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¿Sueñan los algoritmos con orgasmos humanos?

Una de las grandes dudas de los últimos años es si los algoritmos sustituirán a los humanos en el arte amatorio. ¿Estamos cerca de ese momento?

¿Sueñan los algoritmos con orgasmos humanos?

Michael Prewett | Unplash

El 2020 es el año en que se nos ha prohibido acercarnos. Abrazar, tocar, besar son verbos que están en desuso durante la pandemia. No es de extrañar que los juguetes sexuales, esos especímenes de plástico en diferentes presentaciones, sin ojos y sin corazón que pueden llevarnos al éxtasis, hayan ayudado a muchos a pasar la cuarentena.  

Wow Tech Group, empresa propietaria de las marcas de juguetes sexuales We-Vibe y Womanizer, informó que las ventas en línea de ambas marcas llegaron a aumentar más de 200% en abril de este año en comparación con 2019. Por su parte, al ecommerce español Platanomelón le pasaba más o menos lo mismo: vio un aumento en sus ventas “entre 180% y un 200% en comparación con las semanas previas a la cuarentena”. Hasta Amazon siguió enviando juguetes sexuales a pesar de tener la orden de solo despachar pedidos de calidad esencial.

Por supuesto, la sexualidad es esencial, no hay tabú que detenga el deseo, las ganas, el goce. Las empresas de tecnología e inclusive las marcas ya establecidas de juguetes sexuales se han rendido ante el hecho de que el ser humano ha terminado convirtiéndose en un ser solitario y que necesita de recreación placentera con productos que no sean simplemente plásticos, sin ojos, inanimados. La fórmula capitalista se lo ha chivado al mercado desde hace años y ahora se han unido a la tecnología.

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No es de extrañar que en 2019, con el boom del Satisfyer en España, se señalaron algunas críticas del advenimiento de productos que prometían orgasmos tan rápidos, así como vivíamos en la actualidad. El aceleracionismo, decían unos. Placer asegurado, decían otros. Sin embargo, los succionadores de clítoris, sean Satisfyers, Lelo ORA, Sila o Womanizer, solo llegan a puerto si el ritmo del usuario lo permite. La sexualidad no se acelera, el ciclo de respuesta sexual (deseo, excitación, meseta, orgasmo y resolución desarrollado por Masters y Johnson en 1965) es difícil de cambiar. 

Desde que se acreditó a la pornografía como una de las fuerzas más innovadoras detrás de las primeras tecnologías de Internet, nos hemos obsesionado –o soñado– con la idea de que la tecnología mejore nuestra vida sexual. Para Monica Branni, psicóloga y sexóloga de Platanomelón, “la tecnología en el ámbito de los juguetes está avanzando rápidamente y nos ofrece cada vez más la posibilidad de tener experiencias más potentes, reales y diversas. De hecho, podemos controlar e interactuar con el juguete, hasta jugar con las sensaciones que nos produce a nosotros y a nuestra pareja”.

La respuesta de Branni es coherente con nuestros tiempos; todavía ningún succionador va a poder lavarnos el cerebro o, mejor dicho, la entrepierna, para que un algoritmo nos controle. La tecnología sexual a menudo promete a los consumidores –humanos– que los algoritmos podrán optimizarles sus experiencias sexuales, sin embargo, una gran mayoría de algoritmos creados para el placer siguen siendo, en el mejor de los casos, rudimentarios y, en el peor, dañinos, como es el caso los juguetes sexuales que utilizan tecnología smart biofeedback o los deepfakes porno generados por inteligencia artificial[contexto id=»381729″].

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ION Pleasure Air™, orgasmos masculinos como si fuesen femeninos es lo que promete Wow Tech Group

Los diferentes juguetes sexuales que me han llegado como redactora de The Objective han prometido ser high tech en su reproducción del sexo oral, sin embargo, al probarlos, falta mucho para llegar a hacer un algoritmo tan inteligente –o malévolo– como el de Facebook o Google en tu entrepierna. Ya quisiéramos que fuese malévolo.

Los juguetes sexuales de la actualidad tienen grandes problemas de conectividad con Bluetooh y los datos que recogen es posiblemente para medir frecuencia y tiempo de uso. Para Héctor Palacios, investigador en inteligencia artificial y exprofesor de la UPF, las técnicas de machine learning no son muy buenas en el aprendizaje personalizado porque se entrenan cosas genéricas con adaptación limitada”. Su consejo apunta a la creación de productos que se adapten “muy rápidamente”, mientras otra opción “es que con un conjunto de ‘modos’ se logre algo mercadeable”.

Censura, tabú y falta de investigaciones 

Para este reportaje contacté con varias marcas de productos sexuales, pero ninguna pudo darme una respuesta objetiva con respecto a las formas de creación de los productos sexuales algorítmicos de la mano con una política del conocimiento de la sexualidad. La variable mayormente nombrada tiene que ver con las vibraciones. Sin embargo, no existía otro tipo de variable a utilizar para producir una estructura lógica algorítmica. 

Si preguntaba por la posibilidad de extracción de data por temperatura la respuesta era: “aunque la temperatura es una gran variación cuando la estimulación ocurre, las pulsaciones son el núcleo de la estimulación. Cada cuerpo refleja el placer de tensar y liberar cada centímetro del cuerpo, por eso nos centramos en crear diferentes modos de vibración”. Así que me quedaba más o menos en lo mismo.  

Sona de Lelo | Image vía Lelo

Las fallas en la integración de algoritmos en la exploración y expresión sexual van más allá de una industria de juguetes para adultos y se extienden por todos los rincones de Internet.

“La forma en que las empresas sexuales obtienen ganancias y la falta de un diseño centrado en el ser humano son otros dos problemas importantes que frenan la innovación”, afirmó a Mashable Lora Haddock DiCarlo,  directora de la marca de juguetes sexuales homónima, Lora DiCarlo. El caso de Haddock como emprendedora tecnológica es particular y revela el tabú que puede existir en la industria. En 2019 presentó, en Consumer Electronics Show (CES), su producto debut, Osé, con el que recibió el codiciado Premio a la Innovación Robótica. Sin embargo, al pedir una plaza para presentarlo dentro del mismo evento se tildó al producto premiado como «inmoral» y «obsceno». 

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Osé 2, el succionador de la marca Lora Dicarlo | Imagen vía loradicarlo.com

De la noche a la mañana, la marca de bienestar sexual dirigida por una mujer recibió una gran cobertura mediática por poner en el ojo público los problemas de equidad de género en la industria de la tecnología. El resultado de la polémica terminó por unir a Haddock DiCarlo con la Asociación de Tecnología del Consumidor para educar al organismo sobre la importancia de la representación de la categoría de bienestar sexual y sus productos en el CES. Fue así cómo Lora Haddock DiCarlo regresó triunfante al CES en 2020 para exponer una nueva serie de productos tecnológicos, sin embargo, y a pesar de la innovación premiada, muchos críticos creen que fue más el discurso mercadeable de la marca de Haddock lo que caló y no la innovación o la investigación sexual.

Lo que está claro a día de hoy, 2020, el año pandémico, donde nos hemos conectado más desde lo digital, es que la relación matrimonial entre algoritmos y orgasmos está en su etapa inicial y casi a punto de divorcio mientras no haya más datos e investigaciones. Ningún juguete, no importa lo inteligente que sea, eliminará, por ahora, la necesidad de una comprensión humana de la sexualidad.

 

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