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Opinión

La Pantoja ha ido al Baile de la Rosa y yo no

«Últimamente veo unas parejas que se casan para que hablen de ellos en la boda, celebración religiosa incluida, que a veces me dan ganas de fumarme la misa»

La Pantoja ha ido al Baile de la Rosa y yo no

La tonadillera Isabel Pantoja. | Gtres

Hubo un tiempo en el que en Hola solo salía gente guapísima, más o menos fina y que todos sabíamos quién era. Esa época empezó a terminarse cuando Belén Esteban salió enseñándonos el tatuaje de un toro que se hizo en la nalga no recuerdo el año, pero pudo ser allá por el año 2000. O antes, ¿quién sabe? Hoy en día de esos reportajes de lujo, amor y fantasía no queda nada. La alegría que supone ver a Naty Abascal vestida de alta costura nos la dan de uvas a peras, las top models han sido sustituidas por influencers que no me dicen nada ni termino de saber cómo se llaman, ya no conozco a casi ningún personaje de los que aparece en sus páginas, y, en general, lo más interesante de la revista son los anuncios de Elsa Pataky enseñando la colección de verano de El Corte Inglés. 

Pero, de repente la semana pasada, Isabel Pantoja nos anunciaba en la publicación más conocida de España que iba ¡al Baile de la Rosa! Y fue. Vestida con un traje muy de tonadillera, que es lo que es, pero que sin los dos floripondios de la muñeca y el hombro no habría estado demasiado mal. Tampoco demasiado bien. En su estilo. Contaba Isabel en Hola que cuando su hermano Agustín le dijo que había llegado la invitación desde Mónaco, no se lo creía. Yo tampoco. Con que estuviera solo la mitad de sorprendida de lo que me quedé yo con la noticia ya debía andar cercana al paroxismo, la pobre. 

También afirmaba que Carolina de Mónaco y ella habían tenido vidas muy paralelas. A mí me cuesta distinguirlas. «Se valora», que diría mi madre. Es cierto que las dos son viudas, pero mucho más paralelismo no he encontrado por más que lo he buscado. No creo que Carolina haya tenido jamás un restaurante en el que hacer pollo a la Grimaldi como Isabel hacía pollo a la Pantoja. Yo desde que supe esto siempre quise tener un bar para hacer pollo a la Durán. Que sería a la plancha vuelta y vuelta porque en asuntos culinarios no doy para más. 

Y desde luego, con todos los respetos, Paquirrín no se parece ni a Andrea ni a Pierre Casiraghi. Ni Carlota a Chabelita. El amor de una madre lo puede casi todo, pero todo todo, no. Isabel era muy guapa, pero la mezcla Paquirrí-Pantoja, no sale bien. A diferencia de la de Carmina-Paquirri, que es sensacional. 

«El despecho, ya lo he explicado aquí, es fatal. Sobre todo cuando las mujeres lloran y encima no facturan»

Carolina tuvo, además, el marido que ha dado nombre a una de las hazañas más interesantes del día a día: «hacer un Hannover» para ir a las celebraciones de las bodas sin pasar por la misa, que es lo que hizo Ernesto en la boda de Felipe VI. Que conste que yo no lo hago. Lo de fumarme las misas. Porque mi madre -siempre ella- no me deja. Pero últimamente veo unas parejas que se casan para que hablen de ellos en la boda, celebración religiosa incluida, que a veces me dan ganas.   

La Pantoja tuvo a Julián Muñoz, Cachuli para los amigos, que dio nombre a llevar los pantalones como Obélix pero sin nada parecido a una poción mágica. Cachuli, por recordar, estaba casado con Mayte Zaldívar, una señora que prefirió contar en prime time que su marido llevaba dinero a casa en bolsas de basura y acabar ella también en la cárcel -el dinero resultó  que había sido sustraído de las arcas públicas- antes que dejar que Isabel Pantoja le robara el churri impunemente. El despecho, ya lo he explicado aquí, es fatal. Sobre todo cuando las mujeres lloran y encima no facturan. 

La vida son decisiones como la de Mayte Zaldívar. A veces solo entre lo malo y lo peor. Yo misma, sin ir más lejos, tuve que elegir el fin de semana entre comprarme en Amazon el discurso de Ramón Tamames en la moción de censura por 4,74 euros o volver a darme de alta en Netflix ahora que ya no puedo compartir cuenta con mis hermanos por 5,49. Ni que decir que he vuelto a ese vertedero woke que se merece desaparecer. Pero es que tienen a Georgina. 

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