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Las drogas amenazan Christiania, la utopía ‘hippie’ que aún sobrevive

A tan solo unos minutos del centro de Copenhague se encuentra Christiania, el barrio libre de la capital danesa, proclamado independiente de Dinamarca, donde los ciudadanos tienen sus propias normas y viven de una manera muy peculiar. Formado en los años 70, cuando un grupo de hippies ocupó algunas casas militares, Christiania es ahora, además de uno de los sitios más visitados de Copenhague, el proyecto utópico en el que toda comuna hippie quería convertirse. O casi.

Las drogas amenazan Christiania, la utopía ‘hippie’ que aún sobrevive

A tan solo unos minutos del centro de Copenhague se encuentra Christiania, el barrio libre de la capital danesa, proclamado independiente de Dinamarca, donde los ciudadanos tienen sus propias normas y viven de una manera muy peculiar. Formado en los años 70, cuando un grupo de hippies ocupó algunas casas militares, Christiania es ahora, además de uno de los sitios más visitados de Copenhague, el proyecto utópico en el que toda comuna hippie querría convertirse. O casi.

Los aproximadamente 850 vecinos que conviven en esta original comunidad, gobernada por ellos mismos, deben lidiar a diario con los ‘camellos’ que se han instalado de forma permanente en la conocida como Pusher Street (Calle de los Camellos) para vender hachís, cannabis y otro tipo de drogas.

Con sus propias reglas sociales, su forma de vivir se basa en la ecología, el arte y la meditación y, como en toda buena comuna hippie, fumar marihuana, hachís u otro tipo de drogas es habitual y está permitido en la mayoría de sus locales. Basta dar un simple paseo por sus calles para ver, y oler, la cantidad de sustancias que flotan en el ambiente. En la calle y en los bares, vecinos y visitantes de Christiania disfrutan del ambiente relajado del barrio entre cafés, cervezas, comida orgánica y algún que otro porro.

Sin embargo, son estas mismas drogas las que han traído problemas en los últimos años a los habitantes de Christiania, que se han visto envueltos en serios problemas con los traficantes que, poco a poco, se han ido adueñando de sus calles más concurridas.

Los porros, en general, han formado parte de esta comunidad desde sus inicios. Los habitantes de esta peculiar zona han defendido siempre la legalización de drogas como el cannabis y se han manifestado en varias ocasiones para defender esta postura. Sin embargo, con el paso de los años, el trapicheo de drogas ha pasado de ser algo pequeño y local a estar controlado por organizaciones internacionales, entre ellas los Hell’s Angels de Dinamarca, que ni siquiera son residentes o empleados de Christiania.

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Los habitantes de Christiania y otros ciudadanos daneses se manifiestan a favor de la legalización del cannabis. | Foto: Scanpix Denmark/ Reuters

Las fotografías en Pusher Street son algo ya casi impensable. La presencia de estos traficantes en esta calle ha hecho que los millones de turistas que visitan Christiania no puedan añadir este lugar a su álbum de fotos. Carteles en las cuatro entradas al barrio advierten de que está prohibido grabar vídeos o tomar fotografías y los camellos no han tenido problema en demostrar su determinación con los turistas, echando a más de uno a empujones.

Estos mismos carteles informan también de que comprar o vender droga sigue siendo ilegal, pero los habitantes, empleados y, sobre todo, los visitantes de Christiania hacen caso omiso a estas advertencias y continúan con este negocio, o esta forma de vida, a pesar de las prohibiciones.

La Policía toma cartas en el asunto

En las 34 hectáreas de este barrio libre no existe una sola oficina de Policía. La determinación de los vecinos de Christiania de autorregularse y vivir de acuerdo a sus propias reglas sociales los ha alejado de las autoridades. Sin embargo, esto no ha sido un obstáculo para que la Policía de Copenhague haya intervenido en repetidas ocasiones para solucionar los problemas con los traficantes de drogas, que los residentes de este barrio independiente no pueden solucionar por sí mismos.

La intervención policial más importante tuvo lugar en septiembre de 2016, cuando un hombre disparó a dos policías y a un viandante. Este suceso fue el detonante que hizo reaccionar a los habitantes de Christiania, que tomaron la decisión firme de acabar con los puestos de droga de Pusher Street y unieron sus fuerzas para desmantelarlos uno por uno. Con ayuda de tractores o con sus propias manos, los puestos donde los traficantes venden su mercancía fueron desmontados y desaparecieron de las calles de Christiania. Pero por poco tiempo.

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Los vecinos del barrio desmantelaron uno por uno los puestos donde los traficantes venden las drogas. | Foto: Thomas Borberg/AP

Estas tiendas ambulantes, aunque ya casi permanentes, donde se puede comprar desde hachís en pequeñas bolsas hasta porros ya hechos, volvieron a aparecer en las calles del popular barrio, atrayendo a los turistas con sus llamativas imágenes de Bob Marley y banderas jamaicanas.

La lucha por la independencia de esta comunidad ha hecho que las autoridades sean relativamente permisivas con la situación de las drogas en el barrio, lo que ha supuesto que grupos organizados como los Hell’s Angels instalen allí su negocio, abasteciendo a gran parte de la ciudad y a la mayoría de turistas que la visitan.

A pesar de que la Policía realiza redadas de vez en cuando, estos grupos vuelven a montar sus puestos y los residentes no parecen tomar decisiones estrictas hasta que ocurren sucesos como el tiroteo de 2016.

De los hippies a los moteros

Lo que antaño era un paisaje verde poblado de rastas, pies descalzos y ropas anchas de colores hoy cuenta también con el cuero, las cadenas y los pitbulls de los moteros que acuden cada día a este barrio libre a vender droga en los puestos de Pusher Street.

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Uno de los murales de Christiania muestra una escena bastante común en el barrio, las redadas policiales | Foto: Bob Strong/ Reuters

Aunque lo hippie sigue predominando en Christiania, ahora se mezcla con un ambiente de intimidación e incomodidad, culpa de los traficantes que dominan una de las zonas más turísticas de Copenhague. Las galerías de arte, cafeterías, restaurantes veganos y ecológicos, escuelas de yoga y, en general, todos los negocios que dan vida a este alegre y colorido barrio compiten ahora contra el negro y el metal de los traficantes por atraer la atención de los turistas que, en el fondo, son quienes mantienen vivo este pintoresco lugar.

Aunque su independencia les ha alejado siempre de las autoridades, los vecinos de Christiania parecen estar cada vez más cerca de una colaboración con la Policía, que espera que los desmantelamientos de 2016, aunque infructuosos, fueran solo el principio de una relación de cooperación para acabar con el negocio de las drogas que amenaza la libertad de este ideal hippie.

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