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¿Cómo está afectando el proceso independentista al turismo en Barcelona?

Estos días muchos se preguntan cómo está afectando el proceso independentista al turismo en lugares como Barcelona. Las informaciones publicadas hasta el momento recogen declaraciones contradictorias; grupos hoteleros hablan de una oleada de cancelaciones mientras los organismos catalanes desmienten el impacto. ¿Qué está sucediendo realmente? A falta de cifras oficiales, parece que todos llevan algo de razón. Hay cancelaciones y preocupación ante una posible escalada de las tensiones. Sin embargo, la ciudad continúa llena de visitantes que pasean sin grandes preocupaciones mientras los cruceros siguen llegando a puerto.

¿Cómo está afectando el proceso independentista al turismo en Barcelona?

Estos días muchos se preguntan cómo está afectando el proceso independentista al turismo en lugares como Barcelona. Las informaciones publicadas hasta el momento recogen declaraciones contradictorias; grupos hoteleros hablan de una oleada de cancelaciones mientras los organismos catalanes desmienten el impacto. ¿Qué está sucediendo realmente? A falta de cifras oficiales, parece que todos llevan algo de razón. Hay cancelaciones y preocupación ante una posible escalada de las tensiones. Sin embargo, la ciudad continúa llena de visitantes que pasean sin grandes preocupaciones mientras los cruceros siguen llegando a puerto.

 

El día después del referéndum por la independencia de Cataluña fue un tanto estresante para la dueña del kiosco ubicado en Plaça Universitat, frente a la Universidad de Barcelona, a pocos metros de La Rambla. Muchos jóvenes –demasiados– se acercaban hasta el expositor de prensa internacional para ver si el mundo hablaba de ellos. El Financial Times lo hacía en portada y con él toda la prensa británica. También los principales diarios franceses e italianos, y algún alemán como el Frankfurter Allgemeine o el Die Welt. Los estudiantes repasaban los titulares avisándose los unos a los otros cuando detectaban alguno que hiciese mención al 1-O. Las informaciones aludían a las cargas policiales. Parecían satisfechos; ¡por fin el mundo se daba cuenta de la represión española en Cataluña! Ajena a la épica del momento, la kiosquera se quejaba de no poder atender bien a los clientes y bufaba a los chavales: “¡Esto no es una biblioteca!”

La dimensión internacional del 1-O generó innumerables muestras de solidaridad; desde la escritora J. K. Rowling, autora de la saga Harry Potter, hasta el primer ministro de Bélgica, Charles Michel. Pero también empezó a preocupar a uno de los sectores más rentables de Cataluña (y de España): el turístico. El independentismo catalán lleva tiempo considerando imperiosa la necesidad de aparecer en el mapa global de regiones conflictivas. Para las arcas de una ciudad como Barcelona, sin embargo, esta nueva fama puede tener consecuencias muy negativas.

 

¿Cómo está afectando el proceso independentista al turismo en Barcelona?
Un turista observa un puesto de souvenirs en La Rambla. Foto: Borja Bauzá / The Objective.

 

Uno de los primeros en advertir del riesgo que suponía para el turismo la celebración de un referéndum fue Álvaro Nadal, ministro de Energía, Turismo y Agenda Digital. El aviso se produjo cinco días antes del voto. El 26 de septiembre, en una entrevista concedida a Radio Nacional de España, Nadal aseguraba que “el impacto que está teniendo la situación política en Cataluña es mayor que el que han tenido los atentados”. El ministro se apoyó en datos de la Confederación Española de Agencias de Viajes (CEAV). La respuesta tardó dos días en llegar. Fue Martí Sarrate, presidente de la patronal de agencias de viajes ACAVE, quien contestó al ministro asegurando que Barcelona rozaba la plena ocupación hotelera. Entre las declaraciones de uno y otro los servicios diplomáticos de varios países –a saber: Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania e Irlanda– recomendaron a sus ciudadanos ir con cuidado.

Entonces llegó el 1-O, las cargas policiales, el cruce de amenazas entre líderes políticos, las declaraciones –tímidas en su mayoría– realizadas en las instituciones europeas, la solidaridad internacional y, el 3 de octubre, una huelga general en Cataluña que trajo consigo concentraciones multitudinarias en Barcelona.

 

A pie de calle

Óscar Manresa, conocido chef y empresario de hostelería, tiene varios restaurantes repartidos por Barcelona. En una conversación telefónica explica que el día de la huelga había decidido abrir el establecimiento que tiene en el Mercado de la Boquería, muy cerca de La Rambla. “A la hora del almuerzo se acercaron 300 tíos gritando y los clientes que estaban en la terraza se tuvieron que meter dentro como pudieron”, cuenta. Reconoce que ya ha sufrido unas cuantas cancelaciones de reservas. Grupos de trabajo que vienen de fuera, sobre todo. Sin embargo, y pese al incidente durante la huelga, Manresa cree que el problema tiene más que ver con la imagen que se traslada fuera que con un problema real de convivencia: “Los turistas no entienden muy bien el calado del conflicto y enseguida se creen que hay guerra civil cuando realmente no está pasando nada”.

El mismo día de la huelga, a poca distancia del restaurante de Óscar Manresa, Mario, un turista alemán que pasea por el barrio gótico acompañado de su mujer y la hija de ambos, saca fotos a una manifestación que recorre Via Laietana dando viscas a la terra. “Antes de llegar ya sabíamos lo que pasaba, pero llevábamos planeando este viaje ocho meses así que nunca pensamos en cancelarlo”, dice. Tampoco se arrepiente de haber venido: “No noto agresividad en la gente, todo parece muy festivo”, explica antes de volver a fijar el objetivo de la cámara. Para Mario los miles de manifestantes que pasan por delante ondeando esteladas no son más que una atracción añadida en una de las ciudades más visitadas de Europa.

Edmundo Ameneiro y María Elena Morales, un matrimonio de mediana edad procedente de México, se concede un respiro a la sombra de la catedral. También ellos lo ven todo muy tranquilo y dicen no haber tenido ningún tipo de problema durante su estancia. “El domingo vimos algunas colas aquí y allá pero nada más”, comenta ella.

Alexey y su novia han llegado desde Moscú. Pasean cerca del Arco del Triunfo sin tener muy claro el rumbo a seguir. Llegaron el día del referéndum y se marcharán la semana que viene. Son conscientes de la gravedad de la situación, pero se resignan a su suerte. Si pasa algo durante su visita, que pase. “Somos rusos; estamos acostumbrados a que todo se vaya a la mierda”, explican. Su encogimiento de hombros demuestra que la aclaración no busca ni drama ni chanza. Les han preguntado y ellos responden. Sin más.

 

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Harry y Claudine observan la Sagrada Familia. | Foto: Borja Bauzá / The Objective.

 

A un par de kilómetros de distancia, frente a la Sagrada Familia, Harry y Claudine se sientan en una terraza. Él, británico, pide cerveza. Ella, belga, un zumo de frutas. Están casados y discuten sobre qué parte de la iglesia se construyó con Gaudí vivo y qué partes corresponden a etapas posteriores. Viven en un pueblecito cerca de Bruselas y han llegado a Barcelona para coger un crucero. “El barco sale mañana, pero decidimos venir un día antes por si surgían contratiempos”, explica Harry. Claudine opina sobre la cuestión catalana: los referéndums –dice– no sirven para nada pero es que, en el caso del que se celebró el domingo, los resultados dictados por la Generalitat determinan que una mayoría de catalanes no quiere la independencia. (En efecto: los datos suministrados por el gobierno catalán dicen que participó menos del 50% del censo.) “Aunque ordenar a la policía pegar a gente que intenta votar está mal”, aclara. A Claudine los independentistas catalanes le caen un poco mal desde que comenzaron a recibir apoyo expreso de los independentistas flamencos. “En el pueblo en el que vivimos todos entienden el francés pero se niegan a interactuar en francés”, explica. Claudine es valona y Harry no sabe flamenco. “Muchas veces es ella la que tiene que traducir lo que quiero decir”, comenta. No se sienten intimidados por el proceso independentista ni por los acontecimientos de la última semana. “A mí quienes me preocupan son los yihadistas”, sentencia Claudine poniendo una mueca que oscila entre el disgusto, el miedo y el asco. “Bruselas está llena de ellos”, añade.

No lejos de la Sagrada Familia, en el barrio del Guinardó, una familia coreana llega por fin al piso que ha alquilado a través de la plataforma Airbnb. Van con retraso por culpa de la huelga. Lo primero que quiere saber Moriya nada más llegar es la clave del wifi. Lo segundo es si la ciudad es segura para él, su mujer y sus dos hijos. El dueño del piso, un catalán de mediana edad jovial y tranquilo, reconoce que en las últimas dos semanas ha sufrido más cancelaciones que en los últimos dos años.

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Los turistas llenan las terrazas de la Plaza Real. | Foto: Borja Bauzá / The Objective.

 

Los organismos oficiales y las asociaciones hoteleras no se ponen de acuerdo

La curiosidad relajada que reina en las calles de Barcelona contrasta con las impresiones de Manuel Vegas, presidente de la Asociación Española de Directores de Hotel, cuando se le pregunta por cómo puede estar afectando al sector turístico la situación en Cataluña. “Todavía no hay datos concretos, pero se especula con una caída de reservas de entre el 30% y 35% en la primera semana de octubre”, dice. Si las aguas no vuelven a su cauce, Vegas sostiene que esa cifra podría aumentar en las próximas semanas. Y explica que “lo que más asusta a los asociados catalanes no es la política, sino la reacción española a lo que pueda suceder en Cataluña”. Es decir: que personas procedentes de otras partes de España dejen de visitar Cataluña bien por temor a la situación bien por no querer dejar dinero en la comunidad autónoma. Según la información que maneja Vegas, por el momento los hoteles más afectados son los de alta gama. Esto se debe, en parte, a la cantidad de empresas y organismos que han decidido trasladar foros y conferencias a otros lugares. En ese sentido, la cancelación más sonada ha sido la de la Asociación de Cámaras de Comercio e Industria de Europa (Eurochambers), que ha decidido aplazar la celebración de su asamblea anual. Estaba previsto que la cita se celebrase en Barcelona entre los días 25 y 27 de septiembre.

Según recoge La Vanguardia, Alfonso del Poyo, vicepresidente de Hoteles Meliá, aseguró esta semana que en los 11 establecimientos que tiene la cadena en Cataluña se ha detectado una “relevante caída de la demanda”. El directivo calificó la situación de “preocupante” y dijo que otras cadenas hoteleras estaban experimentando circunstancias parecidas. En el mismo artículo también se recogen las declaraciones del consejero delegado de B&B Hoteles, Jairo González, quien confirmó que en sus establecimientos “hay anulaciones y enfriamiento de reservas a futuro”.

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Turista observa la Plaza Cataluña desde su balcón | Foto: Ana Laya / The Objective.

 

El Gremio de Hoteleros Catalanes, asociado a la Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos (CEHAT), y la Federación de Apartamentos Turísticos de Cataluña (Federatur) han suscrito las declaraciones de Alfonso del Poyo y Jairo González, según recoge El Mundo.

Octavi Bono, director general de Turisme de la Generalitat, opina de forma distinta. En declaraciones a la prensa catalana, Bono negó que exista inquietud y descartó que la demanda turística se haya visto afectada por el 1-O y los acontecimientos posteriores. En la misma línea se expresó un portavoz del Gremio de Hoteles de Barcelona, según unas declaraciones recogidas por El Periódico. Esta persona explicó que la actividad turística de la ciudad se está desarrollando “con total normalidad” y que “las previsiones de ocupación son muy altas”. En cuanto a Turisme de Barcelona, un organismo que depende del Ayuntamiento de Barcelona, su portavoz no ha contestado a las preguntas de este medio.

 

Cruceros y aerolíneas

El turismo de crucero es harto polémico. Estos buques suelen transportan miles de turistas de una ciudad a otra y el beneficio económico para los lugares que los reciben es sustancial. Un reportaje publicado este verano en El País explicaba que los cruceros dejan en Barcelona un beneficio anual de 313 millones de euros. Sin embargo, hay muchos vecinos y autoridades en ciudades como Venecia, Dubrovnik o la propia Barcelona que argumentan contra su llegada; dicen que esas cantidades de dinero vienen acompañadas de masificación y el deterioro de la urbe.

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Pueblos costeros como Sitges siguen recibiendo visitantes en octubre. | Foto: Borja Bauzá / The Objective.

 

En cualquier caso, y pese a las críticas, cuando hace unos días se conoció que dos cruceros alemanes –el Mein Schiff 3 y el Mein Schiff 5– con una capacidad total aproximada de 7.000 turistas optaron por desviarse de Barcelona y parar en Valencia, saltaron algunas alarmas. Sobre todo, porque el desvío de los buques estaba directamente relacionado con la situación política de Cataluña.

De momento parece ser un hecho aislado. En los departamentos de prensa de otras navieras de cruceros que operan en el Puerto de Barcelona no se tenía esta semana ninguna noticia de cambios de ruta en la presente temporada. De hecho, este domingo llega a Barcelona el crucero Norwegian Epic, con una capacidad similar a la de los dos cruceros alemanes juntos. Eso sí: desde Norwegian advierten que están “monitoreando la situación en Barcelona”. “En caso de problemas de seguridad, tenemos la flexibilidad de modificar nuestros itinerarios según sea necesario para evitar motivos de preocupación”, añade el e-mail remitido por la naviera.

También ha habido movimiento en el sector de las aerolíneas. Según ha trascendido a medios especializados, American Airlines y Air Canada están permitiendo a sus clientes cambiar las fechas de los billetes con destino al aeropuerto de Barcelona sin coste adicional. Se desconoce cuántos viajeros se han aprovechado de la medida.

 

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