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Economía

Juan Carlos Escotet: a ritmo de vértigo

El dueño venezolano de Abanca, la entidad surgida de la fusión de Novagalicia y del Banco Etcheverría, encarna el mito del hombre hecho a sí mismo. Ha sobrevivido a numerosas tormentas financieras y políticas, incluidas las amenazas de estatización de la revolución chavista. A sus 55 años de edad, parece listo para emprender nuevas aventuras a ambos lados del Atlántico.

Juan Carlos Escotet: a ritmo de vértigo

Marzo de 1998. Caracas, Venezuela. El chico de oro de la banca enfrenta su primera gran tormenta. Ha pasado por otras, claro está, pero la de ahora viene con algo peor que rayos y centellas: los ahorristas sacan su dinero de la institución que capitanea Juan Carlos Escotet. Rumores van y vienen: “Banesco está quebrado”, “…me dijeron que está seco, que no aguanta una semana más…”. La clase media aún no se recupera de una debacle financiera –la del Banco Latino– que acabó con casi 60% del sistema financiero y reacciona al comentario malsano, al cotilleo de medios con intereses ocultos. El público no razona sobre bases sólidas, no atiende a datos precisos y corre, presa del miedo, a llevarse lo que es suyo antes de que sea tarde.

Ese era el panorama que en aquel momento debió sortear quien hoy es el dueño de la mayor entidad financiera gallega Abanca: fruto de la fusión de Novagalicia (adquirida por 1.003 millones de euros) y del Banco Etcheverría, el más antiguo de España. ¿Y qué hizo Escotet en ese mes de 1998? Dio una demostración de su talante. La historia no oficial asegura que levantó el teléfono para dar una orden a sus gerentes: “Paguen y díganle a la gente que si quieren pueden retirarlo todo, que no quede una sola persona a la que no se le haya pagado”. Así se hizo: 12 por ciento de los depósitos volaron de las bóvedas. Banesco resistió los embates y al cierre del fatídico mes se mantuvo sólido.

¿De dónde vino el ataque? Se manejaron varias hipótesis: la campaña la orquestaron ejecutivos de bancos extranjeros que querían conquistar terreno en el mercado venezolano, fue una. La segunda tenía que ver con asuntos políticos ajenos a Banesco: el objetivo era sacudir la gestión presidencial del entonces mandatario Rafael Caldera. La tercera la secundaban los incondicionales de Escotet: todo era producto de la envidia que despertaba su éxito. Y la cuarta señaló a actores concretos: una suerte de componenda entre Oscar García Mendoza, presidente del Banco Venezolano de Crédito; Tanous Gerges, el editor de un diario de economía llamado Reporte, junto a un personaje llamado Thor Halvorssen y el exbanquero Carlos Bernárdez Lossada. 

En un reportaje publicado por la revista Exceso en mayo de 1998, el analista financiero Francisco Faraco puso el asunto en perspectiva: “¿Quién se beneficia de una corrida bancaria? La competencia”. 

En ese mismo reportaje, todos los señalados negaron su participación en conspiración alguna, aunque ciertamente no ocultaron su animadversión por Juan Carlos Escotet. Pasados los años, de hecho, otra vez García Mendoza -y ahora el hijo de Thor Halvorssen- tendrían un nuevo encontronazo público con Escotet, en esta ocasión por señalamientos de que Banesco habría pagado una comisión de 50 millones de dólares al todopoderoso presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Diosdado Cabello, como recompensa por favorecer a la empresa Derwick Associates con sustanciosos contratos en el sector de energía eléctrica venezolano que les generaron ganancias a tal nivel que Juan Carlos Zapata, uno de los periodistas especializados en negocios más reconocidos de Venezuela,  acuñó el término “bolichicos” para referirse a estos jóvenes empresarios. 

Thor Halvorssen Mendoza, presidente de la organización Human Rights Foundation, presentó en marzo de este año una demanda contra Banesco en un tribunal de Miami que involucra a una filial de Banesco en este presunto soborno. Escotet aireó la disputa directamente a través de su cuenta de twitter: «Yo le recomendaría a estos «amitos del valle» que laven sus trapitos sucios en casa, antes de que pierdan hasta el apellido!».

Banesco, además, emitió un comunicado público el 28 de marzo aclarando la situación. 

El Juan Carlos Escotet de hoy no es el mismo de los años 90. Y si entonces logró sostener firme su institución, ahora cuenta con mayor músculo. En ese momento estaba estrenando las dos torres del banco en la urbanización caraqueña El Rosal que había comprado –aún en construcción- a su colega Víctor Gill como parte del paquete de 11 oficinas de lo que antes se conocía como Bancentro. El Escotet de 2014 es otra cosa: en marzo de 2013 entró a la lista de millonarios de la revista Forbes en el puesto 1.031 con una fortuna estimada en 1.400 millones de dólares. Hoy lo ubican en el lugar 1.110, con 1.600 millones de dólares.

Esa aparición en Forbes la hizo tras la compra –en 2013- de Novagalicia, la mayor red de cajas de ahorros de Galicia con un 40% del mercado, de la que se hizo tras ofrecer 1.003 millones de euros en la subasta organizada por el Ministerio de la Economía. Una año antes ya Banesco había invertido 50 millones de euros en la adquisición y operación de 44,7% del Banco Etcheverría, entidad con más de 300 años de fundada, a través del cual ofertó por la caja gallega a la que rebautizó Abanca.

Hasta ahora los grandes del negocio avalan su gestión: DBRS, la cuarta agencia de calificación del mundo, ha encontrado en buena forma las cuentas de Abanca y a principios de diciembre le otorgó grado de inversión a corto y a largo plazo, lo mismo que valoró en alto la fortaleza financiera de la entidad. Pero resta un problema por resolver y que ha agitado las cosas también este diciembre: el sindical. No es sencillo negociar cambios organizacionales y salariales para una plantilla que pasa de 4.800 trabajadores. Hay desconfianza, pero las discusiones siguen su curso.

Fue justamente la negociación por Novagalicia (Abanca) la que llevó a muchos a preguntarse quién era este personaje que había decidido apostar tan fuerte en España.

La de Escotet no es la clásica historia del heredero de un exitoso negocio bancario. Pero su trayectoria indica que nació –en Madrid, el 23 de julio de 1959- para esto. Mientras terminaba el último año de bachillerato en las noches, a los 16 años trabajaba en un banco: era mensajero en las oficinas caraqueñas del Banco Unión. Unos tres años después el joven Escotet era jefe del departamento de préstamos de una de las sucursales del Unión de donde más tarde saltó a la gerencia de mercado monetario de la Sociedad Financiera Credival. Fue allí donde cruzó su destino con Orlando Castro Llanes, un cubano residenciado en Venezuela que para entonces estaba al frente del Grupo Progreso Latinoamericana, una firma que destacaba entre las cinco más grandes en el sector de las aseguradoras y que también contaba con entidades bancarias.

A Escotet le propusieron poner en marcha la mesa de dinero de la Sociedad Financiera Latinoamericana y esa era una gran oportunidad que no dejó pasar. Mientras avanzaba en sus estudios universitarios de Economía, también ascendía en la corporación hasta que llegó a ser su vicepresidente. Las agresivas movidas de Castro Llanes en la banca venezolana tuvieron siempre a Escotet entre el grupo de cerebros ejecutantes. De hecho, a los 27 años recibió la propuesta de presidir su primer banco, el Banco Zulia, pero declinó. Y fue a los 31 cuando finalmente ocupó el sillón de jefe en el Banco República, convirtiéndose en la persona más joven en alcanzar un puesto similar en la historia financiera de Venezuela.

Era 1991. Y a los pocos meses, Juan Carlos Escotet –ya tenía, desde 1986, un puesto personal en la Bolsa de Valores de Caracas- montó tienda aparte. Terminó distanciado de Castro Llanes, quien en 1994 tuvo que huir del país como consecuencia de la crisis bancaria y terminó preso en Estados Unidos en 1996, acusado por fraude contra los ahorristas del Banco Progreso Internacional de Puerto Rico.

A Escotet nada de esto le salpicó. Su relación con Castro Llanes era cosa del pasado. Al distanciarse optó por un nuevo reto: compró una entidad llamada Bancentro y la rebautizó Banesco. Y nuevamente el vértigo: en cosa de diez años protagonizó la fusión más grande del sistema financiero venezolano que incluyó al Banco Unión y marcó el nacimiento –en 2002- de Banesco Banco Universal.  En el interín, su despliegue en el mapamundi había comenzado más temprano cuando entre 1992 y 1993 fundaba sus bancos en Panamá y Puerto Rico. En 2006 montó operaciones en Miami, en 2011 en República Dominicana y en 2012 aterrizó en España.

Con la creación de Abanca en junio de este año, Escotet se puso al frente de una entidad mucho más grande en tamaño que Banesco.

Con los años también ha cambiado su imagen personal. Pocos recuerdan que cuando era corredor de bolsa, Juan Carlos Escotet lucía una figura más bien rolliza. De esos kilos se desembarazó en los años 90 cuando combinaba el éxito en los negocios con un intenso entrenamiento que ya en 1998 le había permitido completar cuatro veces el maratón de Nueva York. Cuando quería más vértigo, lo buscaba esquiando en nieve. Cuando quería probar su resistencia y puntería, se lanzaba a la pesca submarina. Cuando prefiere la contemplación, paseará hoy día la mirada por su gran colección de arte latinoamericano. Si el fin de semana le toca la fibra española, mirará el partido del Real Madrid. Y en la temporada de béisbol venezolano, se pondrá la gorra de su equipo, Los Navegantes del Magallanes. Y a la hora de celebrar, la fiesta la prenderá siempre con la música de salsa brava de las Estrellas de Fania. Eso, elucubrando sobre sus gustos más conocidos, porque cuando quiere hacer negocios ya se sabe bien de lo que es capaz: de esto que ya se ha visto y más.

En 2014, Escotet cumplió 55 años de edad.  Su grupo financiero sobrevivió a la revolución de Hugo Chávez, se hizo más fuerte y es ahora el banco privado más grande de Venezuela, con un músculo financiero que la ha permitido expandirse y cruzar hasta Europa. Y todavía sigue siendo un banquero joven…

Óscar Medina 

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