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Presidentes en apuros. ¿Por qué se desploma la popularidad de los mandatarios latinoamericanos?

Escándalos de corrupción, malos resultados económicos e incapacidad para dialogar con otros sectores del país marcan la caída del respaldo a varios mandatarios que conocieron tiempos mucho mejores en el poder

Presidentes en apuros. ¿Por qué se desploma la popularidad de los mandatarios latinoamericanos?

Conocieron la cúspide y ahora afrontan un brusco declive. Michelle Bachelet (Chile), Enrique Peña Nieto (México), Cristina Fernández de Kirchner (Argentina), Juan Manuel Santos (Colombia), Nicolás Maduro (Venezuela) y Dilma Rousseff (Brasil) tienen similitudes que van más allá de su posición como presidentes de países de América Latina. Todos enfrentan caídas históricas de su popularidad y el rechazo de la población, tras haber gozado de una alta aprobación.

Investigaciones del Banco Interamericano de Desarrollo, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y Transparencia Internacional sostienen que la región se ha visto afectada en los últimos años por problemas como la corrupción, la inseguridad y crecientes dificultades económicas.

La internacionalista Elsa Cardozo considera que el hecho de que estos factores coincidan en el continente se debe a las semejanzas entre los gobiernos: Partidos que permanecen mucho tiempo en el poder y la debilidad de las instituciones para hacerle frente a la corrupción. “En la capacidad de repuesta que tienen los gobiernos para reajustar sus políticas está  la diferencia entre el deterioro de uno y otros”, apunta.

La injusticia descarrila las reformas

En febrero de 2013, el 56% de los mexicanos aprobaba el trabajo que realizaba el  presidente del país, Enrique Peña Nieto, de acuerdo con datos recabados por la consultora de Buen Día y Laredo.

Siete meses más tarde, sus índices de aprobación empezaron a caer con las protestas  convocadas en septiembre de ese año por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación en contra de la reforma educativa. El rechazo hacia su gestión aumentó de  39%  a 42% en solo dos meses, según la firma Parametría.

La tendencia a la baja no se detuvo allí, pese a que el mandatario ha cumplido con la promesa reformista con la que llegó al poder en diciembre de 2012 y ha concretado importantes reformas estructurales en materia económica, fiscal, financiera, educativa y electoral.

Su desaprobación se agudizó en septiembre de 2014 con la muerte de 3 estudiantes y la desaparición de otros 43, aparentemente a manos de la policía del estado de Guerrero. La noticia generó marchas en todo el país y ubicó la aprobación al presidente en 39%, el nivel más bajo registrado por un mandatario mexicano desde los años 1995 y 1996, al inicio del sexenio del mandatario Ernesto Zedillo (34%).

Los familiares de los desaparecidos consideraron insatisfactoria la respuesta del gobierno y  trasladaron su protesta a 13 países de Europa, con la finalidad de llamar la atención de organizaciones internacionales y líderes de gobierno.

La confianza de los mexicanos en Peña Nieto continuó en descenso, luego de revelarse que una casa valuada en casi 4 millones de dólares, era propiedad de la primera dama, Angélica Rivera.  Los sondeos no favorecían la imagen mandatario ni su credibilidad: un 66% de la población consideró que no había sido transparente en su declaración patrimonial.

 

Corrupción e impunidad

El declive de la popularidad de la presidente de Argentina, Cristina Fernández, era un hecho a inicios de 2010. Ese año, Fernández era entonces la jefa de Estado con la peor aprobación en el continente: su gestión sólo contaba con el respaldo del 19% de los argentinos, según Consulta Mitofsky.

A raíz de la muerte de su esposo, el expresidente Néstor Kirchner, el 27 de octubre de 2010, sus números sufrieron un repunte inusitado. El apoyo a la mandataria escaló al 72%, lo que le permitió lograr la reelección en octubre de 2011.

Durante su segundo mandato, la popularidad de Fernández ha ido cayendo progresivamente. Principalmente, por el deterioro de la situación económica, así como por las acusaciones sobre presunta corrupción contra prominentes miembros de su gobierno como el vicepresidente Amado Boudou. En 2012, la inflación se ubicó en el 25,6%, según cifras de Banco Ciudad, mientras que la desaprobación del gobierno creció hasta el 50,40%, de acuerdo con cifras de la consultora Management y Fit.

La muerte en circunstancias aún no aclaradas del fiscal Alberto Nisman, quien preparaba una acusación contra Fernández por el encubrimiento de funcionarios iraníes presuntamente implicados en el atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina, en el que fallecieron 85 personas en 1994, llevó la popularidad de Fernández al 29,1% y encendió la chispa que estimuló multitudinarias protestas en contra.

Una economía en terapia intensiva

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, llegó al poder como consecuencia de la última voluntad política del fallecido mandatario, Hugo Chávez Frías.

En su última comparecencia pública antes de morir, Chávez designó a Maduro como su heredero político, lo que facilitó que resultara electo en las elecciones de abril de 2013, realizadas apenas 6 semanas después de la muerte de Chávez. De acuerdo con los resultados oficiales, cuestionados por la oposición, Maduro obtuvo el 50,61% de los votos, apenas un 1,59% de ventaja sobre el candidato opositor Henrique Capriles Radonski.

La herencia política de Maduro se ha ido devaluando progresivamente en sus dos años de gobierno y, en especial, durante el último año debido a los múltiples problemas económicos que sufre Venezuela, país que en 2014 registró la inflación más alta del mundo y que desde 2013 registra unos niveles de escasez propios de una economía en guerra. La gravedad de las fallas en el suministro de bienes básicos es tal que en mayo de 2014 el desabastecimiento de alimentos ya se había convertido en la principal preocupación de los venezolanos, por encima incluso de la criminalidad.

El efecto de estos problemas no ha tardado en reflejarse en la popularidad de Maduro, cuyos niveles de aprobación se ubicaban en un 20% en marzo de 2015, según cifra de Datanálisis. Se trata, según explicó el politólogo John Magdaleno a la agencia AFP del punto más bajo de apoyo que ha registrado el chavismo desde que llegó al poder hace 16 años. El nivel más bajo de Hugo Chávez se produjo en julio de 2013, cuando se ubicó en un 31%.

Cuando el problema es la familia

La primera gestión de la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, culminó sacudida por un terremoto de 8,8 grados que afectó el país, pero que no evitó que se despidiera del Palacio de La Moneda con números favorables:  un 84% de aprobación en marzo de 2010, según un estudio de la consultora Adimark.

El apoyo obtenido en su primera gestión y un plan de campaña que prometía una reforma educacional, tributaria y una nueva Constitución, le permitió imponerse con el 62%  de los votos en los comicios presidenciales de 2013, un resultado que hablaba por sí solo: es el porcentaje más alto en una elección, obtenido por un presidente desde el retorno de la democracia en esa nación.

Sin embargo, la mandataria de uno de los países más desarrollados de América se vio envuelta en un escándalo cuando su nuera Natalia Compagnon, propietaria de la empresa Caval, adquirió un terreno con un crédito millonario del Banco de Chile para posteriormente revenderlo con sobreprecio. La situación de la mandataria se hizo más difícil cuando se conoció que su hijo, Sebastián Dávalos,  participó en el encuentro en el que se acordó la concesión del crédito utilizado para la compra.

Bachelet fue cuestionada por su reacción tardía y no salió airosa de la situación. Las consecuencias se reflejaron en sus índices de aprobación durante abril, ya que según un estudio de Adimark: Un 64% desaprobó la forma en que conduce el gobierno, en contraste con el 31% que la aprobó.

En medio de la polémica por el caso, la mandataria renovó su tren ministerial en mayo de 2015. Cinco ministros fueron reemplazados y otros cuatro  fueron designados en otros ministerios.

 

Un partido que perjudica al gobierno

La popularidad de la jefa de estado de Brasil, Dilma Rousseff,  se ubicó en un 13% en marzo, según el Instituto de Investigaciones Datafolha, en medio de señalamientos corrupción en la estatal petrolera Petrobras, manifestaciones masivas que piden la destitución de la mandataria y una difícil situación económica en el país.

La polémica por los escándalos de corrupción en Petrobras, en los que se han visto involucrados varios miembros del Partido de los Trabajadores, no impidieron que Rousseff ganar por segunda vez la presidencia, aunque con un margen estrecho: 51,5% de los votos, contra un 48,5% logrado por el socialdemócrata Aécio Neves en segunda vuelta.

Las investigaciones de la Fiscalía acusan a 49 personas, entre ellos miembros del gobernante Partido de los Trabajadores y allegados a Rousseff, de haber recibido sobornos para favorecer a compañías privadas en licitaciones de Petrobras. Por el caso, fue imputado y detenido el tesorero del PT, Joao Vaccari.

Más allá de los escándalos de corrupción, la popularidad del gobierno de Rousseff se ha visto severamente afectada por los problemas que ha venido sufriendo la economía de Brasil, con una inflación que en 2014 aumentó hasta llegar al 6,41% y un PIB que se ha estancado.

 

Diálogos sin concretar

Cuando Juan Manuel Santos  asumió su primer mandato como presidente de Colombia en 2010, aseguró que la puerta al diálogo “no estaba cerrada con llave”, refiriéndose a la posibilidad de entablar conversaciones con el grupo guerrillero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.

Las negociaciones —que iniciaron en septiembre de 2012 —permitieron que la imagen positiva de Santos se repotenciara y alcanzara un 80% frente a un 17% de desaprobación, de acuerdo con un sondeo del Centro Nacional de Consultoría. 

Pero el apogeo de Santos en la encuestas se vio interrumpido  cuando Colombia debió iniciar el 2013 en medio de un escenario de protestas y un paro nacional agrario, que surgió con el propósito de exigir al gobierno acceso a la propiedad de la tierra y acciones frente a la crisis que atravesaba la producción agropecuaria.

Los bloqueos de vías, que causaron pérdidas millonarias, y las acciones de vandalismo que ocurrieron en varias ciudades del país, hicieron que Santos decidiera militarizar Bogotá y desplegara 50.000 efectivos de las fuerzas militares para garantizar el tránsito en las vías. La aplicación de la medida ocasionó 12 muertos. Los trabajadores del campo denunciaron la intransigencia del Gobierno por su negativa a negociar.

Al concluir los 21 días de protestas, el Centro Nacional de Consultoría aseguró que el rechazo hacia la imagen de Santos se ubicó en 65% y en su manejo del paro agrario se le calificó con un 2,3 sobre la base de 5 puntos.

Pese a estos registros, el mandatario fue reelecto en el cargo en junio de 2014 y continuó sus esfuerzos en la búsqueda de obtener resultados positivos en las negociaciones con las FARC.

En medio del camino para materializar un acuerdo con la guerrilla, la desaprobación hacia Santos continuó en ascenso tras un ataque de las FARC en el cual murieron 11 militares y 20 resultaron heridos. Según la firma Ipsos Napoléon Franco, actualmente  68% de los colombianos tiene una imagen negativa del mandatario.

 

Andreina Cespedes

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