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7 pioneras españolas e iberoamericanas fundamentales para una adolescente feminista

Dos libros recuperan las figuras hispanohablantes esenciales del feminismo para acercarlas al público joven

7 pioneras españolas e iberoamericanas fundamentales para una adolescente feminista

Las redes sociales han propiciado que el pensamiento feminista se extienda más rápidamente entre los adolescentes. Claro que sigue habiendo referentes de siempre, como Clara Campoamor o Frida Khalo, pero se compenetran con usuarias como Barbijaputa o las Towanda, que invitan a seguir leyendo y reivindicando la igualdad entre sexos en todos los ámbitos, sin condiciones. Son tiempos de cambio, como se demuestra en cada 8M, en el movimiento #MeToo o en las campañas políticas –centradas en el debate feminista­–, pero no siempre lo fueron; algunas inconformistas lo forzaron y casi siempre pagaron un precio personal a cambio.

Esa llama sigue viva y nos lo recuerdan dos títulos que edita Anaya. Estamos hablando de Pioneras. Mujeres que abrieron camino, de Espido Freire, y Mujeres de la cultura, de Rosa Huertas. Dos libros para inspirar nuestro camino, con ilustraciones y dirigidos al público juvenil, y para recordar el punto desde el que partimos. Lo hacen con historias de españolas e hispanoamericanas que se sobrepusieron a sus límites particulares y a los impuestos para lograr lo que se propusieron.

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Nita Carmona. | Fuente: Málaga en el corazón

Anita Carmona Ruiz (1908-1940)

Contra el consejo de los médicos, que pensaban que era un deporte para hombres –demasiado arriesgado para una mujer–, Nita siempre quiso ser futbolista. Recibió el apoyo del padre Francisco Mínguez Fernández, que organizaba partidos en las Escuelas Salesianas, y también de su abuela, que no comprendía que la vetaran en este deporte. Para infiltrarse entre los chicos y ser futbolista, se cortó el pelo y se vendó a presión el pecho. Algunos compañeros conservaron su secreto, pero la realidad es que, con la llegada del franquismo, se prohibió que las mujeres jugaran a deportes de hombres. Murió muy joven, con 32 años, y la enterraron con la camiseta de su club: el Sporting de Málaga.

María Blanchard (1881-1932)

La artista cántabra, cuyo nombre real era María Gutiérrez Cueto, era el blanco de burlas de los otros niños por miope y jorobada. No importaba la sensibilidad que residía en ella. Afortunadamente sus padres confiaron en su talento y la animaron a estudiar en Madrid, donde aprendió de las técnicas y movimentos del momento. Poco después se marchó con un beca y consiguió que su nombre apareciera junto al de otros como Pablo Picasso o Juan Gris. Triunfó en Francia en un mundo de hombres y, sin embargo, nunca se sobrepuso al condicionante de su fealdad. Aquello le llegó a bromear: “Cambiaría toda mi producción por un poco de belleza”.

Federica Montseny (1905-1994)

La combatividad y la curiosidad intelectual vinieron de nacimiento con esta madrileña. Con 15 años escribió su primera novela y con 26 años estaba en las filas de la CNT, donde comenzó a demostrar su enorme talento para la oratoria. Tal fue su popularidad que el Gobierno de la II República, en plena Guerra Civil, decidió nombrarla ministra de Sanidad. Fue la primera ministra de España y la cuarta de Europa, como cuenta Espido Freire. Con todo, fueron tiempos difíciles: se vio obligada a dejar el cargo y salir del país para salvar su vida. Regresó a España en 1977 tras décadas de resistencia en las que esquivó tanto a la persecución española como a la alemana, en gran medida por la oposición de Francia a entregarla.

Eulalia Guzmán (1890-1985)

La mexicana nunca agachó la cabeza ante un hombre y supo siempre que debía luchar por que las mujeres gozaran de los mismos derechos y las mismas obligaciones. Su primer paso fue llegar a maestra en una época donde era una meta casi imposible. El segundo, introducirse en círculos feministas y reivindicativos que le llevaron a viajar constantemente por Europa, aprender de las últimas vanguardias educativas. El tercero, arremangarse y convertirse en la primera arqueóloga del país, obsesionada con conocer la historia prehispánica de su país. Por desgracia, su nombre se asocia habitualmente a un error de peso: creyó encontrar los restos del casi mitológico Cuauhtémoc. Lo difundió a bombo y platillo y poco después se demostró que esos huesos eran demasiado recientes, imposible que fueran del guerrero. Ha tenido que pasar un tiempo hasta que se ha vuelto a reconocer su labor como docente e investigadora.

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Gabriela Mistral. | Foto: AP

Gabriela Mistral (1889-1957)

Se crio sin padre y en un entorno pobrísimo, que vivía con lo justo. Se esforzó por estudiar y trabajar y nunca dejó de escribir. La chilena, que construyó su nombre tomando diferentes partes de Gabriele D’Annunzio y Frédéreic Mistral, luchó por que las desigualdades fueran cada vez más pequeñas en su país. Hizo carrera diplomática y se garantizó un honor que todavía sigue siendo exclusivo: Gabriela Mistral fue la primera escritora en español que ganó un Nobel de Literatura. La primera y la última. La autora de Locas mujeres ordenó que las regalías de sus libros tras su muerte se destinaran a ayudar a los niños pobres de la ciudad donde creció.

Carmen Conde (1907-1996)

Lo escribió todo, se licenció en magisterio, se relacionó con grandes poetas como Miguel Hernández o Antonio Oliver, con quien se casó. Esta cartaginense vivió la dureza de la España guerracivilista y franquista y, sin embargo, se sobrepuso a ella. Viajó tanto como pudo, fue una mujer adelantada a su tiempo e ingresó en 1978 en la Real Academia de la Lengua, colapsada por los hombres. No olvidó que otras mujeres merecieron hacerlo antes, como María Moliner, que construyó un diccionario tras años de trabajo y con la ayuda de nadie.

Rigoberta Menchú (1959-)

La activista guatemalteca sufrió la violencia sistemática desde niña. Sus padres fueron asesinados y ella trabajó en condiciones miserables en la recolección de café. No tardó en adquirir conciencia política, asimilando las atrocidades a las que se sometía a las etnias minoritarias como la suya, la india maya quiché. Su historia se dio a conocer a través de un libro biográfico y, en 1992, la Academia sueca la homenajeó con el premio Nobel de la Paz. A pesar de sus orígenes tan humildes logró el reconocimiento con valentía y esfuerzo. Pugnó por la presidencia de su país en 2007, pero no pudo ser.

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