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Noemí Casquet: «El sexo es un arma de revolución masiva»

Hablamos con la periodista especializada en sexología acerca de su nuevo libro, ‘Zorras’, en el que lleva la novela erótica –o de liberación– a una nueva dimensión

Noemí Casquet: «El sexo es un arma de revolución masiva»

Beatriz Cubas | The Objective

Noemí Casquet (Sabadell, 1992) llega a la terraza donde hemos quedado con aire risueño y decidido. No le falta ninguno de los elementos que ya configuran su imagen. Eyeliner negro, check. Labios rojos, check. Flequillo cortado a ras de los ojos, algún que otro collar-amuleto, check. Una incorporación: la mascarilla negra, de neopreno, con dragones chinos bordados.

Hemos venido aquí a hablar de su libro: Zorras, editado por Penguin Random House. El título va directo al grano. Ocupa casi toda la portada, resaltado sobre una ilustración de la autora. Uno de esos libros que gritan desde la estantería de novedades. Zorras es la primera entrega de una trilogía que trata la novela erótica desde una perspectiva empoderadora. El aperitivo al que seguirán Malas, en septiembre, y Libres, en noviembre. Zorras malas libres –«sobre todo eso último»–, las mujeres a las que Casquet reivindica.

La primera es de rigor: ¿qué es una zorra?

Si me dices un zorro te diría un animal astuto. Una zorra lleva una connotación negativa. Es una promiscua. A las mujeres que tenemos libertad sexual y que queremos hacer lo que nos da la gana con nuestra vida, siempre se nos ha llamado de la misma forma: zorra, guarra, puta. Para la sociedad eso es una zorra, para mí empodera. Es una mujer que hace lo que le da la gana, un animal astuto también. Inteligente, sabia. Que hace con su cuerpo lo que le da la gana. 

¿Cómo de autobiográfica es esta novela?

Hay algo de mí. Creo que la mayoría de los escritores parten de una vivencia, experiencia o sentimiento para narrar toda la historia. Yo parto de una vivencia. Hace dos años lo dejé todo, una relación maravillosa de seis años, parte de mi trabajo, mi casa, mi estabilidad. Me vine a Madrid con 200 euros, una mano delante y otra detrás, sin poder prácticamente pagar el alquiler. En eso me siento muy identificada con la protagonista, que además tiene un look muy parecido al mío. Sin embargo, las otras dos protagonistas, Emily y Diana son un batiburrillo. Una mezcla de mis amigas, de mujeres que me inspiran, de mí, de personas que he conocido, etc. Hay partes que son reales –tanto en primera persona como anécdotas que me ha contado otra gente– y otras son totalmente ficcionadas.

En el libro hablas mucho del «nivel de zorrerismo» como medidor de experiencias y carácter. ¿Cuál dirías que es el tuyo actualmente?

Mi nivel de zorrerismo ha cambiado, supongo que es que estoy trascendiendo el sexo. Antes para mí era muy importante follar, la masturbación y poco a poco he ido cambiando esa perspectiva hacia el sexo como arma meditativa, como un arma de revolución, un arma política incluso, y también muy espiritual. 

Yo al sexo le tengo muchísmo respeto, y respeto también a las personas partidarias del aquí te pillo aquí te empotro, aunque sea con desconocidos. En mi caso, no me gusta acostarme con personas que no conozco de una forma muy íntima porque para mí el sexo es sagrado. Siempre digo que para mí el sexo es como rezar con los dioses, porque me lleva a un punto espiritual tan profundo al que no estoy dispuesta a renunciar simplemente por tener un placer físico. 

El zorrómetro va cambiando, creo que cada vez soy un tipo de zorra más elegante, más calmada, pero sigue alto. 

¿Ahora podrías decirme, como la protagonista de tu libro, a qué sabe la libertad?

Es totalmente agridulce. He cambiado muchas cosas por ser libre, y he sacrificado tantas… lleva consecuencias el ser libre. Es el ying y el yang. En todo lo bueno hay algo malo, y viceversa. Es un tema que trato mucho en toda la trilogía. Esto no es una novela erótica, es una novela de liberación. Al fin y al cabo se trata la libertad –que en muchas ocasiones está hipersexualizada– como una forma de hacer con tu cuerpo lo que quieras, que implica que tienes que participar en muchas cosas.

A lo largo de la trilogía, cada personaje encuentra lo que significa la libertad. Ser libre significa decir adiós a personas, asumir las consecuencias de lo que conlleva dedicarse durante ya diez años a divulgar sobre sexualidad. Pero la libertad merece la pena, por encima de todo. Si la cagas, la cagas tú. Si tienes éxito, lo tienes por ti. Y eso no todo el mundo está dispuesto a aceptarlo. Es la prueba de que vives y no sobrevives.

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Noemí Casquet durante la entrevista. Foto: Bea Cubas | The Objective
¿Para quién escribes? ¿En qué momento emocional o vital está tu lector perfecto cuando se cruza con tu libro?

Sobre todo son personas que se están cuestionando las cosas, que a lo mejor no encuentran su pequeño lugar en este mundo, que tienen interés en conocer quienes son, qué hacen en su cuerpo. Esto es fácil, ligero y te engancha pero tiene un mensaje detrás muy potente. Mi target son chicas jóvenes entre los 18 y los 30 y pico. Aunque es algo que podemos entender todos.

¿Alguna vez te han criticado por el efecto que pueda tener tu visión de la sexualidad en menores de edad, o en jóvenes que aún no están preparados emocionalmente para digerir el mensaje?

¿Sabes qué pasa? Que nos pensamos que el día en que cumplimos 18 años nos cae la mente divina con todo el conocimiento, pero lo que pasa es que un día antes de cumplir esos 18 no puedes ver pornografía, beber, votar, nada… Yo esa caída del conocimiento divino no la recuerdo. Mi vida no cambió una mierda entre ese día de antes y el día de después. 

Si yo salgo en redes o en medios diciendo «¡el sexo es lo máximo, es la hostia, tenéis que follar todos!», eso sería hacer apología, pero yo tengo una intencionalidad. Te estoy empujando a que lo hagas y te estoy mostrando como positivo algo que igual para ti no lo es tanto. Pero la información es distinta, contiene un mensaje neutral y nos pertenece. Hable de sexo, drogas, muerte, vida. De lo que sea. Tenemos que apostar por esa información a través de la educación sexual. Sin embargo, la educación sexual da miedo. La gente piensa que estamos haciendo simplemente apología. 

Aquí entra también algo sobre lo que sueles pronunciarte en Instagram, que es la censura. Recuerdo una publicación en la que contabas que ahora tienes que usar metáforas como panadería o jardinería para hablar de sexo y drogas. ¿Qué dice esto de la sociedad en la que vivimos?

La sociedad quiere que la base –nosotros– siga viviendo en un mundo feliz, de piruletas, pensando que todas las decisiones que tomamos en la vida las tomamos nosotros y no las toman por nosotros. 

En el sexo hay uno de los intereses más importantes, y es que el sexo es un arma de revolución masiva. El sexo hace que, durante unos segundos, minutos, horas o lo que sea dejes de pensar, de tener las riendas de tu vida. Hace que te dejes llevar y eso no interesa, porque en ese momento en que te entregas a la vida eres capaz de sumergirte en quién eres. Esa introspección no interesa porque hay un despertar de la conciencia, que es la mayor enemiga de la manipulación. En cuanto se despierta la conciencia ya somos capaces de decir: «Pues yo no quiero hacer lo estipulado». Como no interesa que la gente piense por sí misma, no interesa que haya una educación sexual o afectiva. 

¿Crees que en España tenemos una concepción del sexo algo puritana?

Creo que puritana no es la palabra, cada vez nos estamos abriendo más a hablar sobre sexo. Yo creo que la palabra es normativa. Hay una norma detrás de todo lo que hacemos porque hay un sistema que crea unas estructuras que seguimos perpetuando y que nos hegemoniza. Cuando hablamos de sexo o del placer hablamos también de una forma hegemónica. Hay leyes, normas y en cuanto sales de eso –con conceptos como el tantra o el BDSM– ya no estás siguiendo las normas. 

¿De ahí la infantilización del sexo?

Ahora nos encontramos en un punto en el que el sexo está a mitad de camino entre ser y no ser tabú. Hay influencers promocionando su satisfyer y hablando de masturbación de una manera abierta. Pero ¿de qué tipo de sexo estamos hablando? Seguimos hablando de la hegemonía del placer. Vivimos en la cultura hook up del aquí te pillo aquí te mato, de conocer a gente a través de aplicaciones y querer consumir su cuerpo. Cuando empiezas a ahondar en el sexo como algo mucho más poderoso, ahí empieza el problema. 


Le hacemos 11 preguntas random a Noemí. Puedes ver sus respuestas en este vídeo:

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