerra, no reconocieron explícitamente los delitos sexuales ni de género. En muchos casos, no es una coincidencia: la violación se perpetra de forma sistemática y deliberada, como en la guerra de Bosnia, donde un informe del Consejo Europeo declaró que se estaba utilizando de «formas particularmente sádicas para infligir la máxima humillación a las víctimas, sus familias y toda la comunidad»; y en Ruanda, el conflicto dejó entre 250.000 y 500.000 mujeres violadas.

Lo mismo ocurrió en Bangladés en 1971 y en Argentina bajo la junta militar en 1976-83. Y sucede lo mismo en el mundo que nos rodea hoy. De esta forma, en esta crónica de la extraordinaria tragedia de la guerra, Lamb recuerda y denuncia que a pesar de que se ha aprobado una legislación para clasificar la violación y la violencia sexual (contra mujeres y hombres) como un crimen de guerra, la Corte Penal Internacional apenas ha condenado a estos criminales por violación de guerra.

Nuestros cuerpos, sus batallas es un libro cuya lectura nos avergüenza a todos y donde sus historias de heroísmo y resistencia nos deberían invitar a la acción.

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