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El carnaval de Río arranca con un fuerte tono de protesta: "Que el mundo vea lo que está sucediendo aquí"

Teñido de una fuerte crítica política y social, el carnaval de Río ha arrancado este domingo pese a la supresión de subvenciones por parte del alcalde.

El carnaval de Río arranca con un fuerte tono de protesta: «Que el mundo vea lo que está sucediendo aquí»

Los desfiles del carnaval de Río de Janeiro arrancaron el pasado domingo en todo su esplendor, pese a la supresión de subvenciones por parte del alcalde de la ciudad, con un fuerte tinte de crítica política y social.

Será la primera vez que las escuelas desfilen sin subvención de la Alcaldía.  Desde que asumió las riendas de la ciudad en 2016, el obispo evangélico Marcelo Crivella dejó claro que no simpatizaba con el carnaval y promovió un corte progresivo del financiamiento público a estos grupos, que pasaron de recibir dos millones de reales (unos 630.000 dólares) a no contar con ningún apoyo este año. «Trabajamos duro. Sea como sea, tenemos que hacerlo. Hemos recibido mucha ayuda de muchas personas y de vecinos de la comunidad», ha contado Patricia Tabares, de Estácio.

Esto las ha obligado a reinventarse y ha dado pie a la participación de directores creativos más jóvenes, que están haciendo «un carnaval que es arte, que es una fiesta, pero también es un carnaval político, comprometido», ha apuntado Luiz Antonio Simas, historiador y autor de varios libros sobre carnaval.

 

El carnaval de Río arranca con un fuerte tono de protesta: "Que el mundo vea lo que está sucediendo aquí"
Foto: Leo Correa | AP

Con mucha purpurina en las carrozas, miles de integrantes y una poderosa batería de percusión, trece «escolas», con cerca de 3.000 integrantes, tendrán entre 60 y 70 minutos para convencer al jurados y a los 70.000 espectadores, en una fiesta que se extenderá durante dos noches. El enredo de Estácio es una de las «escolas» que menos ha suscitado la polémica, en un año donde las escuelas de samba han reafirmado su identidad al encontrarse  bajo la mira de las iglesias neopentecostales, sumamente influyentes en el gobierno de Jair Bolsonaro.

«Es un carnaval con muchas protestas para que el mundo vea lo que está sucediendo aquí«, ha afirmado Camila Rocha, una treinteañera que ha desafiado en el ala de «piedras preciosas» de Estáco de Sá. Otra escuela, Académicos de Grande Rio, ha escogido el tema religioso y contará la vida de un líder histórico del candomblé, Joaozinho da Gomeia, fallecido en 1971, que se convirtió en un símbolo de tolerancia.

Los tradicionales blocos -murgas callejeras- han congregado durante todo el fin de semana a dos millones de personas que han convertido a la ciudad en una gigantesca fiesta de disfraces y música. «Queremos divertirnos, con alegría, pero respetando los límites de cada uno. Respetar las individualidades, las creencias, las opciones. La gentileza genera gentileza, genera amor. Y eso es lo que precisamos», ha afirmado Rogerio Borges, un joven de 19 años, que ha participado en el desfile.

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