THE OBJECTIVE
El buzón secreto

Asesinatos en los Juegos Olímpicos de Múnich, espías judíos y cólera de Dios

Hace 50 años, 11 atletas israelíes fueron asesinados en Múnich por terroristas palestinos

Asesinatos en los Juegos Olímpicos de Múnich, espías judíos y cólera de Dios

Los ataúdes de los atletas israelíes reciben un homenaje en el aeropuerto de Lod, en 1972. | Israeli Government Press Office (GPO)

El verano de hace 50 años debía haber estado dominado por los Juegos Olímpicos que ese año se celebraban en Múnich, Alemania. Palomitas, bañador y un sillón cómodo debían acompañar a millones y millones de ciudadanos de todo el mundo mientras contemplaban las pruebas olímpicas. Sin embargo, el espanto se adueñó de los televisores y de los televidentes: ocho terroristas de Septiembre Negro, un grupo palestino desconocido hasta ese momento, pero vinculado a Yasir Arafat, entró en la villa olímpica con la intención de secuestrar a los atletas de Israel y conseguir a cambio de su liberación la de 234 prisioneros alojados en prisiones judías. Todo salió mal y la conclusión fue la muerte de once miembros del equipo olímpico israelí y de cinco de los ocho terroristas del comando palestino.

En Israel el pueblo clamaba venganza, los dirigentes clamaban venganza y la primera ministra Golda Meir organizó una respuesta que se convertiría en una operación única en la historia de los servicios secretos para hacer pagar los platos rotos a uno de sus enemigos. Consistió en el asesinato selectivo por parte del Mossad de los líderes, miembros e ideólogos de Septiembre Negro y algunos de la OLP que según Israel habían participado, de forma directa o indirecta, en la masacre. 

En el otoño de 1972, Meir creó el «Comité X», un pequeño grupo de funcionarios del gobierno con la tarea de estudiar la respuesta, encubierta bajo la denominación de operación «Cólera de Dios». Parece mentira, pero todavía no se sabe cuánto tiempo duró, quizás pudo prolongarse durante 20 años. 

Negativa plausible

Lo primero que hicieron los organizadores de «Cólera de Dios» fue elaborar una lista de objetivos en la que figurasen todos aquellos individuos involucrados en los sucesos de Múnich, cerca de 40. Después, se le encargó al Mossad que localizase  a los individuos y los matara. Eso sí, el Estado de Israel y su gobierno debían quedar al margen, al menos debían poder emitir si eran acusados una «negativa plausible», es decir, debería ser imposible probar alguna conexión directa entre las muertes y ellos.

El responsable operativo fue Mike Harari, que había combatido desde la adolescencia con las fuerzas militares sionistas antes de la creación del Estado de Israel en 1948 y posteriormente tuvo una larga carrera en el Ejército, para entrar finalmente en el Mossad, donde se convirtió en una figura mítica. Lo hizo tan bien que posteriormente creó dentro del Mossad la unidad Kidon, que se ocupaba de «eliminar» en el extranjero a presuntos responsables de atentados contra Israel. Pero no acabó el trabajo en «Cólera de Dios» porque presentó su dimisión tras uno de los grandes errores que cometieron.

A las órdenes de Harari había un comando de al menos 14 agentes que se repartían las misiones: responsables de asesinatos, guardaespaldas, los que se encargaban de las infraestructuras, responsables de las vigilancias y algunos que llevaban las comunicaciones.

Error, grave error

El comando del Mossad tenía en su lista a Ali Hassan Salameh, jefe de la Fuerza 17, una unidad de seguridad de Fatah, al que Israel imputaba haber planeado el operativo de Septiembre Negro causante de la matanza. Le encontraron en una pequeña ciudad de Noruega y tras seguirle los pasos lo mataron el 21 de junio de 1973. Pero erraron, la víctima era Ahmed Bouchiki, un simple camarero marroquí. 

Seis miembros del comando acabaron en la cárcel y fueron liberados dos años después. A Harari no le quedó más que presentar la dimisión, a Golda Meir cancelar la operación y al siguiente primer ministro, Menajen Begin, reabrirla de nuevo.

Salameh no dejó nunca de ser una pieza a cazar. A finales de 1978 le localizaron en Beirut y enviaron un equipo que alquiló un piso junto a una calle por la que solía pasar. En la puerta estacionaron un Volkswagen cargado con explosivos plásticos. A las 15:35 del 22 de enero de 1979, mientras el objetivo y cuatro guardaespaldas recorrían la calle en una furgoneta Chevrolet, los explosivos fueron detonados por radio, matando a todos los pasajeros del vehículo, a cuatro transeúntes inocentes, incluyendo a un estudiante inglés y a una monja de Alemania Occidental, e hiriendo a otras 18 personas que pasaban por allí. 

Desde que el 16 de octubre de 1972 pusieron en marcha la operación Cólera de Dios con el asesinato del traductor palestino Abdel Wael Zwaiter, representante de la OLP en Italia, de 12 disparos en su apartamento de Roma, hubo muchos, muchos muertos, pero nadie se atreve a dar una cifra exacta. Desde entonces mandaron un claro mensaje a sus enemigos con toda su intención: Israel, y su brazo armado el Mossad, siempre responderán a cada ataque con otro ataque.

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