THE OBJECTIVE
Opinión

El 'loco' de Javier Milei

«Que una persona tenga una vida novelesca, el caso del candidato argentino, no asegura que pueda ser buen político»

El ‘loco’ de Javier Milei

Javier Milei. | Zuma Press

Sostiene Milei que el Papa Francisco es el representante del maligno en la tierra, ocupando el trono de la casa de Dios. Lo dijo en la televisión, el lugar que vio nacer como polemista a este economista de 52 años, pelo tormentoso, lenguaje voraz y un ego tamaño obelisco de Buenos Aires. Sostiene Javier Gerardo Milei que la compra-venta de órganos humanos debería ser considerada, siempre y cuando se haga con mecanismos de mercado. 

Oh, siempre el sacrosanto mercado. Para Milei, que se define como anarcoliberal y minarquista, el mercado será lo que nos salve a todos. Sostiene Milei que hay que acabar con el Banco Central de Argentina, «uno de los mayores ladrones de la historia de la humanidad». Milei, de voz excitada, quiere acabar con la casta política de su país. Quizá recuerden que Pablo Iglesias también quiso acabar con ella, hasta que se volvió parte de la misma.

Sostiene el político —antipolítico, diría— porteño que la solución a los problemas económicos —casi señas de identidad patrias— podrían dar un vuelco con una dolarización de la economía argentina. Se ha hecho viral, como otras tantas cosas de Milei, su poético y moderado grito del «¡Zurdos hijos de puta, tiemblen!», seguido de su ya característico lema: «¡Viva la libertad, carajo!». 

Sostiene el libertario Milei que él no haría negocios con China, aun siendo uno de los socios comerciales más importantes del país. «Yo no hago negocios con comunistas». La motosierra es el instrumento que quiere tocar Milei si llega a ser presidente de la Argentina. Quitar, barrer, eliminar partes del Estado que, a su juicio libertario, estorban y malgastan el dinero de todos. El Ministerio de Cultura, de las Mujeres, de Obras públicas, de Trabajo y Seguridad social, de Educación, de Transporte, de Salud…Todo afuera. 

La Libertad Avanza, el partido cuyo líder mesiánico es Javier Milei, ganó las elecciones PASO (primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias) hace unos pocos días. Con más del 30% de los apoyos fue la lista más votada, pero aun todo esto es paso previo para las elecciones presidenciales de octubre que decidirán quién es el nuevo inquilino de la Casa Rosada. Dicho lo cual, debo sostener que la política argentina tiene sus propios latidos. 

«Alguien debería hacer un estudio que conecte a políticos cuyos tocados capilares, extravagantes y risibles, parecen gritarnos sobre la personalidad del que luce la cabellera»

Sostengo que sería incauto expresar aquí una diatriba sobre tal o cual elemento de la clase política del país sudamericano, porque no me alcanza el conocimiento. Sí leo un cansancio, y una hostilidad importante, en torno al naufragio perpetuo de la ruina argentina. Una ruina a la que los gestores peronistas—e incluso antiperonistas—han contribuido fabulosamente. Una economía que ha sido el leitmotiv de la campaña del rockero Milei. Un Javier Gerardo Milei que, lo admito, me tiene totalmente enganchado. Hay tantos matices en el personaje de Milei que se podría decir de él, como poetizó Whitman, que contiene multitudes. 

El ‘peluca’ Milei no utiliza peine desde los 13 años, «a mí me peina Eolo». Alguien debería, con tiempo y dinero, hacer un estudio que conecte a políticos cuyos tocados capilares, extravagantes y risibles, parecen gritarnos sobre la personalidad del que luce la cabellera. Donald Trump, Carles Puigdemont, Boris Johnson, ¿pero dónde está esa derecha a lo Anasagasti con su ensaimada? Milei tiene varios hijos de cuatro patas.

O sea, que tiene perros que considera sus hijos, y cuyos nombres, Murray, Milton, Robert y Lucas, se deben a nombres de economistas: Murray Rothbard, Milton Friedman, Robert Lucas. Conan, su primer mastín, murió en 2017. Mandó entonces clonarlo. Incluso hay lenguas que deslizan que contactó con una médium canina. Para poder conectarse, hablar, con su ‘hijo’ Conan. 

Hay más. Milei fue profesor de sexo tántrico, lo contó, como no, en televisión: «En el tantra el que dura menos de 45 minutos es un eyaculador precoz». Si la infancia de un niño es la patria de todo ser humano, la niñez de Milei fue Yugoslavia. Unos padres que, según palabras del propio Milei, le hicieron padecer violencia física y psicológica. Aunque llegó a decir que habían muerto para él, se acabó reconciliando. En su adolescencia fue portero de fútbol, luego montó una banda de rock con la que cantaba temas de los Rolling Stones. 

Acabó estudiando economía. Y es innegable que tiene grandes dotes verbales para explicar sus ideas al gran público. Sabe disparar rápido, que es lo que hace falta en televisión. Es explosivo en sus cabreos. Vehemente en la defensa de sus argumentos. Un showman en sus mítines—vean su cierre de campaña, por favor—. Un economista que ha revolucionado el tablero político argentino.

Juan Luis González, periodista político, quiso escribir hace unos años un libro sobre la nueva derecha argentina, pero cuando vio el material que tenía sobre el libertario Javier Milei, lo ancho, hondo y estrafalario de su figura, decidió escribir El loco, como llamaban a Milei cuando era arquero. Una obra que intenta resumir los desconocidos puntos de la vida del economista bonaerense. Leo a González en Twitter: «Javier Milei no es un mal tipo. Es alguien buscando un amigo, un padre, una pareja, un hijo».

Es la tesis del periodista, que Milei es en realidad un hombre solo. Que una persona tenga una vida novelesca, el caso de Milei, no asegura que pueda ser buen político. Solo significa eso, que hay gente que nace para que le escriban una biografía. Aunque sea una no autorizada. «No vine a guiar corderos, vine a despertar leones», sostiene Milei. Ya escucharemos entonces si en octubre, en toda Argentina, se escucha o no el silencio de los corderos. Si ruge la motosierra y los peines desaparecen de la casa presidencial. 

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