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Sociedad

Tus propósitos a septiembre

Tras del parón de la rutina, vuelves del verano con ganas de orden. Comer más verdurita; limpiar el estudio; hacer yoga antes de trabajar… Lo dices como si se te acabase de ocurrir, pero sabes que es lo mismo que te propusiste en enero

Tus propósitos a septiembre

Cathryn Lavery | Unsplash

Dicen que hay dos tipos de personas: los que se hacen propósitos en enero y quienes se los hacen en septiembre, pero a mí no me engañan, son los mismos. Septiembre es la recuperación de los propósitos que hicimos en enero y se abandonaron allá por marzo, así que septiembre no es un inicio de año sino la última oportunidad para reconducirlo a la desesperada. 

Entiendo que después del parón de la rutina, de salir de tu entorno unos días y de echarse a lo que la vida quiera hacer contigo, uno vuelve del verano con ganas de orden. Que si vamos a comer más verdurita; que si voy a limpiar por fin el despacho; que si me voy a levantar al alba todos los días para hacer yoga antes de trabajar… Lo dices como si se te acabase de ocurrir, pero en realidad sabes que esa lista es sopa recalentada. Es lo mismo que te propusiste en enero y de lo que has estado pasando todo el año como de pegarte los párpados con Loctite. Quieres sonar convincente esta vez, pero según lo verbalizas, visualizas cómo en noviembre no te quedará ni un propósito más por abandonar.

Lo que veo cada vez más claro es que el propósito que debería hacerme es dejar de hacerme propósitos. ¿Para qué quiero ponerme objetivos a meses vista si con los que me hago semana a semana siempre me quedo larga? Estoy harta de escuchar que esto es por ser muy ambiciosa, porque no es verdad. Aunque me propusiera cada día mirar el techo un minuto, me buscaría la manera de no cumplirlo, porque no hay cosa que más me guste que llevarme la contraria. Llevarme la contraria a mal para no hacer lo que me había dicho a mí misma que iba a hacer. 

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«Se vende. Poco uso». | Foto: Jelmer Assink | Unsplash.

También podría proponerme llevarme la contraria a bien, es decir, ser competitiva a niveles enfermizos y no cumplir los propósitos sino sobrepasarlos. ¿Que voy a ponerme al día con el inglés? Pues te vas a poner al día con el inglés, pero además vas a empezar a estudiar árabe y ruso. Sin embargo, cuando veo que mi propósito está cerca de cumplirse, me doy media vuelta para no llegar. 

Los propósitos son ese programa electoral que nos hacemos a nosotros mismos. Nos ilusionamos. Nos vendemos todas las motos posibles. Nos prometemos un año mejor, ser más guapos, más listos, más delgados, salir por fin de la mierda. Nos contamos todo esto y nos votamos. 

Empoderados, nos creamos ministerios, que son esas inversiones que hacemos en cosas que no vamos a utilizar, pero están ahí para que parezca que haces algo. El año pasado, por ejemplo, como la pandemia me obligó a cerrar el Ministerio de Exteriores, invertí fuerte en mi Ministerio de Deporte. Me compré una máquina de remo porque Marie Kondo, tú no me mandas. Me vine muy arriba, me creí Saúl Craviotto. 

El Ministerio de Educación, Cultura y Deporte que nos creamos en septiembre suele tener sus conflictos fuertes con los Ministerios de Consumo y de Economía, ya que los deportes y la educación revientan todo el presupuesto en septiembre. Las escuelas de idiomas y los gimnasios lo saben y ya están tentando con las ofertas y promociones. Matrículas gratis, descuentos si te traes a un amigo o paga la cuota de todo el año y te regalamos un boli que no pinta. Por cierto, ¿conoces a alguien que pague de golpe la cuota de todo el año de gimnasio? Esa persona, si existe, tiene una entrevista. 

De momento, mi Ministerio de Interior ya se ha quejado al de Deportes por no respetar fronteras. Así que tengo un propósito nuevo: abrirme un Wallapop y poner en venta la máquina de remo. Mi Ministerio de Economía y Hacienda ha dado el visto bueno.

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