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Las grandes ventajas de olvidar cosas

La creencia popular ve el olvido como un fallo del ser humano, como la prueba fehaciente de una memoria defectuosa y de la imperfección humana. Pero la ciencia no está de acuerdo con esa visión generalizada y empieza a creer que, en muchas ocasiones, olvidar cumple funciones muy concretas.

Las grandes ventajas de olvidar cosas

La creencia popular ve el olvido como un fallo del ser humano, como la prueba incontestable de una memoria defectuosa y de la imperfección humana. Pero la ciencia no está de acuerdo con esa visión generalizada y empieza a creer que, en muchas ocasiones, olvidar cumple funciones muy concretas y necesarias.

De la misma manera que todos los seres humanos necesitan un eficiente aparato digestivo que consiga mantener el cuerpo con energía, también necesitan tener (disculpe el lector el escatológico ejemplo) un igualmente eficiente aparato excretor que elimine aquello que no se necesita y que hasta puede ocasionar graves problemas si permanece en el organismo. «Una memoria demasiado precisa quizás no sea lo que queremos a largo plazo porque nos impide utilizar nuestros recuerdos para generalizarlos a situaciones nuevas«, ha dicho la neurocientífica de la Universidad de Birmingham (Reino Unido) Maria Wimber en un reciente congreso de la Sociedad de Neurociencia, citada por The Atlantic, «Si nuestros recuerdos son demasiado precisos, entonces no podemos usarlos para hacer predicciones sobre situaciones futuras».

Un ejemplo sencillo que ilustra la situación que expone Wimber lo proporciona un niño al que le muerde un perro. Imagine un chiquillo, pongamos que aún no ha cumplido los tres años, que pasea con su familia en el parque de su barrio. El pequeño se fija en una llamativa criatura peluda que no conoce pero que le provoca una irreprimible curiosidad. El desprevenido niño se acerca y toca al animal y este, asustado ante el atrevimiento del crío, le muerde. El niño memorizará la experiencia y aprenderá la lección: los perros pueden ser peligrosos y conviene andarse con cuidado en el futuro.

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Una memoria imperfecta permite generalizar conceptos, ya sean balones o perros. | Foto: Neuron

Si almacena en su memoria la escena exacta, el niño no le tendrá miedo a otro perro que no sea igual a ese porque lo verá como otro ser diferente y, por lo tanto, no necesariamente peligroso. Sin embargo, si solo memoriza ciertas características generales del perro, aprenderá a tenerle miedo a todas las criaturas que también presenten dichos rasgos (es decir, a todos los perros) y lo que verá como libre de peligro no será un perro distinto al que le mordió, sino tal vez una tortuga o una paloma, por ejemplo, ya que al niño no le consta que estas, aunque también sean animales, presenten riesgo alguno.

«En realidad, lo que quizá queramos es una memoria más flexible y más generalizada y eso requeriría un poco de olvido de los detalles y más el desarrollo de una esencia de un recuerdo», valora Wimber. Y resume: «Hay recuerdos que no queremos y que no necesitamos. Olvidar es bueno, es algo adaptativo».

El funcionamiento de la memoria (así como de la mayoría de las complejísimas funciones que desempeña el cerebro humano) es algo todavía rodeado de misterio, pero los científicos están de acuerdo en que consiste en una serie de cambios en el cerebro que codifican experiencias vividas. Posteriormente, el ser humano puede volver a esos rastros que ha dejado la vivencia en el cerebro (conocidos como engramas) para reconstruir el pasado y reproducir la experiencia original, aunque de manera imperfecta.

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Esquema que muestra cómo son las dos distintas formas de olvidar. | Foto: Neuron

«Debido a la gran cantidad de engramas de memoria que pueden acumularse en el cerebro a lo largo del tiempo, parece lógico que el cerebro deba tener, como parte de su sistema de gestión de recuerdos, un mecanismo o una serie de mecanismos para eliminar los recuerdos que ya no se utilizan», explican los neurólogos Ronald L. Davis y Yi Zhong en Neuron. «Estos mecanismos conforman lo que denominamos ‘olvido activo’«, explican.

Esta manera de olvidar juega un papel fundamental a la hora de facilitar el aprendizaje, de eliminar recuerdos innecesarios e incluso de lidiar con situaciones traumáticas que serían demasiado dolorosas si se recordaran con todo detalle.

Sin embargo, eso no significa que todo el olvido tenga un propósito adaptativo. Los propios Davis y Zhong explican que también existe un «olvido pasivo«, causado por factores como que el cerebro no sea capaz de recuperar el engrama o por la «decadencia biológica» y el paso del tiempo. El olvido pasivo genera considerables quebraderos de cabeza (¿quién no se ha vuelto loco alguna vez intentando buscar unas llaves que parecen haber desaparecido?) y, a priori, es indistinguible del activo. Por eso, la creencia popular ve todo el olvido como un problema y es incapaz de ver las grandes ventajas que encierra.

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