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No somos millonarios porque no queremos

«Amadeo Llados tiene un sistema de ‘coach’ para ganar un millón de euros y, a partir de ahí, amasar una fortuna»

No somos millonarios porque no queremos

Amadeo Llados. | Llados Fitness

A veces me tumbo a la bartola con el móvil en la mano, haciendo scroll con el pulgar aunque sin prestar mucha atención a las stories que se suceden en la pantalla. En esa vorágine de imágenes y contenidos en ocasiones me llegan de improviso los panfletos de Amadeo Llados y no puedo dejar de pensar si en verdad son vídeos motivacionales o sketches de humor de pésimo gusto, porque el nivel de vergüenza ajena que me invade al verlos me obliga a arrastrar el dedo hacia la derecha lo antes posible para saltarme tamaño ñordo que altera mis nervios. Pero creo que esa es su intención, provocar al espectador, sacudirle. Desde luego lo consigue, aunque a mí no me saca del letargo para unirme a su ejército de fieles, antes al contrario, huyo de él y de sus diatribas de pacotilla como alma que lleva el diablo. Qué espanto de tío, él y lo que representa.

El tipo es un cachas que ejerce de líder carismático del fitness y de los negocios misteriosos: por muchos vídeos que publica en sus redes, nunca le veo dar un palo al agua, aunque se le llena la boca hablando del trabajo duro, de madrugar para darlo todo. Su obsesión por los coches de alta gama y los relojes de lujo es enfermiza. Parece un personaje sacado de un spin off marca blanca de Fast & Furious, pero sin los valores familiares de Toretto (eso son cosas de plebeyos). Los suyos son presumir como un niñato caprichoso de tener el garaje lleno de juguetitos caros y restregártelos por la cara, sacarlos pisando el acelerador como un macarra de pacotilla y darse el pisto. Un bochorno, la verdad, pero el tío está convencido de ser lo más. Si le dices algo, le suda la polla. Es un fucking máquina: «Yo siempre he creado esa persona que admirada y respetaba. Yo quería estar mazado, tatuado, conducir un Lambo y volar en jet con dos pibas con el culo enorme. Llegar en el Rolls Royce, en el Bugatti, y decir: ‘Aquí estoy yo, motherfucker‘. Es lo que he creado, he creado el hombre que yo admiraba y ahora se lo estoy dando al mundo. Yo literalmente he creado la vida que yo quería vivir. Y al que le gusta bien, y al que no, que me coma el nabo». Esta es su filosofía de vida. No rasquen porque no hay más, la superficialidad pura y dura de un capitalismo para básicos.

Para llegar a eso, no falta la narrativa de hombre hecho a sí mismo: empezó fregando platos y pasó de tener 50 dólares en la cuenta (ojo al detalle de los dólares, que no euros, para dar más énfasis al rollo sueño americano de su biografía) a convertirse en millonario porque él lo diga. Porque hay quien sospecha que las casas y los coches son alquilados, puro postureo. ¡Cómo es la gente de la mala!

Amadeo Llados tiene un sistema de coach para ganar un millón de euros y, a partir de ahí, amasar una fortuna. Desprecia a los pobres, a los mileuristas, a los que tienen tripa, a quienes se van de fiesta, a los que se drogan o toman unas copas (aunque él tiene un pasado haciendo todo eso, ¡ay, estos conversos!), a los que no madrugan, a los que no dan la mejor versión de sí mismos. Te vende su sistema y lo primero que te viene a la mente es que parece una secta o una estafa piramidal, presuntamente, acusando por su parte de estafa a los profesores de la universidad cuando él te ofrece riquezas garantizadas: «Tienes mentorías con un tío que tiene un Bugatti, bro». El coche como medida del éxito es algo que ya nos adelantaba Ibáñez Serrador en los años 70 con el Un, Dos, Tres. Un visionario, Chicho. Por no hablar de ese machismo rancio que nos remite al landismo más casposo, con un ligón de medio pelo rodeado de chorbas que luce como trofeos. Las mujeres convertidas en mero atrezzo. Y venga con el fucking rollo de que es muy fácil hacerse rico: si quieres, puedes, looser. Ya digo, parece coña. Resulta incomprensible que alguien se trague tamaño cuento.

Personalmente, me escama que tenga 1,3 millones de seguidores en Instagram pero sus posteos apenas logren un puñado de miles de likes. Muy poco engagement para tanta testosterona compulsiva. Ya sabemos qué suele significar esto… Es TikTok, con 2,8 millones de seguidores, su red favorita, en la que se acumulan los vídeos de chicas culonas en bikini, los descapotables, los yates y los fucking discursos sobre el éxito. Cuando le veo y le escucho tan crecidito no puedo evitar hacerme una pregunta: chico, ¿tanto dinero y no tienes para hacerte un tinte en condiciones?

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